Argentina es un país que prescinde del presente. Un lujo bastante estúpido. En el Coloquio de IDEA, el Ministro de Economía hace proyecciones de ficción, uno de los principales líderes de la oposición habla de un país que aún no existe y en el resto del gobierno quieren vivir de un país que alguna vez creyeron que existió. Del país presente sólo hay una angustiante intuición. Y un insoportable padecimiento. Liderar es hacer algo con eso.
Pero en el mientras tanto es la gente quien transita ese territorio que la política esquiva. En el presente te matan por una bicicleta, en el presente la plata no te alcanza, en el presente tapiaron la puerta donde se entraba al progreso. El tema de la negociación con el Fondo es uno de los grandes ejemplos de procrastinación. Esa palabra tan intelectual que significa “posponer”. Posponer nunca es gratis y nunca es barato.
Pero posponer es el leit motiv de la política argentina. Porque generalmente nadie quiere asumir los costos de no posponer. ¿Cuál es la diferencia entre los costos de posponer y los de asumir los problemas? Que posponerlos es usar guante blanco. Luego se culpa al mercado o a quien sea. Y enfrentar los problemas requiere, primero, persuadir sobre los esfuerzos de tomar un camino, y segundo, hacerse cargo del malestar durante lo que dure el tratamiento.
Entre las ficciones de la procrastinación de lo inevitable están los controles de precios. A un populismo sin plata sólo le queda el autoritarismo. Beben, comen, respiran control. Insisten en controlar los precios cuando no les funcionó nunca a ellos mismos. Es de hecho lo que vienen haciendo desde que llegaron al gobierno y la inflación no dejó de subir. Por qué cambiaría ahora. Pero no insisten en el error por cándidos. Ni por burros.
Insisten porque además de malversar recursos malversan la gestión. Ya saben que no funciona. Pero mantienen la farsa con hipocresía porque de lo contrario deberían tener una idea. O enfrentar los dolores de la solución. El acuerdo con el Fondo podría haberse cerrado hace un año. Lo frenó Cristina Kirchner. Para congelar tarifas. Para meter cepos hasta en el pensamiento como si pudiera contrarrestar la ley de la gravedad.
Nada de todo eso le permitió ganar las elecciones. Y aun perdiendo, ofrecen más de lo mismo. Nadie espera que digan “¡Qué Alegría, acordamos con el Fondo!” Pero es el prestamista de última instancia y por tanto el indicador de primera instancia a la hora de pensar en algún tipo de crédito y en algún atisbo de confianza para un país como el nuestro que defaulteó nueve veces.
Cuando el país posterga la solución de sus problemas aunque el poder extrapole su existencia a un mundo paralelo, los problemas no dejan de ocurrir. Por lo contrario, evolucionan y se profundizan. ¿Cómo encontrar sensatez en un modelo que parece al revés, que bloquea el comercio, las exportaciones y el crecimiento? Esos castillos en el aire construyen sólo villas miseria. Y la miseria sí habita el presente, el que rehúyen y que hoy les está pasando factura.