La distancia de la vicepresidenta con los problemas domésticos suele ser acortada por Máximo. Resguardado en una sombra, el diputado repara e interviene en varias de las facetas de la crisis. Está mucho en su oficina del Congreso, muy poquito en el recinto. Representa un puente permanente con su madre. Discuten, a veces, más de lo que se sabe. En esta hora tienen una coincidencia: el fastidio que le dispensan al Presidente.
Otros asuntos los enfrentan. Máximo dio la venia, por ejemplo, para el comunicado de La Cámpora que condenó la pasada dura represión policial en La Plata, en la previa a un partido de Gimnasia. “Esto no puede suceder en un gobierno peronista”, subrayó el texto. Sucedió. La postura digna de la mejor oposición trasluce el enfrentamiento creciente que el diputado sostiene con Axel Kicillof. También con el ministro de Seguridad, Sergio Berni.
Máximo debatió el conflicto con Cristina. Le pidió la separación de Berni. “Traé otro mejor y lo echo”, replicó la vice. No habría en ese desafío tanta defensa al ministro como resguardo a Kicillof. El gobernador está aferrado a Berni porque le aterra la posibilidad de una vacante en una fuerza compleja que tiene más de 90 mil efectivos. No es lo único. Al médico-militar se lo ve también con frecuencia en cónclaves de evaluación política que organiza el mandatario provincial.
El fondo de la cuestión entre Cristina y Máximo es, en verdad, la necesidad de no desestabilizar Buenos Aires si los pronósticos de la elección nacional continúan siendo esquivos para el Frente de Todos. Como ocurre con Berni, la vicepresidenta también azuza a su hijo con otro posible postulante competitivo para la Provincia al margen de Kicillof. Silencio del vástago. Crease o no, Axel conserva la fidelidad de un tercio del electorado bonaerense.
Casi no se le escurren votos cristinistas. Es, por otro lado, el dirigente que monitorea los pasos del ministro de Economía, aquí y en el exterior. Empuja ahora un plan de shock basado en un congelamiento general para atacar a una inflación que no da tregua. Ni a Cristina ni a su hijo les resulta sencillo abordar la gestión Massa. El ministro de Economía pone a prueba la resistencia del relato kirchnerista.
Con muchas dificultades, ejecuta un ajuste ortodoxo donde los puntos salientes son la reducción del gasto y la tendencia contractiva de la economía. Cristina y Máximo contienen, por ahora, a quienes insinúan una insurrección. Pablo Moyano repitió que la inflación es insoportable. Lo que piensan la vice y el diputado. En alusión al ministro advirtió que habrá que escuchar qué sucede en la marcha del 17 en la Plaza de Mayo.