Así, casi como Lionel Scaloni y la Selección ante el partido con México en el Mundial de Qatar, está el Gobierno a once meses de las elecciones. Los objetivos son más que modestos. El ministro Sergio Massa aspira a bajar a un 3% la inflación mensual -lo mismo que la inflación anual de Bolivia- para abril del año que viene. Y a que no venga una corrida cambiaria que lo obligue a devaluar bruscamente.
Para colmo, los $26 de alza del blue en ocho ruedas asustan, igual. Alberto Fernández, por su parte, anhela agregar a su legado un avión presidencial, comprado al módico costo de 25 millones de dólares. El cristinismo también entró en la sintonía de los sueños moderados. Conservar el poder en la provincia de Buenos Aires los dejaría satisfechos, aunque no puedan decirlo hoy en voz alta.
Entienden que la economía no los ayudará, pero su reclamo de una mejor performance carece de propuestas. Insisten en variantes de “planes platita” como mayor aporte. En verdad, la gran incógnita, en ese sector del oficialismo, es cómo podría repercutir una eventual condena por corrupción de la Vicepresidenta, lo que podría suceder en menos de un mes: ¿Y si resulta que no hay conmoción popular alguna?
Lejos está el Gobierno de tener la energía como para siquiera imaginar un plan económico integral. No hará ahora lo que no hizo en tres años de gestión: la receta, con Massa en Economía, al igual que antes con Martín Guzmán en el mismo despacho, es parche sobre parche, como los distintos nombres de dólares que se van sumando al folclore nacional. La falta de confianza es fácilmente verificable en los hechos.
El anuncio de la italiana Enel, a cargo de Edesur, de que vendería sus activos en el país, pasó a engrosar una lista de alrededor de 30 empresas extranjeras que dieron las hurras y se fueron de la Argentina. Muchas de ellas son jugadores importantes en sus rubros, lo cual da una mejor perspectiva de lo profundo de la crisis. Si bien algunas causas del éxodo varían de compañía en compañía, todas tienen en común lo difícil que les resulta hacer negocios en el país.
Justamente, por los cambios constantes en las reglas de juego, la altísima inflación y las dificultades para girar divisas al exterior. La verdad, ¿Qué empresario en su sano juicio optaría por la Argentina cuando puede invertir en cualquier otro lugar más “normal”? A los locales no les queda más remedio, pero los extranjeros tienen un mundo a su disposición, aun con las dificultades causadas por la guerra en Ucrania.
Brasil, Colombia y México, en la región, son definitivamente más atractivos. Ante la derrota inesperada con Arabia Saudita, Scaloni meterá mano en el equipo y tratará de convencer a sus jugadores de que un tropezón no es caída. Todavía todo es posible: hay que ganar seis partidos seguidos y la gloria será suya para siempre. El Gobierno ya no cuenta con ese recurso. Metió mano en el equipo varias veces sin resultados y, peor todavía, insiste con la misma estrategia pese a las repetidas goleadas. Y no, no tiene un Messi en la manga.