¿Las entidades financieras no tendrían que estar entre las actividades esenciales en un país con tan baja bancarización? Sí, tendrían. Las colas del fin de la semana pasada y las de hoy, con cientos de personas agolpadas en las veredas en medio de la cuarentena, parecen demostrar que sí; que el esquema de bancos que ahora reabren, y que van a hacerlo incluso el fin de semana, tendría que haberse contemplado mucho antes.
Correr a abrir las ventanillas ahora es una medida tomada mal y tarde. Desgraciadamente no hay que esperar demasiado para saber el impacto que va a tener semejante agolpamiento de gente: el tiempo de incubación del virus es entre dos y 14 días.
Sólo en la provincia de Buenos Aires este viernes estaban autorizadas a ir a cobrar unas 915.000 personas beneficiarias del nuevo Ingreso Familiar Extraordinario (IFE) de $10.000. Hoy no se pagaban jubilaciones, según el calendario de Anses, que paga a nivel nacional (en la maraña de calendarios podría haber alguna provincial o incluso municipal). ¿Qué hacían los abuelos en los bancos? Una respuesta rápida es que todos aquellos jubilados habituados a cobrar con su DNI (sin tarjeta de débito) a los que la cuarentena agarró de sorpresa hoy fueron corriendo ni bien vieron que abría un banco.
Mucha gente, especialmente jubilados, creen que tienen que ir el día de pago, exclusivamente. No saben que “el día de pago” en realidad es el día de depósito de su haber en su cuenta. ¿Quiénes son los responsables de esa falta de comunicación y educación histórica?
En el conurbano, además, el combo es explosivo: pocos cajeros para la densidad de población que hay, comercios minoristas que sólo cobran en efectivo (a pesar de que es obligatorio aceptar débito) e informalidad de ingresos. El jubilado/beneficiario de AUH que completa su ingreso con una changa, hoy no la tiene. Fue a buscar la plata para comer, literalmente.
Exceptuadas
A las actividades ya exceptuadas por el Gobierno –en medio de un intento que las propias autoridades reconocen como de vanguardia para contener la pandemia– hoy se sumaron otras ocho, como los corralones, las curtiembres y las mutuales y cooperativas de crédito. Deberían estar los bancos. ¿Qué son las mutuales y cooperativas de crédito, a las que se les pide que atiendan con guardias mínimas al solo efecto de garantizar el funcionamiento del sistema de créditos y/o de pagos, sino bancos en miniatura con mucho peso en el interior del país?
¿Por qué no abrieron los bancos, entonces? Además de la interna en el Gobierno, que adelantó Infobae hace dos días, se suman el silencio casi total de las entidades que representan a los bancos –ni hablar de los directivos de las propias entidades– y el gremio que tuvo una postura intransigente al comienzo, pero que a su vez jura que los bancos nunca le pidieron abrir.
En el Gobierno, los dardos son entre varios. Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo, le apunta a los bancos y los trata de “lerdos”. Y, por elevación, también critica a Miguel Pesce, presidente del Banco Central. Cree que no está haciendo lo que debe en medio de la pandemia. Es el mismos argumento que usa Pesce en su contra. Pesce, además, se cruza con Alejandro Vanoli, titular de Anses, el pagador de jubilaciones y beneficios. Todos culpables, incluso quien debe coordinar ese gabinete económico y no lo está haciendo de la manera que corresponde.
“Esto inexorablemente iba a pasar, y si no se ordenan los pagos va a seguir pasando, si la gente no asume con responsabilidad que el que tiene una tarjeta de débito vaya al cajero automático”, asegura ahora por radio Sergio Palazzo, titular de La Bancaria. Palazzo, el más “albertista” de los sindicalistas, mira de reojo a Vanoli y su esquema de pagos. “Nos volvió locos para no abrir”, dice el dueño de un banco en off the record.
El verborrágico Eduardo Berrozpe, secretario de la Bancaria, parece que tiene más margen para hablar: dice que la culpa es de los bancos, porque no todos cumplen con el servicio de pagarle a los jubilados como “consecuencia de una medida nefasta que comenzó a tomarse hace cuarenta y cuatro años, cuando José Alfredo Martínez de Hoz dejó de considerar al sistema financiero como servicio público”.
Con una mirada bastante simplista Vanoli asegura ahora que “las colas tienen que ver con gente que antes estaba dentro del banco y ahora no puede hacerlo”. “Vamos a intentar que el sábado y domingo se puedan esparcir todos los pagos de marzo que no pudieron hacerse”, dijo, también por radio el titular de Anses. Los banqueros y varios en el Gobierno creen que armó un esquema de pagos “desquiciado”.
La urgencia así lo requería, debe pensar el último presidente del BCRA de Cristina Kirchner, pero minutos después siguió su raid mediático reconoció que lo que pasó era“absolutamente previsible” y que “es una situación muy preocupante. Habíamos solicitado que solamente fueran los jubilados que tuvieran la necesidad imperiosa de hacerlo de forma presencial”. Vanoli debe creer que la gente que no tiene para comer está en condiciones de atender esa “necesidad imperiosa”. ¿No vio lo que pasó el fin de semana pasado en el conurbano? ¿Nadie lo vio? Infobae lo destacó. Además, difícil no ver algo en tiempos de redes: los videos de Twitter le deben haber llegado por clipping.
Desde la oposición no se escucharon muchas voces aún. “La crisis no es excusa para la mala planificación. Los mayores de 65 son población de riesgo: si hay algo que no deben hacer es colas interminables fuera de casa. Hay mucho que no sabemos en esta crisis pero lo que se puede gestionar se debe gestionar y coordinar mejor”, dijo Alfonso Prat Gay, padre del “gradualismo” macrista y primer ministro de Economía de Cambiemos en Twitter.
Este texto tiene muchas preguntas. Las deben responder el Gobierno y los bancos. Hablar y tomar medidas intempestivas no es dar respuestas. Mucho más cuando está en juego la vida de los argentinos.