ROMA.- La “pax” que venía a buscar Javier Milei después de los agravios y los epítetos irreproducibles que en los últimos años le dedicó al máximo jefe de la Iglesia católica llegó este domingo, 24 horas antes de la audiencia oficial prevista para mañana. Ocurrió cuando se dio el tan esperado saludo entre los dos en la Basílica de San Pedro, antes y al final de la ceremonia, que se esperaba formal, pero que superó todas las expectativas. Entonces Milei y el papa Francisco se fundieron en un abrazo impactante, que lo dijo todo. Y tuvieron un breve intercambio, marcado por sonrisas, una conexión evidente entre los dos y el clásico humor porteño de Jorge Bergoglio, arma que suele utilizar para superar incomprensiones y tensiones y comenzar nuevos procesos.
“¿Te cortaste el pelo?”, fue lo primero que dijo el Papa, sonriente, al ver por primera vez al mandatario famoso por su cabellera desordenada y patillas, mientras se estrechaban las manos, tal como pudo verse en imágenes publicadas por el medio católico norteamericano EWTN, en las que pueden oírse partes del diálogo que se dio en ese momento.
Evidentemente emocionado y quizás descolocado por esa pregunta, Milei le contestó al Papa: “Me emprolijé”. Y le preguntó: “¿Le puedo dar un beso?”. Francisco, de 87 años, le contestó enseguida, sin dudar: “¡sí, hijo, sí!”. En ese momento Milei se abalanzó sobre él, que estaba sentado en su silla de ruedas y lo abrazó con fuerza, como si se tratara de un hijo pródigo.
“Es un gusto verte y gracias por venir, vos que sos medio (judío), que Dios te bendiga”, le dijo a continuación el papa Francisco, cariñoso como un abuelo, siempre sonriente y en tono totalmente distendido e informal, demostrándose listo para iniciar un diálogo constructivo, como dijo recientemente en una entrevista, en la que por segunda vez le bajó el tono al pasado de insultos, diciendo que es normal que se digan ciertas cosas en campaña.
A su turno también Karina Milei, la hermana del primer mandatario, secretaria General de la Presidencia, vestida de riguroso negro, también pidió permiso para darle un beso al Pontífice, que por supuesto accedió. “Gracias por recibirnos”, le dijo la alta funcionaria. “Gracias por apoyarlo a él”, le contestó Francisco, mirándola a los ojos seriamente, demostrando estar muy al tanto del crucial papel que juega ella, “el jefe”, como la apodó su propio hermano.
Cuando la canciller, Diana Mondino, también pasó a saludar con un beso, el Papa pareció decirle, también con gestos, y como le acotó Milei, que estaba detrás, que había que “tener mucha muñeca, dada la aspereza del otro lado”. Pero no se entendió si eso fue dicho en el marco de un contexto de política internacional -y el viaje recientemente hecho a Israel-, o de coyuntura interna. “Dios es más grande”, comentó entonces Francisco, levantando los brazos, con la sonrisa siempre intacta y despidiéndose con su clásico “recen por mí, que yo rezo por ustedes”. Y diciendo “hasta mañana”, en referencia a la audiencia oficial prevista para este lunes a las 9 de la mañana en el Palacio Apostólico.
Lo cierto es que ese “body language” (lenguaje corporal), el abrazo y el beso en el que se fundieron los dos -considerados hasta ahora en cierto modo adversarios, enemigos o polos opuestos-, fue una imagen que valió mucho más que mil palabras. Y una señal de que, quizás, el demorado viaje a la Argentina, una asignatura pendiente, está más cerca que nunca. Porque, aunque fue muy breve ese saludo, fue emotivo. Se dijeron sin decir muchas cosas y hubo conexión, cercanía, disposición a una nueva fase.
El “miracolo” (milagro) de algún modo pareció provocarlo Mama Antula, la primera santa argentina, que con su canonización dio pie a la visita de Milei. El mandatario libertario tuvo una excusa para viajar a Roma y concretar esa “pax” añorada no sólo por él, que dijo públicamente haberse arrepentido por haber ofendido al “argentino más importante de la historia”, sino por buena parte de los argentinos.
En el saludo posterior a la ceremonia, en efecto, con ese abrazo se dio la cicatrización de una herida abierta, la superación de la famosa “grieta”, que también se había formado a raíz de esas misas de desagravio organizadas por curas villeros durante la campaña electoral. Entre los argentinos presentes en la ceremonia, por lo bajo todos hablaban de la esperanza de una nueva etapa, de diálogo, de unidad, de un viaje “sanador” del Papa a su tierra.
Por eso, si algunos tenían dudas en cuanto a este primer cara a cara de mañana entre los dos mandatarios con ideas de política-económica en las antípodas en cuanto a cómo enfrentar el flagelo del hambre y la pobreza, este primer encuentro fue una muy buena señal. Aunque nadie excluye que probablemente en ese cara a cara, que será a solas y tendrá lugar en la Biblioteca del Palacio Apostólico, sin flashes de por medio, el Papa podrá expresarle la misma preocupación manifestada por los obispos argentinos, alarmados por el aumento de la pobreza, el hambre, los comedores sin fondos, la alta inflación, la devaluación, etc, Jorge Bergoglio también escuchará los planes del flamante presidente. Un outsider de la política que cree que si está allí es porque “las fuerzas del cielo” lo quisieron, que tiene un mandato para cumplir y que Francisco escuchará con atención porque sabe, además, que es alguien que le ha devuelto a parte de los argentinos la esperanza de un futuro distinto, mejor.
Francisco escuchará con esa buena predisposición que tiene y tuvo con todos los mandatarios de su atribulada madre patria, que necesita diálogo, unidad, serenidad, y a quien intentará ayudar a salir adelante, más allá de cualquier diferencia ideológica. Como siempre el Pontífice -“pontifex” puente-, apuntará a superar lo que divide y buscar lo que une, por el bien de todos.