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Cumplió el sueño de tener su motorhome y viajar sola por la Argentina: “Agarré la ruta y sentí que el mundo era mío”

Lía Pinciroli es viuda, tiene 62 años y tres hijos quienes la apoyaron en este proyecto desde el principio, cuando muchos le dijeron que estaba loca. “El recuerdo de su infancia y adolescencia con sus padres y hermanos en una casa rodante que inspiró este proyecto. Dice que bajo el cielo, su motorhome es su hotel mil estrellas y que prefiere estacionar en medio de la naturaleza para disfrutar de los paisajes

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Lía Pinciroli disfruta de la naturaleza, sola o en compañía de sus hijos o alguna amiga
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Le dijeron que estaba loca, pero siguió adelante con su proyecto y lo hizo realidad. Lía Pinciroli, de 62 años, viaja sola por el país -y a veces con sus hijos- en su motorhome.

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La mujer es geselina, pero desde hace muchos años vive en Córdoba capital y es comerciante. Se dedica al turismo durante el verano, en unas cabañas de alquiler. Tiene tres hijos grandes, de 34, 31 y 27 años, y no está en pareja.

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Desde los 12 hasta sus 24, Lía disfrutó de vacaciones con sus padres en una casa rodante. Y esa experiencia le quedó grabada a fuego. Más tarde continuó compartiéndola con sus dos hermanos, y sus hijos tuvieron la oportunidad de conocerla y viajar tal como lo hizo ella de chica. Aunque buena parte del tiempo Lía estuvo lejos de la Argentina, viviendo sus primeros años de casada en España, hasta 1992.

Lía Pinciroli en la casa rodante de los padres, con su hermano Pablo, aproximadamente en 1976Lía Pinciroli en la casa rodante de los padres, con su hermano Pablo, aproximadamente en 1976

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Lía quedó viuda joven, a los 47 años. Vivió en Capital y más tarde se instaló en Córdoba, el lugar que eligió para vivir. “Cuando me agarró la pandemia me replanteé un montón de cosas. Por lo menos para mí fue impresionante”, revela. Le sucedió que en plena pandemia, cuando estaba por cumplir 60, le dijeron ‘habrá que festejar’, y ella, que no es muy de las fiestas, había empezado a hacer una lista cuando se dio cuenta de que no iba por ahí. Y le dijo a sus hijos, con quienes durante se tiempo estuvieron muy unidos, compartiendo mucho tiempo juntos. “No es esto”, les dijo. “Bueno vieja, ¿qué es lo que te gustaría?”, le preguntaron. “Cumplir mi sueño. Tener una casa rodante”, explica. Y ellos, según su madre, que tienen el mismo nivel de locura que ella, la apoyaron desde un principio. La alentaron: “Dale mamá”. Actualmente su hijo vive en Córdoba, la hija mayor en San Martín de los Andes y la mediana, que es madrileña, en su ciudad de nacimiento, pero está por volverse a la Argentina.

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Un recuerdo de la vieja casa rodante. En la foto se ven dos de los hijos de LíaUn recuerdo de la vieja casa rodante. En la foto se ven dos de los hijos de Lía

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Lo siguiente fue ver si llegaba con los ahorros. Fue a una automotriz del tipo de vehículo que buscaba y le dijeron que no había nada y pidió que le avisen. Fue todo tan fácil que la llamaron cuando todavía no había llegado a su casa. “Les había entrado una camioneta y en la semana la tenía en la puerta de mi casa y no sabía qué hacer con ella”, cuenta sobre el sueño que cumplió hace tres años.

Todo su entorno, a excepción de sus hijos, se asustó. “Lo primero que te dicen es ‘¿vos estás loca? ¿Vos no pensaste en que sos una mujer sola? Los líos en los que te vas a meter sin saber de mecánica. Mirá si te agarra algo en la ruta, si te da un ataque”, recuerda. Además de que sus hijos la respaldaron, Lía confiesa que no escuchó a nadie, porque no suele hacerlo. Estaba convencida y era su sueño. “Aparte, yo siempre digo, si no va, volvés atrás y la vendés”, argumenta.

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Lía Pinciroli en su espacio para la cocina, donde siempre tiene las mejores vistasLía Pinciroli en su espacio para la cocina, donde siempre tiene las mejores vistas

Sus hijos participaron activamente de todo este proyecto en diferentes aspectos. Su hijo Iñaki la acompañó a varios lugares para camperizar. “Ahí me enteré que la palabra es camperizar y que lo que yo tenía era una motorhome, en vez de una casa rodante”, cuenta con humor. Le hicieron un montón de propuestas, entre ellas agrandar el vehículo, pero su hija, la arquitecta, le sugirió que no hiciera modificaciones para mantener la aerodinámica por su seguridad. En otro lugar le dijeron que la ampliara para que pudiera alojar seis personas. Y ella les explicó: “No, quiero viajar sola”. Dice que la miraron raro.

