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Cuando la crisis obliga a cambiar lo que comemos: qué ajustes hacen los tucumanos

Las familias consumen menos verduras, frutas y carnes y más harinas. Cómo impacta esto en la alimentación saludable.

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CADA VEZ MENOS. Los tucumanos dejan de lado las verduras y las frutas y las reemplazan por galletas o panes. LA GACETA / FOTOs DE franco vera
Descacharreo

Julia Salinas vive junto a sus tres hijos en barrio Oeste II. La mujer, de 36 años, que es empleada de una feria en el centro, cuenta que hace malabares cada día para pensar comidas distintas y para que la plata alcance hasta fin de mes. “Últimamente lo que más hacemos para comer es guiso”, dice la mujer, mientras hace las compras en un súper. En el carro hay más que nada harinas (pan, galletas, fideos y arroz). “Es lo que más rinde y llena”, apunta. “Verduras y frutas compro lo mínimo indispensable. De carnes ni hablemos. ¡Somos vegetarianos obligados!”, resume.

Su caso no es aislado. Por la crisis, cada vez más familias se ven obligadas a hacer ajustes en la comida que prepara. Según los especialistas, a raíz de una inflación que no da respiro a los bolsillos hay un notable deterioro en la calidad de lo que se consume y esto, a largo plazo, puede perjudicar la salud.

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¿Cuáles son los ajustes en comida que hace la gente y que pueden afectar la alimentación saludable?

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“Evidentemente los problemas económicos están impactando cada vez más en lo que ponemos en el plato. Lo primero que sale son las frutas y verduras. Luego, las carnes y el queso. Y aumenta el consumo de harinas, que es lo más económico. También de azúcares y de grasas”, sostiene el médico nutricionista Raúl Valdez.

Coincide con él la licenciada en Nutrición Lucía Vallejo Trejo: “la crisis afecta la alimentación. Y esto perjudica la salud de la población, porque va disminuyendo la calidad de nutrientes importantes que incorporamos al organismo, ya sea por el precio y también por la disponibilidad y la accesibilidad. Por ejemplo, baja el consumo de frutas y verduras y, por lo tanto, disminuye el aporte de vitaminas, minerales y fibras”.

También quedan afuera del carrito las legumbres, los cereales integrales, aceites y frutos secos. “En cuanto a la carne, los consumidores suelen reemplazar estas proteínas de alto valor biológico por fideos y arroz. También baja el consumo de los lácteos, lo cual es un problema, porque contienen calcio, algo fundamental para los niños y las mujeres, más aún en la menopausia y en la edad fértil. Estos nutrientes no se pueden reemplazar por ningún otro grupo de alimentos”, remarcó la profesional, y sostuvo que estamos ante una situación crítica desde el punto de vista de la alimentación saludable.

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En primera persona

“Uno se acomoda como puede. Pero no quiere decir que no duela. Extrañamos desde los asados hasta el bife con ensalada o la milanesa. Hasta resignamos la pasta rellena. Antes eran comidas de una vez o dos veces a la semana, y ahora es una vez al mes con suerte”, explica Cecilia Cortez. Trabaja en una farmacia y tiene cuatro hijos. Su esposo es empleado de comercio. Frente a la góndola de los lácteos, reniega: “ya nos olvidamos del yogur por pote, llevo el de litro o una chocolatada que ni siquiera aclara si tiene leche”. “Las frutas están caras. Hay que elegir lo que llena más y es más barato; es simple”, resume mientras se lleva paquetes de galletas en oferta al 2×1.

Marcos, cajero del supermercado, reconoce: “lo que mucha gente gana hoy alcanza para lo más económico: pan, papa, harina, azúcar, fideos, arroz y galletas”. Aunque le llama la atención un dato: en los carros no suele faltar la bebida azucarada.

El problema de las crisis y de la necesidad de llenar el plato como sea, apelando más que nada a las pastas y arroces, son las consecuencias, apunta Valdez. Mucho más teniendo en cuenta el contexto actual de nuestro país, donde cada vez se hace más visible el sobrepeso y la obesidad. Es algo que atraviesa todas las edades y las clases sociales, señaló.

El nutricionista explicó que según los últimos estudios realizados en el país aumentó la prevalencia de sobrepeso, obesidad y diabetes. “Y también, como consecuencia, aumentaron las enfermedades crónicos. Los costos que tiene para la salud la mala alimentación son altísimos”, recalcó. “Estamos viendo cada vez más casos de chicos con diabetes de tipo 2, que es una enfermedad más común en los adultos”, contó preocupado.

La Segunda Encuesta de Nutrición y Salud (Ennys), realizada por el Ministerio de Salud de la Nación, muestra que el 68% de los adultos tiene exceso de peso (el sobrepeso comprende un 34% e igual porcentaje presenta obesidad).

Consejos

¿Se puede comer sano o es misión imposible cuando la plata alcanza cada vez menos para llenar un carrito?, le preguntamos a los especialistas.

Lo primero que comentaron es que una de las consecuencias de la crisis económica son las ollas que contienen guisos de fideos o arroz, que son calóricos y muy llenadores, pero que tienen pocos nutrientes esenciales.

Pero hacen una aclaración: sí se pueden hacer guisos más saludables, poniendo legumbres, verduras y un pedazo pequeño de alguna carne que esté de oferta. “La legumbre es algo que pocas veces se tiene en cuenta. No son caras y son fuente de proteínas”, sostuvo Valdez.

Otro consejo que da es comprar siempre las frutas y verduras de estación, que son las más accesibles.

“Se puede elegir el corte de carne más económico, ya sea de vaca, cerdo o pollo. Y alternar el consumo de estas carnes con el de otras proteínas más económicas. Los huevos, por ejemplo, son alimentos de alto valor biológico. Un huevo más dos claras sería una porción interesante de proteínas”, señaló Vallejo Trejo.

Por último, remarcó que es necesario destinar un porcentaje del dinero para el consumo de lácteos, ya que es muy importantes que estén presentes más que nada en las dietas de los niños, mujeres en edad fértil y en la menopausia.

“Siempre lo mejor es planificar los menúes. Y seguir esta guía: un plato saludable tiene la mitad de verduras, algo de proteínas (pescado, pollo o huevo, por ejemplo), arroz, fideos o papas, cereales y aceite, que puede ser de oliva o de girasol o maíz”, aconsejó Valdez.

A la par de la crisis económica, también hay fabricantes que bajan la calidad de los productos o ponen sustitutos y en algunos casos compramos cosas pensando que tienen nutrientes importantes y esto no es así. Por eso, Valdez recomienda leer bien las etiquetas. “Hay que ver realmente la composición de los alimentos”, remarcó. Por ejemplo, hay productos que dicen untable o rallado, pero sin la palabra queso en el paquete, ya que están hechos con fécula de maíz y suero. También hay mantecas con aceite hidrogenado que no son las más recomendables.

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