Le pusieron de apodo kriptonita, le dicen “ventajita”. Y ya no hubo consultor de buena fe que no dijera que ese apodo venenoso le entró como una bala. Él no puede quitarse eso de encima. Macri será un político de clase, pero a veces maneja la forma popular, la lengua. Diego Genoud lo llamó tiempo antes “el pastorcito mentiroso”, y escribió una biografía en 2015, un completo 360 sobre Massa, aunque no se pudo adelantar al último cambio impensado.
Justamente, ese que lo ungió como una especie de primer ministro en la semana que se fue… Pero todo comenzó mucho antes. Y es que hace una década y un lustro, Massa había sido jefe de gabinete de Néstor Kirchner, cargo en el que reemplazó al mismo Alberto Fernández. La vicepresidenta y líder del espacio con mayor popularidad dentro del Frente de Todos aceptó la llegada de Massa al Gobierno y nadie de su entorno mostró oposición.
Al igual que sucedió 14 años atrás, Cristina consideró que la llegada de Massa puede tranquilizar a una parte del círculo rojo, que lo ve como el peronista amigable. Pero se trata de dar cuenta acerca de que el compromiso de Massa con aquel primer gobierno de Cristina fue tal que en las elecciones de 2009 fue uno de los que se inmoló para presentarse como candidato testimonial en la lista de diputados que encabezaba Néstor Kirchner y luego no asumir.
Es decir, que Massa era un kirchnerista recalcitrante. Pocos imaginaban en aquel momento que Massa se iba a convertir en el enemigo número uno del kirchnerismo duro. O número 2, después de Macri, según quién ordenara la tabla. Lo cierto es que La Cámpora le llegó a dedicar una canción que aún hoy circula por las redes, en la que miles de jóvenes enardecidos gritaban que “No pasa nada, si todos los traidores se van con Massa”.
Lo cantaban en relación a aquellos exfuncionarios kirchneristas que se habían pasado a las filas del Frente Renovador. Precisamente, en 2013, Massa creó este espacio peronista, que se presentaba como una opción de centro – centroderecha que buscaba congraciarse con la clase media enojada con el kirchnerismo. ¿El caballito de batalla de Massa en aquella época? Frenar la supuesta reforma constitucional que pretendía llevar a cabo Cristina Kirchner para ser reelecta en forma eterna.
En las elecciones de ese año, Massa fue primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires y derrotó a Martín Insaurralde, candidato de Cristina en el distrito. Para lograr tal epopeya, el Frente Renovador tejió alianzas con el PRO de Mauricio Macri, que se retiró de la pelea provincial para no restarle votos al tigrense. Es decir, en estos momentos, era un venenoso antikirchnerista.
Es decir, está claro que nadie podría pensar que se trata de una persona confiable cuando tiene semejando actitud de panque. Sin embargo, así fue. Pero por entonces, aquel triunfo alteró el mapa de la política y de las finanzas, al ver generar un rally de activos, dado que el mercado entendió que Cristina estaba de retirada. Envalentonado, en 2014 Sergio Massa pegó carteles en el Gran Buenos Aires con la leyenda “faltan 500 días”.
Esto significaba que Massa había sacado cuentas de cuánto le quedaba a Cristina en el poder. Por aquellos años, el ahora superministro les regaló a los archivos televisivos frases tales como “voy a echar a todos los ñoquis de La Cámpora” o “si Cristina no tuviese fueros iría presa”. También juró que él con el kirchnerismo no iba “ni a la esquina”. Y es que le vendía humo a la sociedad mostrándose como un auténtico antikirchnerista.
En ese marco, Massa llegó a 2015 confiado, pero las cosas no fueron como él deseaba. Con Alberto Fernández como jefe de campaña, quedó en tercer lugar en las elecciones de 2015, fuera del balotaje que llevó a Macri a la presidencia. No obstante, los primeros meses de Macri como candidato mostraron a un Massa amigable con el Gobierno de Cambiemos. Allá por 2016, Macri lo llevó de viaje al Foro de Davos y lo presentó ante el empresariado mundial como un opositor responsable.
Años más tarde, el propio entorno de Macri se encargó de patentar un apodo con el cual conocen a Massa sus enemigos políticos: “Ventajita”. Massa fue incrementando su oposición al gobierno macrista conforme caía la popularidad del entonces Presidente. Algunos, incluso, lo culpan a Massa por la crisis de 2018, ya que fue él como diputado quien impulsó un impuesto a la renta financiera que habría acelerado la salida de fondos del país.
