Corría diciembre de 2018 y Felipe Solá levantó su copa para brindar “por lo que viene”. Estaba rodeado de diputados del Frente Renovador massista, fuerza a la que poco tiempo después dejaría para sumarse al intento de Cristina Kirchner de reunificar el peronismo, con el objetivo de sacar a Mauricio Macri de la Casa Rosada. El excanciller de Alberto Fernández, con quien sigue enemistado a raíz de su ingrata eyección del Gobierno, fue en efecto uno de los primeros dirigentes que comprendió la jugada que estaba tramando la actual vicepresidenta.
De hecho, unos meses después Solá depuso sus pretensiones presidenciales por pedido expreso de Cristina, en una actitud idéntica a la adoptada en ese momento por el santafesino Agustín Rossi, convertido ahora en consejero directo del Presidente. Ambos eran diputados nacionales y proyectaban el recambio de 2019, hasta que la jefa del kirchnerismo sacó de la galera el nombre de Alberto Fernández y lo ungió como su candidato. Eso arrastró finalmente a otros jugadores como Sergio Massa, pero bastante después de que Felipe emprendiera ese camino.
Con esos antecedentes y otros que muestran su sensibilidad para subirse al carro de los vencedores, como cuando compartió lista con Mauricio Macri y Francisco de Narváez en 2009 para derrotar a Néstor Kirchner en territorio bonaerense, Solá empezó a mover sus fichas en los últimos días. A tal punto, que inauguró una oficina propia en el primer piso del Instituto Patria, la sede central del kirchnerismo de paladar negro, que vuelve a tener actividad después de la pandemia. Allí, este mismo sábado, el excanciller brindará una charla política, pero solo para los propios.
Paradójicamente, la renovada sintonía entre Cristina Kirchner y Felipe Solá se alimentó tras el abrupto despido de la Cancillería -que lo agarró fuera del país- y su reemplazo por el albertista de pura cepa Santiago Cafiero. Al parecer, el enojo de ambos con el Presidente les tendió un puente de plata para recomponer una relación personal que no venía siendo la mejor, desde que la vicepresidenta arremetió con aquella carta en la que cuestionaba a “los funcionarios que no funcionan”, a fines de octubre de 2020. Solá replicó, con ironía, que no tenía tiempo para responderle.
En su nueva faz kirchnerista, Felipe Solá no habla solamente con “la jefa”, sino también –y de manera frecuente- con el senador neuquino Oscar Parrilli, el presidente honorario del Patria y mano derecha de Cristina en la Cámara alta. Fue justamente el exsecretario de la Presidencia (2003-2015) quien le ofreció una oficina en el instituto de la calle Sáenz Peña, a dos cuadras del Congreso, y el que lo alentó a dar una charla de presentación para la dirigencia, en una suerte de bautismo de fuego en el que le tocará abrir un seminario bajo el pomposo título de “el arte de gobernar”.
¿Fue solo el enojo que tiene con Alberto Fernández lo que empujó a Solá a las filas de Cristina Kirchner? Algunas fuentes dicen que en el Instituto Patria lo tentaron con una nueva candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires hacia 2023. Pero en rigor, la única postulación de la que se habla allí es de la del joven Eduardo “Wado” de Pedro a la Presidencia de la Nación. El ministro del Interior, que encaró estos días su segunda gira de presentación por el exterior, sería el elegido por la vicepresidenta para representar a su espacio el año próximo.
En ese escenario, se habrá cristalizado la lógica política que desde distintos sectores del Frente de Todos le reprochan a Cristina y Máximo Kirchner: la del regreso al formato de la Unidad Ciudadana -previo a la conformación de la actual coalición gubernamental- que se gestó entre 2016 y 2017 y que llevó a la expresidenta al Senado de la Nación pese a haber sido derrotada por Esteban Bullrich en las elecciones bonaerenses. Justamente, en los círculos kirchneristas vuelve a hablarse de la posibilidad de que “la jefa” se postule el año que viene para ese mismo cargo.
Para el kirchnerismo, se abriría así otra etapa de “resistencia” ante una eventual derrota en las elecciones nacionales, que juzgan como inevitable si el Gobierno -del que aún forman parte- no cambia el rumbo económico de la gestión. Aunque el embanderamiento de Felipe Solá con la causa kirchnerista -como lo blanqueará la charla junto a Parrilli y a la exdiputada Claudia Bernazza- sugiere que ese espacio político no está pensando en una retirada del poder, sino en una reconfiguración con base en la provincia de Buenos Aires, que no incluiría a los seguidores del Presidente.