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Hay droga hasta en la cárcel: padres de adictos que delinquen pierden su última esperanza de recuperarlos

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SECUESTRO. Parte de la gran cantidad de droga secuestrada días atrás en el penal de Villa Urquiza.
Descacharreo

Impotentes ante la caída de sus hijos en el abismo de las drogas, esa espiral infernal que se los lleva por el camino del delito, muchos padres encuentran una luz de esperanza cuando son alcanzados por el brazo de la ley. Imaginan que en la cárcel no tendrán acceso a los estupefacientes y se verán obligados a dejar de consumir. Pero la realidad muestra un escenario muy distinto.

“Acá la droga corre como agua. Ingenuamente creí que en el penal dejaría de consumir, pero me equivoqué. Acá también puede comprar”, asegura María Laura, madre de un chico que cumple una condena por el robo de una moto en el penal de Villa Urquiza, quien cambió la débil esperanza de una recuperación por el miedo de no saber cuál será el destino de su hijo.
En las últimas semanas, efectivos del Servicio Penitenciario multiplicaron los controles en los pabellones de la cárcel y los resultados sorprendieron a los más desprevenidos: a poco andar se concretaron cuatro secuestros de sustancias ilícitas.

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Recientemente durante una requisa de rutina, los agentes penitenciarios revisaron las celdas de la Unidad 1 y hallaron entre las pertenencias de dos internos, ambos encausados por homicidio, 114 bochitas y 13 envoltorios de cocaína, 85 pastillas, 140 mitades de pastillas y dos bagullos que contenían marihuana.

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“Es una cantidad importante de cocaína. Es lo que normalmente se secuestra en un procedimiento contra un quiosco de venta de drogas”, afirmó un investigador. “Con ese número de dosis se puede conseguir una suma muy importante de dinero, puesto que el valor en la cárcel es dos o tres veces más que el de la calle”, agregó el integrante de la Dirección General de Drogas Peligrosas.

El comisario Miguel Juárez reportó que el viernes concretaron otros dos secuestros, el primero de ellos cerca de las 21 en la Unidad 9, luego de que finalizaran las visitas, con el hallazgo de más de 100 comprimidos de ansiolíticos y 49 fracciones de pastillas similares, además de dos envoltorios con marihuana y una bochita de cocaína.

Mientras que el segundo procedimiento tuvo lugar a las 23, en el Centro de Retención de Detenidos (Cerede), donde los empleados detectaron en una vianda de comida 13 envoltorios de marihuana (con un peso total de seis gramos), un celular y una cantidad no detallada de efectivo.

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“El problema no es sólo que los changos siguen consumiendo porquería, el drama es que se endeudan con los que venden. Después vienen los problemas porque no tienen cómo pagarles. Estamos obligados a darles plata, si no los matan”, expuso uno de los padres que tienen a sus hijos atrapados en una telaraña de la que parece no haber escapatoria.

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