Como el lector puede observar, Massa es un potencial peligro en cualquier momento a causa de las consecuencias que pueden tener sus actitudes a nivel económico y social. Ya entonces podía evidenciarse el daño que causaba y lo “ventajero” que es este nefasto personaje de la política argentina. Sin embargo, aún a principios de 2019 resultaba inimaginable una foto de Cristina Kirchner y Massa juntos.
Pero la ex presidenta supo perdonar y consideró que se necesitaba sumar al Frente Renovador para vencer a Macri. Ella ya había convocado a Alberto Fernández para que sea su candidato a Presidente, pero le faltaba asegurarse tener al panqueronismo para no dejar cabos sueltos. Fue así que con ella y Massa como accionistas mayoritarios y Alberto Fernández como una especie de CEO, se formó el Frente de Todos, que venció a Juntos por el Cambio en las elecciones de 2019.
De esta manera, Massa vendía su alma al diablo en términos políticos. El ahora ministro se presentó como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y, una vez electo, asumió el rol de presidente de la Cámara de Diputados, donde estrechó un muy buen vínculo con Máximo Kirchner, hijo de la vice. Es decir, tal parece que Massa les tomó el gusto a los ñoquis, los mismos que antes le daban asco, ahora los aceptaba con todo gusto.
A diferencia de lo que sucedió con funcionarios de corte albertista, como Matías Kulfas o Vilma Ibarra, a quienes Cristina tuvo entre ceja y ceja desde el punto de partida, las heridas con Massa sí se curaron. De todas formas, cierto es decirlo, Massa no solo llega al Gabinete por imposición de Cristina. Y es que se juntaron el hambre y las ganas de comer como se dice en el barrio y esto no se trata de contradicciones políticas.
Se trata lisa y llanamente de hipocresía de baja estofa, de una alianza espuria entre dos seres nefastos que conducen al país como una especie de Titanic: a toda marcha rumbo al desastre de un choque y hundirse. Es cierto que hubo un operativo clamor por parte de gobernadores que lo ven como una esperanza de llevar paz en este último año y medio de gobierno de Alberto Fernández.
Pero jamás puede ser confiable alguien con semejante carrera de traiciones a dos manos. En manos de alguien así no puede dejarse el destino de casi cincuenta millones de argentinos. En ese sentido, no en vano, hay quienes en el oficialismo no se hacen grandes ilusiones con Massa, pero confían en que al menos logre evitar una derrota por goleada, como lo que se veía venir desde el momento en que los dólares informal y financiero traspasaron el nivel de los 200 pesos para superar largamente el umbral de los 300 pesos.
El escepticismo sobrevuela también a dirigentes de la oposición política. “Nada en la vida se puede esperar de un oportunista”, profetizó el senador cordobés de Juntos por el Cambio Luis Juez. Su temor es que Massa “venga a alargar la mecha de la bomba ” para que esta le explote al próximo gobierno nacional. “El Presidente ha pasado a ser parte del decorado de un desgobierno”, sostuvo el diputado radical Mario Negri.
Las encuestas de opinión pública tampoco pueden reflejar mayor optimismo, teniendo en cuenta que la imagen del supuesto “salvador” de la Patria sigue por el suelo: según Jorge Giacobbe & Asociados, la imagen negativa de Massa es del 68,1%; su percepción positiva solo llega al 9,1% y su imagen regular es del 18,7%. Igualmente, malas resultan las imágenes de Alberto Fernández (71,5% de imagen negativa, 14,8% positiva y 13,1% regular) y de Cristina Kirchner (70,3% negativa, 22,2% positiva y 6,5% regular).
En definitiva, si algo quedó claro en la semana que se fue para jamás regresar es el hecho de que, si se trata de una comedia, podríamos citar al humorista Groucho Marx cundo decía “estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”, ya que parecen caberle perfecto a Massa. Y si de Marx hablamos, el filósofo alemán aseguraba que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
En ese sentido, está claro que Massa representa eso, primero formó parte del kirchnerismo en su modo desgracia y ahora no se trata más que de una miserable farsa en la que hay quienes esperan claridad cuando se trata de un ser oscuro y perverso. De un oportunista que puede cortar el cable equivocado de la bomba haciendo que esta explote todavía más rápido. “Mi pasado me condena” es una película de suspenso cuyo título le cabe perfecto a Massa.
El devenir del tiempo dirá si no termina convirtiendo esta historia en una verdadera pesadilla de terror para todo el país, cuyo gobierno fracasado e irresponsable que el propio Massa integra, ahora pretende dejar en manos de alguien poco confiable la economía. Quien no conoce su historia está condenado a repetirla, se trata de un refrán famoso que viene como anillo al dedo en la previa de que el oportunista de Massa asuma su nuevo cargo en cuestión de días.