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Encontró algo que faltaba en Miami, apostó con un local y hoy atiende a 14

La inversión original para crear Bertoni Gelato, en 2002, fue de US$110.000; provee a unos cien restaurantes y hoteles

Julio Bertoni se sorprendió cuando supo que en Miami no había heladerías
Julio Bertoni se sorprendió cuando supo que en Miami no había heladerías
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“¿Estás loco? ¿Cómo no va a haber heladerías?”. Julio Bertoni, oriundo de Haedo, de familia de heladeros, estaba paseando en Miami en el 2000 cuando quiso tomar un helado y un amigo le advirtió que todos eran de supermercado. En ese momento vio una oportunidad. Pidió prestados casi la totalidad de los US$110.000 que invirtió en el primer local, empezó a crecer y hoy atiende 14 locales en Miami y tres en México. Está abriendo dos propios en Miami y uno en Nueva York.

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Tercera generación de maestros heladeros, sus tíos abrieron en 1952 Helados Pocho en Haedo, local que sigue abierto y a cargo de su primo, Héctor Emede. Bertoni comenzó allí a los 12 años. Y allí regresó de su paseo por Miami, para convencer a su primo: “Tenemos que emprender, tenemos que hacerlo. Vamos”. Un año después se radicó en Miami. Y a los pocos meses, también con la ayuda de su primo, abrió La Dolce Vita.

Renovamos compromiso

El nombre cambió después, porque ya estaba registrado. En 2007 quedó Bertoni Gelato. “Tuvimos la suerte de abrir en la pequeña Buenos Aires, donde ya había algunos locales argentinos, aunque en esos años la comunidad argentina no era lo que es hoy. De hecho, tuvimos que adaptar nuestros gustos a los latinos, hacer helados de mango, de papaya y, por supuesto, a los gringos”, cuenta Bertoni a LA NACION.

Tenía 35 años cuando abrieron el primer local. “A menos de un año devolvimos todo el dinero prestado -recuerda-. Teníamos cero, nada. Muchas ganas y la convicción de que funcionaría con las reformas que pusimos en marcha. Hicimos un gran laburo”, repasa.

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Al comienzo les fue complicado conseguir buenas materias primas para fabricar helado italiano artesanal. Requería, por ejemplo, pistacho siciliano, avellana del Piamonte y, obviamente, dulce de leche argentino. “Lo tuvimos desde el primer momento a ese sabor”, cuenta. Durante varios años importaron contenedores de la marca San Ignacio, hasta que empezó a conseguirse en Miami.

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“Desde el día que abrimos estaban el dulce de leche y el sambayon. Los argentinos nos los pedían -señala-. Hicimos el kínder para el paladar estadounidense. En el caso del dulce de leche, ellos se habían acostumbrado al de una marca local que en realidad hacían con el repostero y era caramelo. Antes de probarlo nos decían que era muy dulce. Hicimos un caramel para marcar la diferencia”.

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El "Dibu" Martínez, una de las figuras que visitó la heladería
El “Dibu” Martínez, una de las figuras que visitó la heladería

En la actualidad fabrican 25.000 kilos en promedio por mes. Durante un tiempo la marca también estuvo en los supermercados. “Competimos con grandes compañías, nos subimos al ring, pero decidí quedarme con los locales y con 100 clientes entre restaurantes y hoteles”. Los tres locales de México -dos en Playa del Carmen y uno en Cancún- los vendió a otro argentino que mantiene las recetas pero no la marca, ya que él le pidió cambiar el nombre.

Después del primer local decidieron invertir lo que ganaban: “Me animé, me hizo click la cabeza cuando vi un billete de US$20 de 1965. Ahí pensé ‘tienen el mismo valor hace tiempo’. Se me vinieron todos los pesos que pasaron por la Argentina, los bonos, todo. Trabajo igual que en la Argentina, pero acá hay más estabilidad”.

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El segundo local se inauguró en 2003 y al poco tiempo los convocaron del centro comercial Aventura Mall. “Después vinieron los otros centros comerciales. Ahora estamos preparando tres aperturas más”, dice. Las heladerías, asegura su dueño, se han convertido en punto de encuentro de argentinos. “Pasan muchos conocidos. Ya muchos son amigos también”.

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