El Presidente Alberto Fernández ha sido –sin lugar a dudas- el representante del peor gobierno desde el regreso de la democracia, aplastante fracaso éste que llevará siempre el sello kirchnerista. El Frente de Todos gana las elecciones de 2019 obteniendo 12.946.037 votos. La campaña electoral se basó en promesas tales como mejorar el haber de los jubilados, “llenar las heladeras de los argentinos”, “encender las parrillas” y “dejar de endeudarnos”.
Todo este populismo electoral estuvo dirigido a una base de posibles votantes que recordaban con cierta nostalgia los mejores tiempos kirchneristas: el vaciamiento del Banco Central, la estatización de las AFJP, la destrucción del superávit fiscal, el esquema millonario de subsidios que destruyó el sistema energético, el atraso cambiario que derivó en el cepo cambiario del año 2011 y un sinfín de planes sociales y jubilaciones otorgadas a cualquiera que lo requería hizo que muchos hayan sido efectivamente tentados por la irresistible propuesta kirchnerista del 2019.
Nada salió como muchos esperaban. Las heladeras jamás se llenaron y las parrillas jamás lograron encenderse. Desde que asumió Alberto Fernández la inflación en “alimentos y bebidas” ha sido del 388,1%, la del rubro “indumentaria” del 518,3% y la inflación general ha sido del 352,5%. Hoy el incremento de precios de los últimos 12 meses se ubica en el 102,5%, un nivel inflacionario que no se observaba desde octubre de 1991.
El dólar que ha oficiado de ancla inflacionaria ha sufrido lo suyo: el Presidente tomó el poder con un dólar oficial de $63 (hoy tiene una cotización de $209,50) y un dólar financiero en torno a los $75 (dólar éste que se ha multiplicado algo más de cinco veces hasta el día de hoy). Los jubilados fueron los grandes estafados de los últimos años. El actual gobierno se ha encargado de modificar la fórmula de movilidad jubilatoria por una que no contempla la inflación.
Hoy los jubilados pierden sistemáticamente poder adquisitivo e intentan compensarlos con bonos miserables que siempre dependen de la voluntad del funcionario de turno. En campaña electoral el actual Presidente había prometido incrementar las jubilaciones “con los intereses de las Leliqs”. Resulta increíble que el 10 de diciembre de 2019 la tasa de referencia del BCRA era del 63% y hoy es del 78%, 15 puntos más.
Los jubilados y pensionados han perdido en torno al 12% de su ingreso real desde que volvió el kirchnerismo al poder. Han terminado de transformar a ANSES en una gran caja de subsidios. El desendeudamiento tampoco fue una promesa cumplida. Este gobierno se ha endeudado a mayor velocidad que cualquier otro gobierno, renovó sin titubear el acuerdo con el FMI tan criticado a su antecesor.
Y lo cierto es que hoy tiene deuda en pesos por el equivalente a 4 veces todo el circulante de dinero de la economía. Sólo en deuda del Tesoro Nacional (sin tener en cuenta deuda del Banco Central) la gestión de Alberto Fernández ha incrementado los niveles de deuda en 83.200 millones de dólares, más que Cristina Kirchner en sus dos mandatos y que Mauricio Macri en el suyo.
Intentos de expropiación como el ocurrido con la agroexportadora Vicentín en plena pandemia (que dieron cuenta del peligro permanente al que se encuentra expuesto el derecho de propiedad), la cuarentena eterna que destruyó miles de comercios, pymes y empleos, una actividad económica que en términos de riqueza per cápita nos ubica al mismo nivel que hace 15 años y un salario real en dólares que nos remonta al año 2004, suman algunos condimentos adicionales que terminan de explicitar el más rotundo fracaso.
En definitiva, lo cierto es que la única verdad es la realidad y la misma da cuenta acerca de que el kirchnerismo está proscripto y no precisamente por el accionar de la Justicia o de algún tipo de persecución propia de otras épocas. El kirchnerismo está proscripto por la propia realidad: ya nadie más quiere seguir viviendo las desgracias y miserias propias de un populismo absolutamente agotado.