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Y llegó el día en que ya tenía su motorhome lista, con todas las comodidades, empezando por el baño que le diseñó su hija mayor, la arquitecta. Dispone de agua, calefón, heladera, cocina y paneles solares, además de un generador, que trata de no usar porque le molesta el ruido. Su hijo Iñaki también le puso mano: “Bumpers, luces por todos lados, gomas tipo 4×4″, detalla.

El primer viaje que hizo fue a Villa Gesell, con dos de sus hijos para visitar a sus hermanos, sus compañeros de aventuras de la infancia. “En la primera esquina ya me tragué un cordón”, cuenta la mujer que para manejar ese tipo de vehículo no requirió de licencia profesional. El viaje hasta la costa lo recuerda como maravilloso, pero todavía faltaba lo más emocionante: viajar sola.

“Ahí llegó mi realidad. Después de quedarme tres días, empezaba mi primer viaje sola. No te puedo explicar el miedo que tuve los primeros diez minutos hasta que fui a cargar gasoil”, asegura.

Lía Pinciroli descansa en estaciones de servicio mientras está en tránsito y en destino prefiere estar frente a una playa o un lago, si es que puede hacerlo, que ubicarse dentro de una parcela de campingLía Pinciroli descansa en estaciones de servicio mientras está en tránsito y en destino prefiere estar frente a una playa o un lago, si es que puede hacerlo, que ubicarse dentro de una parcela de camping

Se despidió de su familia con destino a Playa Las Conchillas, un lugar que ama en Río Negro. Y esa acción tan simple como ir cargar gasoil a un kilómetro, le reflotó el bombardeo de comentarios negativos que había recibido, el “vos estás loca”, “te va a pasar algo”. Hasta llegó a decirse “sos una caprichosa grandota. ¿Qué estás haciendo?“. Finalmente, cargó combustible y se fueron los miedos. “Se fue todo. Agarré la ruta y sentí que el mundo era mío cual adolescente. No paré más. Te juro que no paré más”, expresa.

— ¿Cómo te organizas para viajar? ¿Viajás de día? ¿Dónde parás?

— Mientras hago un trayecto, suponte que tenga que ir de Córdoba a San Martín de los Andes. Son 1600 kilómetros. Pienso más o menos en dónde dormir. Si estoy en tránsito duermo en estaciones de servicio, lo más nuevas posibles, lo más iluminadas. Cargo gasoil y les digo que estoy cansada y si puedo dormir ahí. Siempre me dicen que sí. La gente es maravillosa. Me piden que me acomode donde están los camioneros y estos son súper atentos. Lo que tenés que hacer es seguir sus códigos. Fijate en la ruta que cuando duermen todos miran para el mismo lado. Es porque a la mañana van arrancando y se van yendo. Entonces si vos te ponés en contramano de ellos, estorbas, molestas. Hay que ordenarse nada más.

Lía Pinciroli disfruta de los amaneceres frente al mar, mientras se prepara un rico desayunoLía Pinciroli disfruta de los amaneceres frente al mar, mientras se prepara un rico desayuno

— ¿Las personas son solidarias en el camino?

— Siempre súper respetuosos. Siempre que me he bajado de la camioneta me saludan. Me preguntan si necesito algo. De la ruta lo único que puedo hablar son maravillas, porque si he pinchado la goma, me han ayudado. Ahora en San Martín de los Andes, en el lago Meliquina, en el ripio reventé una cubierta. No pasaba nadie, nevaba y llovía. Pasó una camioneta. Paró el pobre flaco y se embarró. El cricket no entraba y hubo que ponerle maderas. Un guardaparques lo ayudó. No es obligación. Pueden tranquilamente mirar para otro lado. Y nadie mira para otro lado. Me han ayudado en todos lados.

— ¿Y cuando llegás a destino dónde parás?

— Yo trato de disfrutar esta Argentina divina y de la naturaleza. No estoy en contra de los campings, pero si voy a uno hay una casa rodante al lado de la otra y quizás no tenés la mejor de las vistas. Entonces yo trato de ir al lago donde está permitido, la playa, donde me dejan. En los parques nacionales estás obligada a ir a campings. Pero hay dos tipos de campings, uno organizado y otro no organizado. Trato de ir al no organizado. ¿Por qué? Porque tienen parcelas gigantes, que tienen las mejores vistas.

