Con un estudio que les tomó casi un año de trabajo, dos educadoras de Banda del Río Salí midieron la grave situación social que sufren los habitantes de esa zona, que además se traduce en una fuerte deserción escolar.
María Angélica Chávez, creadora de la Fundación Emiliano (Fundemi) y autora de un método pedagógico para ayudar a niños con dislexia y otros problemas de aprendizaje, trabajó junto a su colega Claudia Carrizo y con la asistencia de agentes sanitarios para recorrer barrios periféricos y asentamientos a la vera del río Salí.
Allí detectaron 168 familias críticas, en cuyo seno viven 758 niños y jóvenes de entre 5 y 18 años que no van a la escuela, lo que de no remediarse en el corto plazo, les asegura un futuro tan sombrío como el presente que viven sus padres.
La situación se agrava cuando se advierte que muchas de esas familias donde los niños no estudian están conformadas por adultos con serios problemas de formación. En total, detectaron 509 analfabetos puros, que no saben leer ni escribir, y 7.702 mayores que nunca terminaron la primaria.
Claro que en hogares donde la educación nunca cruzó la puerta, los problemas se multiplican. Además de las enormes carencias que alejan a los menores de la escuela, las educadoras reportaron casos de malnutrición, maltrato y violencia de género.
La deserción escolar es un problema nacional que, tarde y mal, el Ministerio de Educación de la Nación comenzó a transparentar. Pero estudios como el presentado por las educadoras bandeñas sirve para asomarse a un cuadro muy delicado, que se agrava cuando se tiene en cuenta que incluye a más de una generación de tucumanos privados de la educación.
