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La prioridad no es el pueblo

Las peleas en el peronismo provincial, demuestran claramente que lo “único” que le importa al los gobernantes, no es el bien común de la sociedad en su conjunto, sino la máxima concentración de poder personal

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Si algo le faltaba a la semana política que culminó el último viernes, era una demostración más de poder de parte del titular de la Legislatura, Osvaldo Jaldo. Como en una especie de serie a lo Juego de Tronos, él y Juan Manzur apuestan a conquistar territorios como estrategia de consolidación de cada uno de los dos bandos que se crearon con la única y egoísta intención de tomar el poder.

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Que Osvaldo Jaldo haya cooptado a la ex intendenta de Famaillá, Patricia Lizárraga, al tiempo que ex esposa del legislador Enrique Orellana, afín a Juan Manzur, apunta a demostrar que ese espacio, lejos de estar acabado, crece en estructuras territoriales. Cabe mencionar que causó sorpresa en el bando afín a la Casa de Gobierno y representó un mensaje directo al gobernador con un afectado colateral, el intendente de Famaillá.

patricia lizárraga
Patricia Lizárraga

Orellana fue a un medio de comunicación para avisarle al gobernador que la pelea por la conducción del peronismo no está acabada. Por su parte, Manzur sólo apela al manual de conducción del peronismo para justificar que él es quien lidera al PJ. A lo que aspira es que Jaldo se someta a esa lógica del Justicialismo y agachar la cabeza sin más remedio. En definitiva, la pelea entre Manzur y Jaldo apunta a dirimir quién conduce hoy y quién comandará mañana el peronismo.

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En el marco de este cruce temporal de intereses, aquello que de verdad le importa a la gente no figura. La pelea interna no apunta a mejorarle la vida a la gente, la única intención es de conservar el poder, en el caso de Manzur, de tenerlo sólo para él. El jefe provincial no quiere a su compañero de fórmula como heredero y el tranqueño se ve como su sucesor. Así van a tener que convivir institucional y políticamente dos años y medio más.

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Gobernador Juan Manzur
Gobernador Juan Manzur

Claramente, se trata de una verdadera situación inédita. La guerra por el poder en sí mismo, enmarcado en el egoísmo y la ambición de un lado y del otro, desemboca en una masacre política en la que sólo importa cómo lastimar al otro. Lo peor del caso, es que tiene lugar en un momento en el cual la ciudadanía tucumana se encuentra atravesando un momento sumamente crítico como pocas veces se vio en el último tiempo.

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Es en ese contexto que a todas luces el enfrentamiento entre Jaldo y Manzur es una guerra innecesaria, cuando lo primordial debería ser gobernar para la gente. Como pocas veces ha quedado evidenciado que a los máximos dirigentes políticos de la provincia los desvela la acumulación de poder, que la quieren sólo para ellos y que nada se interpondrá a la hora de lograr ese objetivo.

Vicegobernador Osvaldo Jaldo
Vicegobernador Osvaldo Jaldo

Es por ello que cabe preguntarse, ¿Cuánto bien podría haberle hecho a la provincia si ambos hubieran luchado, no entre ellos, sino codo a codo para sacar adelante a Tucumán? Prácticamente, se trata de un primer semestre casi perdido, para colmo, cuando arrecia la segunda ola de contagios por COVID-19, la cual deja más de 800 personas infectadas a diario y media docena de muertes por día.

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Si la unión hace la fuerza, la desunión entre Jaldo y Manzur ha sido una de las causas por las cuales este 2021 se está haciendo más cuesta arriba que el primer año de la pandemia. Tanto el titular de la Legislatura, como el gobernador, no atinan a cruzar soluciones, sino más bien chicanas políticas y mediáticas entre ellos o utilizando a otros funcionarios que simplemente no funcionan.

Y es que distintos ministros manzuristas se cruzan con legisladores jaldistas y se preocupan más por quedar bien ante sus respectivos jefes que por intentar solucionar los cuantiosos y difíciles problemas que tiene el pueblo tucumano. Se trata de ministros que no trabajan para la cartera que representan y legisladores que no hacen leyes que beneficien al conjunto de la sociedad. Sólo atinan a echarse de los puestos que ocupan para luego repartírselos entre los amigos.

Hasta punteros políticos viralizan imágenes grotescas por copar las paredes con mensajes alusivos a Jaldo o a Manzur. Todo muy bizarro y que no hace más que sumir en la angustia a una sociedad que sobrevive como puede en medio de una guerra sin cuartel, pero también sin sentido. Y es que pareciera que no encuentran límites en un enfrentamiento de suma cero en el que quien pierde es el pueblo.

Lo peor de todo, es que esto ocurre de cara a la sociedad. ¿Es porque se perdió ya la más mínima vergüenza? ¿O es que ya le da igual a la clase política creyendo que la sociedad tucumana se encuentra presa del peronismo? La ruptura de contratos en la Legislatura de empleados de legisladores manzuristas expuso la cantidad de dinero que circula de manera que se paguen favores políticos y, lo peor del caso, de manera que no se rinda cuentas.

Después, todos se llenan la boca hablando de institucionalidad y, en realidad, han convertido al Poder Ejecutivo y a la Legislatura en una especie de aguantadero en el que de forma febril planean a diario cómo hacerle daño al otro. ¿Y el pueblo? Bien gracias, sólo a medida que se acerquen las elecciones serán tenidos en cuenta, pero no como seres dignos, sino como meros rehenes de la política clientelar.

Mientras tanto, el oficialismo nacional se lava las manos como Poncio Pilato y deja que se maten entre Manzur y Jaldo. Y es que, si bien es cierto que envió a funcionarios nacionales de fuste para apoyar al gobernador, tienen otro ojo puesto en lo que pueda hacer Jaldo en materia de territorialidad. No en vano, Famaillá se convirtió ahora en una especie de Kosovo en la que las subdivisiones del poder político no reconocen aliados sino traidores.

Desde lo estrictamente estratégico, ni Manzur conseguirá reformar la Constitución provincial, ni Jaldo obtendrá la bendición del hoy presidente del PJ, por lo que la guerra desatada entre ellos es todavía más una lucha de suma cero. Una lucha en la cual el único que pierde es el pueblo tucumano, la única derrotada es la sociedad que asistió esta semana a la comprobación pura y dura de que no son ellos el interés principal de quienes gobiernan.

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