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El apodo de “títere” le quedó chico

Para el kirchnerismo, todos tienen la culpa de la pandemia, menos ellos. El presidente está jugando con fuego, el clima social es de bronca absoluta, y hay serios intentos de rebelión ante las medidas anunciadas

alberto fernández
Alberto Fernández | Télam
Descacharreo

En estas últimas horas, el presidente Alberto Fernández confirmó que está aislado en todo el sentido de la palabra, y que el Covid-19, le hizo perder incluso, el olfato político. Su comportamiento evidenció una enorme distorsión de la realidad y una soledad patética ya que no parecería que el presidente esté a cargo del Poder Ejecutivo. Se podría agregar que hasta ahora, el peronismo con Alberto Fernández es un recuerdo del pasado secuestrado y sometido por Cristina Kirchner.

De hecho, el propio Fernández se auto percibió abandonado, irónicamente, el otro día cuando dijo que estaba solo “como loco malo”. En la noche de los anuncios de las nuevas restricciones, el presidente demostró en que lo han convertido. A esta altura la palabra títere no alcanza. Las torpezas que cometió, son producto de los despojos del político que fue. Cristina Kirchner lo vació de autoridad y también de dignidad.

Fumigación y Limpieza

Expertos de todo el mundo y estadísticas del propio ministerio de Educación, certificaron que los contagios en la escuela fueron ínfimos, casi inexistentes. Sin embargo, el presidente ordenó por un decretazo inconsulto cerrar las aulas en toda el Área Metropolitana. Llegó al delirio de decir que los chicos jugaban a intercambiarse los barbijos. En ese mismo momento dejó colgados del pincel a su amigo y responsable del área, Nicolás Trotta.

Movilidad Urbana
Nicolás Trotta

Y es que él había dicho públicamente, todo lo contrario, es decir, que los colegios son los último que se cierra y lo primero que se abre. Como si esto fuera poco, en otro claro atropello inconstitucional, el presidente anunció que fuerzas de seguridad federales van a hacer cumplir su orden de virtual toque de queda y circulación prohibida a partir de las 20 horas. Y la insólita presencia de las Fuerzas Armadas en las calles de la ciudad.

Dijo que era para asistir en lo sanitario. ¿Qué van a hacer los oficiales uniformados del Ejército, por ejemplo? ¿Repartirán alcohol en gel? Claramente, se militariza la ciudad, por más que no porten armas, como una manera de meter miedo. La propia presencia de los camiones y el personal militar, además de la Gendarmería, es disuasiva e intimidante. Fernández, a sola firma y sin dialogar con nadie, en la práctica produjo una intervención federal.

Disfrazada, sí, pero intervención al fin que dinamita la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires. Es una usurpación y un recorte de derechos y eso solo se puede hacer por ley del Congreso. En su irresponsabilidad, el presidente está jugando con fuego. El clima social es de bronca absoluta, y hay serios intentos de rebelión antes las medidas anunciadas. Cacerolazos de los ciudadanos, movilización de los padres y alumnos a las puertas de quinta de Olivos.

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cacerolazo olivos

Pero también, protestas de los gastronómicos y hasta, cortes de calles de los piqueteros más radicalizados de la izquierda. Es un cóctel explosivo. Material inflamable que hay que tratar con mano de seda. Es que todos notan la desesperación por la falta de vacunas, de testeos y de capacidad de planificación. La patética soledad se hizo peligrosa institucionalmente ante el rechazo de varios gobernadores de las provincias más grandes a seguir sus indicaciones.

Pensar que Alberto Fernández dijo que iba a ser el Presidente de los 24 gobernadores. Y al otro día se convirtió en la mascota de Cristina Kirchner. Fue tan obscena su incapacidad que hizo enojar a gran parte de la comunidad sanitaria cuando los acusó de relajarse y a otros países a los que acusó de “acaparar vacunas”. Alberto no pegó una. Ante la opinión pública su imagen sigue cayendo a pique porque lo ven como un vocero de la vicepresidenta.

cristina acorralada

Alberto Fernández nuevamente culpó a los ciudadanos por el aumento de casos de Covid, que según él serían los responsables del aumento de casos. También a las escuelas, que decidió cerrar, aunque ayer nomás dijo que iba a ser lo último en cerrarse, sin importar que los datos muestran que el contagio no está en las aulas. Como de costumbre no hizo mención alguna de la falta de vacunas, ni de los anteriores anuncios de 20 millones de vacunados antes del abril.

Tampoco habló del vacunatorio vip que todos los días suma nuevos casos. Es decir, la culpa la tienen todos menos el Gobierno, como si cumpliera con la campaña de vacunación de forma eficiente, por ejemplo. Como si la catástrofe sanitaria, la hecatombe económica y la inseguridad galopante no alcanzaran, Alberto desafió a Larreta a una pulseada política. Está claro que Fernández quedó contra las cuerdas, confundido y en medio de una patética soledad.

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