“Es la manera más fácil de hacer plata. Vas por la calle, ves la posibilidad, lo apretás y chau. Después las motos que robás queman, las vendés en el acto”. Juan F. tiene 20 años y más de una decena de causas en contra por haber cometido este delito. “Como era menor, me mandaban al (Instituto) Roca y después me largaban. Me rescaté después de los 18 porque zafé con un abreviado. Si vuelvo a caer, chau”, reconoció el joven oriundo de San Cayetano en una entrevista con LA GACETA.
Juan F. es delgado. Creció, según contó, en un hogar complicado porque su padre se fue antes de que él comenzara a caminar y su madre tuvo que salir a trabajar para alimentar a sus cinco hijos. “Me gustó juntarme con los changos en la esquina. Estábamos ahí sin hacer mucho tomando vino y fumando faso. Salvo en la época de campaña, nunca nos visitaron para darnos una mano, para darnos algo qué hacer. Después de la última vez que caí y en la que estuve más de dos meses detenido conocí a un pastor de la Iglesia”, explicó. Y con orgullo agregó: “ahora trabajo, no ando con mala junta y la ayudo a mi mamá”.
El joven entrevistado por LA GACETA aceptó hablar, pero no quiso ser retratado ni siquiera de espaldas. “¿Sabe lo que pasa? Si alguien se entera de mi pasado, no volveré a trabajar más. Acá se te cierran las puertas porque la gente cree que uno no se recupera más. Si hay pocas oportunidades, imagínese si me llegan a reconocer”, explicó antes de ir desgranando de a poco los secretos de una “actividad” que es cada vez más común.
La metodología
“Normalmente cuando nos quedábamos sin plata, salíamos a dar una vuelta y buscábamos algo para hacer guita. Nos íbamos del barrio para no ser reconocidos. Primero salíamos cuatro o seis en tres motos. Pero siendo muchos, la gente y la policía se avivaban. Y entonces empezamos a salir de a dos. Si teníamos un arma, buscábamos a la víctima y le quitábamos el rodado. Si no andábamos con fierro, nos pasábamos horas buscando alguna que esté estacionado. Con un ‘chupete’, la destrabábamos y listo”, relató nervioso Juan F.
Entre el 16 de marzo y 1 de abril, teniendo en cuenta las denuncias que se realizaron en las 14 seccionales de la capital únicamente, se produjeron 71 robos de motos.
De ese número, 45 personas fueron asaltadas, en la mayoría de los casos por dos personas armadas y, las 36 restantes, se quedaron sin sus rodados porque desconocidos las llevaron de los lugares donde las habían dejado. Casi todos reconocieron que después de estacionarlas, le ponían la
La violencia
Juan F. reconoció que la etapa más dura de su vida fue cuando se había transformado en motochorro y recorría las calles tratando de encontrar una víctima y despojarla de su motocicleta. “Andás por la calle jugándote la vida para tener para la ropa, el baile y, en mi caso, el faso. Podría haber vivido del arrebato, que es mucho más fácil, pero daba más robar motos. Trataba de buscar víctimas fáciles para tener el menor problema posible. No quería lastimar a nadie”, explicó. De los 71 casos denunciados y que fueron registrados por LA GACETA en 15 días, pese a la brutalidad de los ataques, sólo 7 víctimas (el 10%) terminaron lesionadas.
Sin embargo, en lo que va del año, tres personas murieron cuando le robaron la moto. En enero, Matías Clemente (26 años, fue atacado en el barrio Ampliación Elena White); en febrero, Damián Alfredo Valenzuela (29, lo golpearon y lo abandonaron en un cañaveral de Burruyacu) y también durante ese mes, Lorena Fiscante (36 años, murió al ser atropellada por un automóvil cuando regresaba de Villa Nougués).
Además dos jóvenes fueron ultimados por las víctimas a las que pretendieron robarle la moto en diferentes puntos de El Salvador, San Cayetano. Según la justicia, en febrero, Gabriel García (22 años) y en marzo, Víctor “Tuti” Ledesma (20), integran esta trágica lista.
