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“Cierro y voy”: Agustín, una tumbera en el Rapipago y el café que nunca llegó

Eran las 20.55 cuando en el local de la calle Marcos Paz primera cuadra, el joven de 34 años le pidió un cortado a su madre Nely: “Estaba preparándole el café cuando sentí la explosión”. ¿Qué pasó?

Agustín Y Nelly
Agustín y Nely. Tenía 34 años.
Descacharreo

“No se llamaba Agustín. Se llama. No se llamaba. Para una madre, se llama. Mi hijo se llama Dante Agustín Ferrari Pacheco. Le decían Agustín. Tenía 34 años cuando lo asaltaron”.

Nely Pacheco recuerda como si fuera hoy lo sucedido hace casi cuatro años: la noche del 29 de diciembre de 2016, en el Rapipago de la calle Marcos Paz 4, donde su hijo Agustín atendía el cobro mientras su madre Nely y otro empleado de confianza vendían aparatos y accesorios de telefonía celular.

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“Eran las 20.55 cuando entraron dos personas desconocidas. Ya estaba un cliente con su hija con síndrome de down. Mi hijo Agustín siempre tuvo sensibilidad por los niños. Yo estaba en la cocina. Agustín estaba cansado cuando me llama: ‘Mamá, ¿por favor me podés hacer un café?’”

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“Preparo los dos cafés porque yo también estaba cansada. Le digo: ‘¿Que ya cerraste? Vení a tomar el café que ya está listo’. No sé por qué me da un abrazo y me dice: ‘Ya vengo a tomar el café. Voy a cerrar. Cierro y vengo’. Pero no volvió más”, relata Nely al diario el tucumano, sin pausas.

“Cuando estaba por llevarle por el café veo que el otro empleado viene a esconderse a la cocina, siento gritos, forcejeos y la explosión del arma: ‘¡Agustín!’, alcanzo a decir. Le habían disparado con una tumbera. Los había descubierto metiendo todo en una bolsa. Pero se sacó cuando le apuntaron a la nena con síndrome de down. En ese momento fue que forcejearon, se tomaron a golpes, y recibió el tiro en la ingle”.

“La bala hizo destrozos. Le dio en la vena inguinal. Llegó a venir a sentarse a la mesa de la cocina y me decía: ‘Se han llevado todo, mamá. Todo se han llevado’. Luego supe que tenía la pelvis rota, los intestinos comprometidos. La bala se abrió como la cola de un pavo real. Tenía perforada la vejiga y el recto”.

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En la cocina de la casa convertido el frente en negocio de Marcos Paz primera cuadra, Agustín insistía en la recaudación: “Todo se han llevado”. Lo recuerda Nely: “Olvidate de la plata, hijo. ‘¿Vos estás bien?’. Para no preocuparme, él me responde: ‘Sí, estoy bien’. En ese momento me acuerdo que tenía dos hierros en el fondo. Todo lo que te cuento fue una cuestión de segundos. Me voy a buscar los hierros y salgo a buscar a los ladrones. Alcanzo a verlos yéndose. Estaba con los hierros en la mano. ¿Qué podía hacerles yo con los hierros?”

“Cuando vuelvo a la cocina, el otro empleado seguía escondido en la cocina y ya veo la sangre de mi hijo. Pido socorro. Lo llevamos en la ambulancia. Y durante el traslado de urgencia lo único que me repetía era: ‘Mamá, te quiero mucho, mucho’”.

“Cuando lo operan a Agustín, salí. Yo fui ayudante de enfermería 32 años. El médico me conocía y me pregunta: ‘¿Qué hacés acá?’ Le cuento que estaba mi hijo internado, lo revisa y me dice: ‘No te voy a mentir. Le han destrozado la parte baja intestinal, también los pulmones. Hay que buscar una cama en terapia: Agustín está grave”.

El miércoles a la noche ingresó a terapia intensiva, el jueves y el viernes el cuadro empeoró, el sábado hizo un paro cardiorrespiratorio: el 29 de diciembre falleció. Antes, le quisieron sacar la sonda. Le dije: ‘Agustín, soy tu mamá, ¿me reconocés?’ Con la cara me hizo que sí. Le dije: ‘Te van a sacar la sonda para que puedas respirar’. Y con la cara también me dio a entender: ‘Ya no, mamá. Ya no’”

Enterrado el 31 de diciembre de 2016, Dante Agustín Ferrari vive en la lucha de su madre Nely y su pedido de Justicia. El próximo 29, exactamente a cuatro años de su trágico desenlace, Nely estará en la última marcha masiva de las madres del dolor: “Desde que mataron a mi hijo, yo peregriné sin conocimiento de leyes, estando sola. Era mi único hijo”.
“No tengo personas incriminadas en el asesinato de mi hijo. El camarista le dio el sobreseimiento a los tres incriminados, quienes estuvieron 70 días con la preventiva. Las cámaras no estaban filmando y fueron peritadas en Buenos Aires y quedaron ahí. Voy a luchar por tener la querella. Hace un año salgo junto al señor Villegas, el padre de Valentín, con quien estamos haciendo una fundación que tendremos en marzo. Con la fundación vamos a obtener una querella”.

Tucumán desborda en sus calles y peatonales. Se avecinan las Fiestas más atípicas que hayamos vivido y las colas en los Rapipago obligan a salir hasta la calle con un paraguas para el sol. Los locales de telefonía celular siempre son una de las opciones más buscadas. Si aquella noche del 29 de diciembre de 2016 nunca hubiera ocurrido lo que ocurrió, quizás hoy Agustín estaría cobrando boletas de luz y gas antes de que se corte el servicio o vendiendo celulares para el árbol de Navidad.

“No es porque sea mi hijo. Pero era un hombre bueno, honrado, trabajador y honesto. A mí me duele tanto lo que ha pasado. Agustín se metió porque le estaban apuntando a la niña con síndrome de down. ‘Qué macana me mandé, mamá, ¿no?’, me decía. No creo que exista el crimen perfecto. ¿Cómo puede ser que el crimen de Agustín Ferrari Pacheco sea perfecto? Yo lo único que quiero es Justicia por mi hijo. Es lo que me da fuerzas para vivir cada día. Pero estas fechas son terribles para mí. No tengo Navidad, no tengo Año Nuevo. Sin él, ya no tengo nada. Solo quiero justicia por mi hijo. Nada más. Nada menos”.

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