La pregunta tiene lógica: ¿es posible que baje el dólar pero, a la vez, se derrumben los precios de los bonos y se dispare la tasa de riesgo país?
La respuesta es sí, a pesar de que un descenso del dólar es considerado un signo de confianza y tranquilidad, y una trepada del riesgo país, de desconfianza y preocupación.
El mercado vive en estos días dentro del marco de ese resultado ambivalente.
El dólar bajaba el martes por segundo día consecutivo, y el mayorista oscilaba en $43,35 con un descenso de 0,8% en un mercado caracterizado, desde el inicio de las operaciones, por una oferta más fluida frente a compradores que, tal vez, estaban esperando un descenso mayor.
La oferta de dólares llegó de la mano de los exportadores de granos: “Están liquidando la plata de la soja”, comentó bien temprano un experimentado operador de mesa de dinero.
El dólar cedió posiciones mientras el mercado asistía a una caída fuerte en los bonos argentinos que cotizan en el exterior y a otra suba de la tasa de riesgo país.
La tasa de riesgo país indica cuánto tendría que desembolsar la Argentina por encima de la tasa de EE.UU. en caso de que tuviese que salir a conseguir fondos en el mercado internacional.
Esa tasa tocó 814 puntos básicos, que es lo mismo que decir que el país tendría que pagar 8 puntos más que el piso del mercado.Una tasa altísima en el contexto internacional y uno de los indicadores más sensibles de desconfianza que aplica el mundo financiero.
Otro indicador relevante fue que con la caída del precio de los bonos, hay títulos argentinos con rendimientos en dólares cercanos a 16% anual, una renta altísima pero que, también, refleja un alto grado de desconfianza.
Para una parte de los operadores, la suba del riesgo país responde a la aparición de varias encuestas que reflejan una caída de la imagen del Gobierno y una suba de los niveles de adhesión a Cristina Kirchner.
Para los operadores, la simple especulación de un regreso de la ex presidenta es motivo de alarma en el marco de la incertidumbre que despierta la posibilidad de que el presidente Mauricio Macri no sea reelecto en octubre.
Pero hay argumentos económicos concretos que podrían ponerle un dique de contención a la inquietud.
La llegada de los US$ 10.800 millones del Fondo Monetario y el anuncio de que a partir del lunes comienzan las subastas de divisas a raíz de US$60 millones por día son razones contantes y sonantes en el intento de serenar el corto plazo. Y a eso se suman dos decisiones del Banco Central.
Guido Sandleris, titular del Central, viene “sobrecumpliendo” la meta de crecimiento cero de la cantidad de dinero y no dudó en subir en 18 puntos la tasa de las Letras de Liquidez en marzo (están en 67% anual) y en impulsar un aumento de casi 9 puntos en las tasas de los plazos fijos.
Secar el mercado y favorecer el disparo de las tasas fueron el difícil camino elegido (fuerte caída del crédito) en el intento de serenar al dólar. ¿Serán semanas más calmas?
Nadie arriesga una respuesta contundente y las críticas llueven, pero la oferta de divisas se presenta más fluida ¿Contrarrestará esa mayor cantidad de divisas el devenir de la política? Dentro y fuera de la Argentina se discute qué hará el próximo gobierno con el pago de la deuda después de 2020.
El programa financiero para el año próximo, según los cálculos de la consultora Eco Go, indica que el 40% de los vencimiento de capital está en manos del sector público y que el 63% de los vencimientos de capital en manos del sector privado está en moneda local. Esos datos no muestran un panorama demasiado preocupante pero, claro, en una situación de cierta normalidad. ¿Se dará así?
En lo que hace a los pagos al FMI, sobre los cuales el virtual candidato y ex ministro Roberto Lavagna dijo que “sólo puede cumplirse lo que es posible cumplir”, los vencimientos más importantes comienzan en 2022 con US$18.500 millones y en 2023 con US$23.000 millones. Son cifras relevantes, pero la posibilidad de refinanciación siempre está abierta frente al FMI.
Los montos de los compromisos de la deuda no se presentan como inalcanzables para un país como la Argentina, pero el esfuerzo fiscal que representará no es menor. Lejos de cualquier fiesta para cualquiera que gane en octubre.
El temor a Cristina Kirchner y a un nuevo default juegan fuerte en la rueda financiera en un corto plazo cambiario que tiende a estabilizarse pero con el trasfondo de un proceso inflacionario que se muestra rebelde y que apunta a superar la marca de 11% para el primer cuatrimestre del año.
Las finanzas ingresan en un túnel cuyo primer tramo será el 22 de junio, día de cierre de inscripciones para los candidatos de las elecciones presidenciales.
En el Banco Central siguen con las muelas apretadas en el intento de que los bancos les ofrezcan tasas cercanas al 50% anual a los ahorristas para mantener a raya los pesos a plazo fijo y ralentizar las compras de dólares, un forcejeo constante en años electorales y que ahora, con las divisas de la venta de granos y las del FMI, ingresa en una nueva etapa, con más reparos.