“El problema es la ‘alita (de mosca)’ que le vuela la cabeza a los changos. Nunca me gustó esa porque te vuela el mate y te mandás cagadas cuando estás ido. No pensás nada, te sale todo, de una. La gente desde hace rato que está más pilla. Quiere defender lo suyo no tiene dramas en bajarte. Los chicos lo saben y por eso saben que tienen que pelear con su vida. Está todo muy peligroso”, explicó Juan F.
El mercado
Juan F. habló lo justo y necesario. Midió sus palabras porque sabe que puede jugar en su contra. “Hay personas que se dedican a comprar lo que vos le llevás. Mucho no sé, pero las pueden vender en partes o así enteras. También hay gente que te conoce del barrio y te dice que necesita una y vos vas, la buscás y se la vendés. Prefería no quedarme con ellas porque son una brasa. Te encuentran con una y fuiste”, declaró.
En la provincia existen varias organizaciones que alimentan un mercado en el que se comercializan motopartes o unidades que les consiguen los delincuentes. Los repuesteros denuncian la cada vez más notoria venta de accesorios en las redes sociales, especialmente Facebook. Con los operativos que realiza la Policía en distintos puntos de la provincia también quedó al descubierto las irregularidades que se cometen en la compra y venta de motos.
Según un informe dado a conocer por la Policía, en el primer trimestre de este año, se secuestraron 1.952 motocicletas por no tener el dominio colocado, no circular con casco o no portar la documentación correspondiente que acredite su titularidad.
De ese número, previo al pago de una multa, sólo 653 fueron recuperadas por sus titulares, es decir, menos de la tercera parte. Vale la pena aclarar que en idéntico período del año se patentaron poco más de 5.000 unidades en la provincia, según los datos de la Asociación de Concecionarias de Automotores de la República Argentina (Acara).
“Esa es una situación irregular muy fuerte que nos obliga a trabajar sobre el mercado negro, que es lo que hicimos con los procedimientos en contra de las personas que vendían armas ilegalmente”, señaló el titular de la fuerza, Manuel Bernachi.
El funcionario confirmó que en lo que va del año atendieron 862 denuncias de robo de motos, lo que representa una disminución de casi el 5,5% de los casos que se produjeron en el mismo período de 2018, que fueron 912. También aportó otro dato importante: de los 155 rodados recuperados, apenas 75 (menos de la mitad) pudieron ser restituidos mediante oficios judiciales.
El final
El entrevistado se puso nervioso cuando debió describir el aspecto económico del robo de motos. “Si te cuento todo me van a boletear (sic), fueron las primeras palabra. Luego, de a poco, se fue soltando y agregó nervioso: “sólo batiré que le entregábamos a unos tipos para que ellos hagan lo que quieran; a los transas por cambio de droga o un fierro; y a los vecinos que nos pedían una”.
Relató que no siempre recibían la misma plata. “A veces ligábamos $4.000, otras $6.000. Si la chetéabamos con pelpas, ahí conseguíamos una o dos luquitas más porque el comprador la podía caretear en los controles. A la plata la repartíamos en partes iguales y con eso compraba ropa, iba a los bailes, fumaba faso y comía”, reconoció.
El dinero que mueve el robo de motos es, para muchos, un misterio. Pero va una pista: el valor del mercado de las 71 motos que quedaron registrados por LA GACETA, llega a casi $3 millones. “Hay mucha guita que está en juego y se vive bien con esto. Lo hice tres años. Pero me cansé -reveló-. Me di cuenta de qu jugaba con mi vida para que otros se llenen de guita”.
Glosario
“Apretás”.- Asaltar a una persona.
“Alita de mosca”.- Nombre de un tipo de cocaína .
“Faso”.- Cigarrillo de marihuana.
“Chupete”.- Herramienta casera en forma de cruz que sirve para romper las trabas de seguridad de las motos.
“Fierro”.- Arma de fuego.
“Boletear”.- Matar.
“Batiré”.- Acusar a una persona de algo.
“Pelpas”- Papeles de la motociclete que sustrajeron.
“Cheteábamos”.- Robar algo a una persona.
“Luquita”.- Unidad que se utiliza para describir $1.000.
AUTOR
Gustavo Rodríguez