La obesidad y el sobrepeso infantil son un problema que aqueja a la sociedad a nivel mundial, a punto tal de considerarlo una epidemia. En nuestro país, las cifras crecen día a día y son cada vez más alarmantes. Estadísticas previas a la pandemia de COVID 19 arrojaban que, de los niños y niñas en edad escolar, el 30% tiene sobrepeso y 6% obesidad. Niños y adolescentes de Argentina están semanalmente expuestos a más de 60 publicidades de alimentos no saludables.
El 50% de ellos consumen dos o más bebidas azucaradas por día. Las publicidades tienden a ser engañosas, relacionando alimentos que no son sanos con personajes y dibujos que son del agrado de los niños, generando tendencia al consumo de los mismos. La comida casera ha sido reemplazada por alimentos ultra procesados, con alto contenido de grasas, azucares y sodio. Menos del 20% de los niños consumen 5 porciones diarias de frutas y verduras.
La pandemia mundial de coronavirus también trajo cambios en la actividad física. Espacios recreativos, grupos de ejercicios o deportes quedaron suspendidos durante la cuarentena y muchos hoy en día no han retomado actividad. La tendencia en la adultez es el sedentarismo. Eso hace que, como padres, los adultos tampoco fomenten a sus hijos a realizar deportes y actividad física.
De continuar estos hábitos alimenticios y malas costumbres a las que está apuntando la sociedad a nivel global, se incrementarán las cifras en patologías como la diabetes, la hipertensión, problemas cardiovasculares, mal desarrollo esquelético y hasta algunos tipos de cáncer. Estas problemáticas deben ser abordadas desde un punto de vista integral: el cambio no debe ser sólo en las costumbres, sino también en la educación y la concientización de nuestra sociedad.
El accionar y el compromiso de los gobiernos es fundamental. Necesitamos poder acceder a la información necesaria para elegir que alimentos consumimos. Las publicidades y los empaques de los alimentos que consumimos no pueden seguir engañándonos. La Ley de etiquetado frontal es una gran medida, pero no es suficiente. La educación y el ámbito escolar son dos ejes fundamentales para crear programas para que tanto niños y adolescentes como también sus familias puedan concientizarse de la importancia de llevar adelante una alimentación saludable.
Nuestra sociedad debe apuntar a construir una conciencia ciudadana sanitaria. Entender que, si somos conscientes de los cuidados que debe recibir la salud, tendremos una mejor calidad de vida y más longeva. Nuestra salud depende de cómo cuidamos nuestro cuerpo, y la alimentación es la base para estos cuidados. Alimentación, ejercicio e hidratación son ejes fundamentales para prevenir enfermedades en el presente y en el futuro. Prevenir es vivir.