Cristina Kirchner siempre supo manejar las ausencias y los silencios. Aunque no tiene un cargo político, no se aleja del centro porteño y está activa en las discusiones del peronismo mientras el gobierno de Javier Milei atraviesa un delicado frente político y económico. La expresidenta lleva una cargada agenda política y, a través de su secretario Mariano Cabral, convoca a economistas, exfuncionarios, legisladores, dirigentes políticos e incluso empresarios. A algunos los recibe en su despacho del Instituto Patria y otros la visitan directamente en su casa. Les pregunta a sus interlocutores qué piensan del momento político y económico actual. Y se interesa por entender a Javier Milei. Pregunta por su comportamiento y repara en su estilo para conducir.
Más allá de algunas nostálgicas publicaciones en sus redes sociales -que esencialmente recuerdan el pasado o expresan condolencias-, la expresidenta todavía no aparece en público. Mantiene un pragmático y estudiado silencio. Quienes la trataron durante las últimas semanas dicen que está preocupada por la situación económica: consulta a los economistas acerca de la deuda soberana y califica al programa económico actual como “noventista”. Habla, ente otros, con el economista Hernán Letcher, a quien elogió más de una vez, y cree, a diferencia de lo que ahora Milei dice, que se avecina una dolarización.
“Ella sabe que la gente todavía identifica el malestar social con el gobierno anterior. Todavía no se ve el efecto real de la devaluación ni de la liberación de precios que hizo Milei. Y no cree que sea este el momento para salir a hablar”, interpretó un exfuncionario que la frecuenta. Pero sí aseguran que está “muy activa” y “de buen humor”. Las declaraciones del ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona en torno al avance de causas por corrupción durante el gobierno de Mauricio Macri y la actitud del actual gobierno frente a los tribunales parecen, por ahora, un factor de alivio para la exvice del gobierno del Frente de Todos. Se avecinan, sin embargo, meses con definiciones en torno a sus causas judiciales: quedará bajo estudio de la Cámara de Casación la condena que se le aplicó en la causa conocida como “Vialidad” por fraude al Estado , y también están pendientes de realización los juicios de las causa Hotesur, Cuadernos y Memorándum con Irán.
La base de Cristina es el Instituto Patria. La interna peronista, que recrudeció después de la derrota electoral de Unión por la Patria, tuvo su impacto en el petit hotel de la calle Rodríguez Peña. En la usina ultrakirchnerista que preside Oscar Parrilli dio el portazo el intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi. Es uno de los caciques del conurbano que más cuestiona el liderazgo de Máximo Kirchner como jefe del PJ bonaerense, mientras busca apuntalar como líder del peronismo a Axel Kicillof. Sobre esa interna (Kicillof – Kirchner), acaso la más caliente del peronismo, Cristina Kirchner intenta poner paños fríos. Pero mientras su hijo, diputado nacional y líder de La Cámpora, se abroqueló con Massa, Martín Insaurralde y Federico Otermín, Kicillof afianza sus relaciones con los intendentes del conurbano, expande su poder y busca posicionarse como el nuevo referente del espacio.
Pese a la derrota electoral y a la fuerte crisis económica que dejó el gobierno del Frente de Todos, la expresidenta mantiene asiduas conversaciones con el exministro de Economía Sergio Massa. También con el exasesor de Alberto Fernández y presidente de la Auditoría General de la Nación (AGN) Juan Manuel Olmos, quien no solo intercambia con ella opiniones sobre el actual escenario político sino que fue, en alguna ocasión, uno de sus interlocutores con un sector del gobierno libertario. Con quien fue su compañero de fórmula en 2019, Alberto Fernández, no volvió a hablar. “Ahí sí está todo roto”, asegura, sin dudarlo, un histórico dirigente del espacio que ambos supieron compartir.