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“La verdad”, el peor de los enemigos para el kirchnerismo

El Gobierno nacional jugó con la salud de los argentinos

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La carta mendicante de Cecilia Nicolini a los funcionarios rusos es llorar sobre la leche derramada. Se rebaja, se arrodilla por momentos, frente a un déspota que ni le contesta los mensajes desesperados. Ese texto es un gran hallazgo periodístico que nos permite confirmar muchas de las certezas que teníamos sobre el nivel de desidia, improvisación, mala praxis y capricho ideológico jurásico de Alberto Fernández.

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Y también, y sobre todo, de Cristina Kirchner. Nadie se olvida cuando Alberto Fernández le chupó las medias a Putin y le dijo “Los amigos se conocen en los momentos difíciles”. Hoy podría decir que los enemigos también se conocen en los momentos difíciles. O que con amigos así, quien necesita enemigos. Alberto fue en la misma línea de Cristina cuando con pretendía ironía planteó: “Quién diría que las únicas vacunas con las que contamos son las rusas y las chinas”.

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Pero, además, Máximo Kirchner también mostró la hilacha de su fanatismo pro comunista cuando desde su banca en diputados manifestó su enojo porque Alberto se había bajado los pantalones ante los caprichos de los laboratorios norteamericanos y se preguntó qué pasaría con el acuerdo con el Fondo Monetario. El texto sincericida de Cecilia Nicolini, tiene párrafos memorables.

Por ejemplo, cuando confiesa que “estamos en una situación crítica” y que “las cosas han empeorado” porque no llegan los componentes de la segunda dosis de la vacuna Sputnik. Eso deja a casi siete millones de argentinos colgados del pincel y rogando que la variante Delta no inunde este país. Nicolini, que fue convocada al Congreso para explicar lo inexplicable, en un momento se arrastra “aunque sea un millón” de dosis.

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Le faltó agregar, “por el amor de Dios”, aunque ese argumento difícilmente conmueva a un Oso de granito, ex integrante de la sanguinaria KGB como Putin. Por ahí dice Nicolini en nombre del gobierno de la República Argentina que “urgente, necesitamos algo del componente dos”. Suena casi arrodillada porque confiesa que la obsecuencia con los rusos fue absoluta, “hicimos” todo lo que nos pidieron, aunque en realidad, hicieron todo lo que les ordenaron.

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Putin no pide. Ordena. Igual que la zarina Cristina Kirchner. La funcionaria argentina reconoce su temor porque varios funcionarios están perseguidos legalmente frente a la gravedad institucional y sanitaria de este tema. Y amenaza con que “todo el contrato está en riesgo y puede ser públicamente cancelado”. Es patética esa parte. Una argentina con un revolver de juguete quiere asustar a un ruso que tiene misiles con cabezas nucleares.

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Dicen que en toda guerra, la primera víctima es la verdad. En esta guerra contra el virus, la primera víctima en Argentina, también fue la verdad, pero la segunda víctima fue la soberanía nacional. El nivel de sumisión a los países del eje ruso cubano chavista y anti capitalista que evidenciaron es terrorífico. Alberto y Cristina fracasaron con la Sputnik. Privilegiaron el alineamiento anti norteamericano y los negocios sucios antes que la salud de los argentinos.

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