Aunque no debiera, la historia a veces se repite. Como un Luis XVI del tercermundismo, el presidente Alberto Fernández continúa aprobando costosos viajes al exterior, cenas, almuerzos y meriendas, brindis y fiestas en la Quinta de Olivos, mientras allá afuera, más allá de las rejas, la muchedumbre clama por trabajo y un salario digno, que los catapulte más allá de los umbrales de la pobreza.
A pesar del enojo que se palpa en las calles y de su estruendosa derrota en la batalla interna del Frente de Todos, Fernández avanza sin dudas ni prisas en la satisfacción y comodidad de sus funcionarios más cercanos. En este escenario, el primer mandatario lanzó una impactante licitación, que tiene el objetivo de proveer de los más exquisitos manjares a quienes lo acompañan, tanto en la Casa Rosada como en la Quinta de Olivos.
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En efecto, la dirección General de Administración de la presidencia de la Nación lanzó el proceso de compra Nro. 23-0015-LPU22 por la provisión de productos frescos de almacén para la casa de gobierno y la residencia presidencial de Olivos.
Entre otras cosas, Alberto Fernández compró salamines picados finos y gruesos, jamones crudos, panceta, carne, leche, manteca, verduras, milanesas, panes, queso roquefort, fontina, muzzarella y parmesano, provolone para una ricas provoletas, empanadas, tartas, frambuesas, maracuyá, huevos y hasta hielos redondos para acompañar las bebidas.
La compulsa tuvo una sola oferta, de la empresa Distribuidora Carlitos SA, que desembolsará un total de 316.259.965 pesos. Entre manjares y fiestas, almuerzos, desayunos y meriendas, la desconexión del gobierno con la realidad pareciera cada día más profunda y palpable.