A Sergio Massa, la inflación del 98,8%, 6% enero y 6,8% en alimentos, su control chavista de “Precios Justos” y los descuentos del 10% para los que paguen la carne con débito ratifica que su plan económico está terminado. Es decir, fuera de la carrera, despejando el camino de Cristina Kirchner, que quiere “ser”, pero no está interesada en nada de eso de competir en una primaria.
Con la explosiva inflación del 6% de enero que mostró el INDEC el martes, que incluyó picos estacionales, aunque también remarcaciones de precios en góndolas y vidrieras a pesar de los compromisos de congelamientos, la promesa de Sergio Massa de empezar abril con un 3 en la cifra del IPC se convirtió en una utopía por las pocas posibilidades de cumplirse.
En ese marco, los números hablan por sí solos: una de las patas importantes del sueño electoralista del Frente de Todos y, en especial, la bala de plata que tenía el ministro de Economía para activar el operativo clamor, comenzó a perder terreno. El mayor fantasma, sin embargo, es la estanflación.
La estadística publicada en la jornada de ayer por el INDEC confirmó el peor de los escenarios: lejos de aminorar su marcha, los precios aceleran al inicio del año. En efecto, distintas mediciones privadas ya anticipaban a principios de febrero que el dato de enero sería cercano al 6%.
El golpe es fuerte e inesperado, y permite abordar un abanico de conclusiones tanto para lo inmediato, como de cara al mediano plazo. El año estará signado por la carrera electoral y el debate político, y la economía es el principal catalizador de los discursos que apelan al votante medio, que desde hace al menos cinco años ajusta el cinturón.
En ese marco, cabe mencionar que lo primero que queda a la vista es el rotundo fracaso del programa Precios Justos. El plan se proponía generar un amplio acuerdo de precios que abarque al grueso de la canasta de consumo de los argentinos, incluyendo rubros como combustible, alimentos y educación.
El objetivo que el gobierno pregonó en el lanzamiento del programa en diciembre, era lograr una inflación del 4% en enero, febrero y marzo, y encauzar la inflación anual rumbo al 60% establecido en el Presupuesto de 2023. La dinámica que mostraron los precios en enero hizo naufragar la meta casi antes de empezar.
Un aspecto no menor e igualmente llamativo, es que la inflación de enero estuvo en gran parte motorizada por los aumentos en los precios “regulados”, como los del transporte, la energía o los servicios de comunicación. Se trata de precios para los cuales el gobierno no debiera necesitar más acuerdo que la simple decisión política de morigerar las autorizaciones para los aumentos.
Lo que no queda claro en la estrategia de Sergio Massa y su equipo, es cuáles son esas otras herramientas a las que refiere Tombolini. Si en verdad tales herramientas o tal programa macroeconómico existe, la gestión de Alberto Fernández vuelve a tropezar a la hora de comunicar ese plan de manera integral.
Hasta el momento, los anuncios han sido grandilocuentes al momento de comunicar los diferentes acuerdos de precio, y poco se sabe respecto al resto de la estrategia para contener la inflación. Con ese marco, llama la atención la insistencia explícita en relación a la meta del 60% de inflación anual para 2023.
Osado si se tiene en cuenta que el dato de enero deja el acumulado anual al borde de la barrera simbólica del 100% anual. Un rubicón que Massa se esforzó a toda costa por no cruzar al cierre de 2022, pero que parece inevitable en 2023. De hecho, podría suceder en el presente mes de febrero si el dato oficial del segundo mes del año es superior al 5,3%.