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El “relato” kirchnerista está agotado

El país no tiene gasoil, la economía se frena, la inflación se descontrola y los aviones aterrizan sin que sepamos bien quienes son. Esta es la triste realidad a la que nos ha traído el populismo y de la cual no vemos la hora de salir mientras la pobreza avanza sin freno hacia un futuro absolutamente indescifrable

cristina y alberto
Descacharreo

En la semana que se fue para nunca volver, los tiempos parecen haberse acelerado. Nadie está convencido aún si ha sido negligencia, impericia o simplemente fuego amigo del gobierno. Lo cierto es que el país estuvo en estos días inmerso en múltiples tensiones financieras que dieron muestra una vez más, del nivel de desprolijidad y precariedad que imperan en el manejo de la economía argentina.

Transcurrido mayo, es decir apenas dos meses después de firmado un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, las señales preocupantes se acumulan, tanto en lo macro como en lo microeconómico, trayendo a la memoria eventos del pasado con desenlaces traumáticos. El pasado no se repite -al menos de la misma forma- pero las señales que revelan un aumento del desorden están a la vista.

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Preocupa tanto la situación de volatilidad que vive el sector financiero local como el nivel de falta de percepción que tiene la política argentina en relación a los problemas que acechan hoy a una sociedad que está agobiada por la economía y las peripecias que se deben hacer de manera cotidiana para intentar sobrevivir. En ese marco, siempre se supo que el actual presente era inevitable.

Es decir, el colosal déficit fiscal que nos acompaña desde hace décadas las cuentas públicas y el descrédito creciente en un gobierno que ni siquiera tiene un plan económico que goce de cierta coherencia, terminaron de convertir la actualidad económica en un coctel explosivo. Solo en términos del desastre patrimonial del Banco Central hay que decir que entre Pases y Leliqs el stock se sitúa cerca de los 6 billones de pesos.

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Hace apenas doce meses atrás este saldo era de 3,7 billones de pesos: en un año se ha incrementado en un 62%. El último aumento en la tasa de referencia implica que se les adicionarán a los pasivos del BCRA unos 180.000 millones de pesos en el próximo año en concepto de intereses. Esta maraña de papeles en poder de los bancos utilizada para sacar pesos de la economía y presión sobre los precios no significa otra cosa que no sea inflación futura.

Y es que el tiempo en que tarde en llegar ese futuro dependerá de cuanto estará la economía dispuesta a seguir apostando a una tasa de interés en una moneda que poco a poco está dejando de existir. Los problemas de deuda y vencimientos no solo se limitan al BCRA. En ese sentido, si para muestra basta un botón, cabe recordar que solo este mes vencen algo más de 560.000 millones de pesos del Tesoro.

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Incluso si el Ministro de Economía, Martín Guzmán, logra refinanciar todos los vencimientos, el mes que viene tendrá que refinanciar otro monto de similares magnitudes. De aquí a fin de año vencen en pesos el equivalente a 29.000 millones de dólares. Todo un desafío que nadie sabe a ciencia cierta si será posible de sortear. Si no se logra refinanciar la deuda, la emisión será el único camino.

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El ministro de Economía Martín Guzmán

En caso que esto ocurra el nivel de inflación actual y las conversaciones amistosas con el FMI serán cuestiones que habrán quedado en el pasado. La encerrona populista está pasando su factura y vamos a tener que afrontarla. Aumentos de tarifas, ajuste en precios regulados y en precios bajo control estatal sumado a la propia dinámica inflacionaria convierten el escenario actual en un terreno extremadamente complejo.

Parece que esa cuestión de fe que implicaba que la emisión no generaría inflación está quedando añeja. Las excusas puestas en que el Gobierno de Mauricio Macri, la pandemia, la guerra y los dueños de los supermercados son los responsables de la debacle económica están quedando en un obligado desuso: ya a nadie le importa de quién o de quiénes ha sido la culpa en el pasado.

Lo que la sociedad está pidiendo es que dejen de perder valioso tiempo en cuestiones absolutamente secundarias tales como defender la gestión (la que de por si es indefendible), de tratar en el Congreso delirios tales como la prórroga de impuestos por 50 años para sostener organismos públicos relacionados con la cultura y de olvidarse de derogar una ley de alquileres que está despedazando el mercado inmobiliario.

En definitiva, en la semana que se esfumó para jamás retornar, lo que quedó claro es que el país no tiene gasoil, la economía se frena, la inflación se descontrola y los aviones aterrizan sin que sepamos bien quienes son. Esta es la triste realidad a la que nos ha traído el populismo y de la cual no vemos la hora de salir mientras la pobreza avanza sin freno hacia un futuro absolutamente indescifrable.

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Avión venezolano que aterrizó en Ezeiza con Iraníes que serían terroristas

Algunos pensaron que la fórmula presidencial podía funcionar. Otros, quizás más pícaros, desearon una mejicaneada. Hasta el momento ni una cosa ni la otra. En primer orden, Cristina. Armó la fórmula con Alberto porque él no representaba a nadie. En política los peores son los que no representan a nadie y se encuentran en el vértice del poder. Son barriletes arrastrados por cualquier viento y de pronto se la creen.

En segundo orden, los que alucinaron viable la fórmula, creyendo y deseando que Alberto Fernández pudiera con Cristina Kirchner. ¿Qué significa poder con ella? Correrla, mejicanearla. Pasar por encima de los votos como si fuera alambre caído. Están también los que pretenden salvar la marca y braman porque se reúna la Asamblea Legislativa y se elija un Presidente sin votos.

El Gobierno debe terminar tal cual se inició y la oposición debe sostenerlo como la soga sostiene al ahorcado. Punto. Y el peronismo en su conjunto pagar las consecuencias del desaguisado. De tanto en tanto es necesario recordar que Cristina fue, junto a su marido, la creadora del kirchnerismo y desde hace veinte años conduce al peronismo, mal que les pese a los mejicaneadores.

También, que en su momento de apogeo sacó 54% de los votos y en democracia son los votos los que ordenan la vida republicana. Fue un juego de fulleros. Ella necesitaba un chichipio. Él, satisfacer su vanidad. Síntesis, en política manda quien tiene votos. En la coalición que nos gobierna los tiene Cristina. Ella se ubicó como Vice, que pague las consecuencias del desatino, como también lo paguen todos aquellos que creyeron en este disparate.

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