Lía Pinciroli cuenta todo lo que hace en sus viajes en una cuenta de Instagram llamada Mechando viajesLía Pinciroli cuenta todo lo que hace en sus viajes en una cuenta de Instagram llamada Mechando viajes

— ¿Qué hacés durante el día?

— Salgo a caminar. Por ejemplo, un día en Las conchillas. A la noche me prometo que voy a dormir, que no me voy a levantar para ver el amanecer porque ya lo vi siete veces. Por supuesto que no cumplo. Apenas veo en el mar que está saliendo el sol, me pongo un suéter, unas medias y me voy a la orilla. Me saco las medias, meto las patas en el agua. Siento que el mundo me pertenece. Camino. Me hago un mate cocido. Me quedo hasta que el sol está allá arriba. Junto caracolitos, los selecciono. También me gusta escribir lo que veo, lo que me pasó, lo que me cruza por la cabeza.

— En estos viajes en solitario ¿en algún momento sentiste algún tipo de angustia o todo es una experiencia liberadora?

— No, es todo liberador. Cuando llego a lugares que no me gustan, no me preguntes por qué. No es que no me guste el paisaje. A veces siento que no tengo que estar ahí. Y me voy. A esta altura de mi vida quiero estar donde me sienta bien.

Además de viajar en casa rodante cuando era chica, con su familia también aprendió a pescar. En Villa Gesell, cuando eran chicos, salían de la escuela y se iban a la playa a pescar. “Me encanta tirar el mediomundo. Mis hermanos pescan truchas. Yo también. Me hicieron una caña. Tengo anzuelos para pejerrey, para trucha. Y es hermoso. A veces, no sé, en Las conchillas saco tres pejerreyes y es mi comida”, cuenta.

Lía Pinciroli ama la naturalezaLía Pinciroli ama la naturaleza

Miedo nunca tuvo. Si está en lugares apartados, está atenta a todas las medidas de seguridad. Cámaras. Alarmas y sensores. Si tiene que irse, puede hacerlo rápidamente. Lleva gas pimienta, solo por llevar, pero asegura que duerme muy tranquila.

Su inversión le cambió el estilo de vida, porque después de los meses laborales del verano, viaja todo el tiempo. Dice que mucho no gasta. Que lo requirió un gran gasto fue la compra del motorhome, eso sí. Ya visitó los Esteros del Iberá, Entre Ríos, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, montones de veces. “Yo repito mucho a Catamarca. Debo haber ido cuatro o cinco veces a Río Negro, a muchísimos lados. Buenos Aires, La Pampa. Muchos. Este año fui Lima, Perú, pasando por Chile. Hice 9500 kilómetros. En marzo, cuando termine mi trabajo, quiero ir a El Chaltén”, proyecta.

Lía Pinciroli en el volante, rumbo a alguna de sus aventuras por la Argentina y también países de Sudamérica. Este año llegó a PerúLía Pinciroli en el volante, rumbo a alguna de sus aventuras por la Argentina y también países de Sudamérica. Este año llegó a Perú

Su último cumpleaños lo festejó en Pichi Traful, cerca del camino de los Siete Lagos. Hizo un cordero para muchos amigos. “Me gusta compartir y agradecer todo el tiempo las cosas hermosas que me está dando la vida a esta edad”, destaca. Y agrega: “Lo que pasa es que nacemos con mandatos. Ya te digo, hace 30 años pensaba que a esta edad era como mi decadencia. Nunca pensé que iba a estar así, entusiasmada, con ganas”, reflexiona.

Lía cuenta todo sobre sus viajes y da tips a sus seguidores interesados en sus recorridos, tipo de vehículo y quieren seguir sus pasos. Gracias a la ayuda de sus otros hijos, la mediana que es publicista y el más chico que estudia diseño y animación digital, llevó toda su historia a su Instagram @Mechandorutas. El nombre se debe a la marca del vehículo y su estilo de vida en las rutas.

Sorprendida de sí misma, ya que nunca imaginó que viajaría tanto, cuando termina una aventura, inicia otra. Sus jóvenes seguidores le dicen que los inspira y que el día de mañana les gustaría hacer lo mismo. Muchas mujeres le piden consejos, a Lía, que se encaprichó, sí, con ser libre y asistir cada día al espectáculo de la naturaleza.

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