Las últimas medidas del Gobierno son la muestra más cabal de que no tienen nada más para ofrecer. La gestión del presidente Alberto Fernández poco ha hecho hasta aquí y poco es lo que le queda por hacer. El nuevo esquema cambiario muestra la inconsistencia y el gran desorden de la economía argentina.
Reconocer un tipo de cambio más elevado para determinadas exportaciones implica también el reconocimiento de que el valor del dólar oficial es una estafa a los que producen y un gran negocio para aquellos que importan y logran obtener las autorizaciones que se requieren por parte del Estado para poder hacerlo.
Además, cabe mencionar que este nuevo tipo de cambio generará un impacto directo en la inflación: el aumento que generará en el precio del maíz y la emisión monetaria derivada del nuevo tipo de cambio impactará de lleno en el nivel de precios especialmente en el rubro que engloba los alimentos.
Los precios de la economía argentina no solo sentirán una presión adicional por el nuevo esquema cambiario que favorece a un grupo de exportadores: sino que además la dinámica de precios también tendrá su impacto porque el flamante esquema encarece los productos importados.
Los nuevos impuestos que impactan en los servicios y bienes que provengan del exterior tendrán un impacto en el mercado interno que aún resulta difícil de predecir ante tantas complicaciones que acumula el comercio exterior que ya han obligado a todos a fijar precios en un contexto de escasez y absoluta incertidumbre.
Resulta extraño que el FMI haya aceptado estas medidas como únicas y suficientes para liberar los fondos que necesitamos para no perecer con los próximos vencimientos con el organismo de crédito, acuerdo que, dicho sea de paso, aún no se encuentra plasmado en ningún oficializado.
Parece que las reformas estructurales, de fondo o que permitan mayor sostenibilidad en el tiempo en materia de déficit fiscal, reservas e inflación no le importan a nadie. Atravesar estos meses hasta que finalmente culmine el mandato del Presidente Alberto Fernández con la menor cantidad de sobresaltos económicos posibles parece ser el único objetivo de todos.
Ni el gobierno ni el FMI tienen mucho más para ofrecer en estas condiciones. Algo más de dos semanas nos separan de las elecciones PASO. Tal vez no signifiquen demasiado o tal vez lo signifiquen todo, sin embargo, nadie lo sabe aún. Lo cierto es que el gobierno parece no tener mucho más bajo la manga más que lo que viene haciendo desde hace mucho.
Es decir, intentar terminar los cuatro años de gestión con la economía en terapia intensiva, pero aún con signos vitales. El objetivo parece difícil de cumplir. Mientras la sociedad espera por lo desconocido, la inflación y la pobreza avanzan ante una dirigencia política que no parece estar a la altura de la realidad que todos tenemos por delante.