A nadie sorprende que el gobierno siempre llegue a destiempo a los acontecimientos que se producen en Tucumán. Y es que nadie en el oficialismo local, ningún funcionario público y agente de seguridad se percató de un mal crónico para nuestra provincia, pero que ahora mutó en medio de cierta apertura de la cuarentena más larga del mundo. Y es que el motoarrebato se convirtió en la nueva pandemia que azota a Barrio Norte.
Ayer a la mañana, la periodista Mariana Romero, una de las profesionales que se solidarizó con Tucumán Despierta luego del ataque sufrido a nuestra página de Facebook, fue víctima de la nueva modalidad que adoptaron los delincuentes. Y es que, a sabiendas de que todavía los bares no están habilitados a recibir clientes dentro de sus instalaciones, los ladrones tienen como blanco de sus fechorías a las personas que consumen en las mesas del exterior.
Desconsolado llanto e impotencia de Mariana Romero tras el asalto: video
Y como la mayoría de este tipo de establecimientos, históricos y nuevos, que todavía continúan abiertos, es ubican en las cuadras de Barrio Norte, son los elegidos por las personas que quieren distraerse un poco del miedo al contagio y al estrés del encierro. Pero es justamente de esta distracción que se valen los motoarrebatadores para hacer de las suyas y captar un botín cada vez más preciado: los celulares de alta gama.
Y es que hoy por hoy es común que cada vez más gente lleve consigo aparatos, cuyo valor equipara al de una notebook debido a que son elementos claves para el trabajo. Esa información es manejada por los delincuentes que han visto limitados sus blancos en un año en el que la pandemia hizo que la gente se movilizara menos, sumado a la cuarentena que obligó a quedarse en casa junto con la imposibilidad de contar con el transporte público durante semanas.
Es por ello que los delincuentes están “más jugados” y se atreven a incursionar de modo veloz y violento en Barrio Norte para hacerse de un botín como el que representa un celular. Sin embargo, las autoridades municipales y provinciales no parecen darse cuenta de esto. Una vez más, tiene que ser el periodismo con su sensibilidad personal y su capacidad de anticipación el que debe dar cuenta de esta aggiornada modalidad de inseguridad.
A la falta de resultados efectivos que los intentos de las autoridades por tratar de prevenir esta modalidad delictiva generaron, se les una ahora la falta de criterio para anticiparse al accionar delictivo. Lo que manifiesta esta problemática es una falencia crónica de parte del Estado a la hora de la prevención del delito. Y es que contamos con autoridades que no entienden la particularidad del motoarrebato a la hora de producir terror entre los ciudadanos.
Y es que se intentó abordar el flagelo de los motochorros con todo tipo de iniciativas que por una cosa u otra jamás funcionaron. Y es que no alcanzan con controles a los conductores, ni operativos en los que se secuestran motos por falta de papeles, como estableció la ridícula ley antimotochorro. Sin funcionarios que estén a la altura de las circunstancias, será imposible poder abordar de forma eficaz la prevención y el combate a este tipo de delito.