Ana recorre apurada la plaza Independencia. En su paso observa, consulta y compra lo justo y lo necesario para llevar a su casa aquellos alimentos que en otros lugares están más caros. La mujer tiene 64 años y es jubilada. Ella, como muchos, se banca el sol que pega durante la mañana en Tucumán. Lleva bolsas cargadas de verduras, bien fresquitas. Las acaba de conseguir en uno de los tantos puestos que se ve en el principal paseo público de la ciudad. Es que allí los productores de la Unión de Trabajadores de la Tierra llevaron a cabo un nuevo “verdurazo”, en modo de protesta en contra de los tarifazos y la inflación.
Ana se considera tímida, pero cuando habla sobre la situación del país, a esta señora no le tiembla la voz. Confiesa que le sorprende la diferencia de precios que hay y lo cuenta. “La cebolla, la zanahoria, la acelga, el brócoli… ¡Todo está mucho más barato que en las verdulerías! Con esta situación, donde la plata no alcanza, no llegamos a fin de mes; por lo menos a mí no me alcanza. Encima soy jubilada. Que estos pequeños productores hagan esto, es un gran alivio para mí y para nuestra economía. Una aprovecha, pues no nos queda otra”, resume ante LA GACETA la señora Sánchez.
A unos pocos metros de Ana y de espalda a la Casa de Gobierno está Julio Franco sosteniendo dos bolsas enormes con todo tipo de verduras. El hombre mira al cronista de este diario y pide hablar. Cuenta, un poco dolido, porqué se acercó este mediodía hasta la plaza para conseguir lo que no puede en otros lados. “Me da bronca. Porque aquí el kilo de zapallo lo comprás a $ 20, pero vas a una verdulería y lo conseguís a $ 70. Es una enorme diferencia. Y digo que me da bronca, no sólo por mí, sino también por el que cosecha; el que lo cuidó. Porque esa persona también lo sufre y muchas veces no le alcanza. Es que en el medio de eso hay un intermediario, que generalmente es el que se queda con la mayor ganancia. Estos pequeños trabajadores se dieron cuenta de eso y decidieron hacer la protesta, y me parece bien. Más en esta situación donde se cuida la plata”, asegura.
Julio sabe cómo está la situación. “El mango (por la plata) cuesta. 100 pesos hoy no son nada, pero a la vez también cuesta conseguir ese dinero. Pero lo más loco es que cuando lo tenés sentís que no tenés mucho. Y con esta medida, que nos beneficia a todos, sí se siente la diferencia. Llevo tantas cosas y sólo gasté $ 200, lo que en otro lugar me costaría el doble, y no sé si me quedo corto. A la vista está la necesidad de la gente. Mirá que hasta compra el que no salió a comprar. Te ponés a ver y es impresionante”, explica el hombre.
Las historias se repiten a lo largo y a lo ancho del paseo público. Como la de Lorena Cortés, quien se resguarda bajo la sombra de un árbol para que el sol no arruine sus verduras, esas que buscó durante toda la mañana. “Esto que están haciendo es muy bueno para la gente humilde como uno. Nos evitamos de ir hasta el Mercofrut para conseguir algo económico. Uno zafa del taxi, de más gastos. Acá (por el “verdurazo”) hay mucho verde y todo está fresco. Y quizá no nos damos cuenta, pero los dueños de las verdulerías consiguen los productos, tal vez el sábado en el mayorista, pero durante la semana ya el producto no es igual. Por eso creo que es mejor comprar al que cosecha, sin intermediario”, analiza.
Luego, sobre la medida que llevan adelanten los pequeños productores de la tierra, dice: “el trabajo es la única manera de protesta. No estoy de acuerdo con los paros o con los cortes. Porque al país se lo levanta trabajando. Y esto es trabajo: el fruto del trabajo de ellos. Y para nosotros es un alivio para el bolsillo. Ahora llevo $ 200 y somos cuatro familias.
Los vendedores y su voz
Están vestidos de verde. Son muchos. Demasiados. Y mientras un hombre con un micrófono en su mano ofrece todo tipos de ofertas, en cada puesto de la feria están los trabajadores con sus familias. Aclaran que a la protesta ya no la llaman “verdurazo”, sino que ahora la denominan “alimentazo”.
“Queremos hacer visibilizar el sector, que cada vez tiene más problemas. Tenemos pocas ganancias y eso nos duele. Los pequeños productores se están yendo del campo porque no tienen un costo ni un valor real. Por eso queremos impulsar una política sin intermediario así ofrezcamos nuestros productos a un precio razonable. Esto es para ayudar a la gente y también para ayudarnos nosotros”, cuenta Luis Fronteras, de la UTT.
Y agrega: “muchos creen que el pequeño productor se está llenando de plata, y esto no es así. Si uno se da una vuelta, va a encontrar los productos más barato que en cualquier lado. La gente está contenta y nos apoya. No gusta que las personas se den cuentan de esto, que lo hacemos con sacrificio. No buscamos un plan, al contrario, queremos ayudar al pueblo de esta manera, produciendo y vendiendo a precio popular”.
Las verduras no es lo único que se encuentra. Hay de todo. Y en uno de los puestos está Paula Flores, quien vende cosas dulces. “Esto se hace una vez al mes en forma de protesta. La gente ve, viene y compra. Llega la una de la tarde y ya no tenemos nada porque es mucha la diferencia de precio. No solo hay lechugas, zanahoria. También hay conservas, se hacen bollos. Somos pequeños productores de Las Salas, de Los Gómez… El gobierno no nos dice nada, no nos dan una respuesta. Pero nosotros seguimos. Vendemos cosas dulces de 20 a 50 pesos, mientras que en otro lados, como una mermelada, vale $50. Eso no es justo”, cierra la mujer, quien junto a su hija se presta para salir en la foto.
Un éxito
La feria campesina comenzó alrededor de las 10 y dos horas después se notó la escasez de algunos productos. “La gente compra en cantidades para aprovechar los precios. Algunos hasta llegaron temprano e hicieron fila para asegurarse de conseguir todas las frutas y verduras que estaban buscando”, aseguraron los trabajadores, quien coparon la plaza Independencia de color verde.