Javier Milei está dando el examen de ingreso más difícil que se haya propuesto un presidente: cambiar tantas cosas, que el riesgo de que consiga ganar poco o nada es alto. Hereda la peor gestión desde el regreso de la democracia: inflación de tres dígitos por primera vez en el siglo. Y este diciembre con la mayor caída del salario desde 2002.
El terceto Alberto-Cristina- Sergio deja un ingreso por habitante más bajo que cuando arrancó y más de tres millones de nuevos pobres. Un éxito del espanto. El aplazado popular por lo pasado ya fue dado. La CGT habría faltado a su fe política admitiendo que su gobierno fue una catástrofe. OK.
Pero no hacerle ninguna huelga al kirchnerismo y mandarle un paro general con movilización a Milei a un mes y medio de llegar quedará para la gran, inacabable historia de la hipocresía. A este ritmo va derecho a romper el récord de Ubaldini: 13 paros generales contra “el gorila de Alfonsín”.
Mejor no recordar que Ubaldini, ya fuera de todo y sin poder, reconoció su absurda actitud y le pidió públicamente perdón a Alfonsín. La andanada cambalachera (por mezcla de Biblia y calefón) del DNU y la ley en busca de su metrobús sufre los bemoles propios de la política y está bien que así sea.
Ha quedado también más claro quién es quién en el gabinete. Karina cuida a su hermano, que mira sobre todo números y la economía. Santiago Caputo arma la política. Posse, jefe de ministros que tratan de descifrar a Milei, es un ejecutor. Y Francos maneja la relación con los gobernadores. Quedan tres semanas de sesiones en Diputados.
Hay aliados que quieren que todo salga rápido y con fritas y otros que reclaman cautela y discusión, sin negarle a una gestión que empieza las herramientas para gobernar. En un punto, todos buscan ayudar a Milei, que inventa problemas donde no los hay cuando los ataca como si fuesen enemigos.
Del otro lado están los que votan para que no salga nada: el sindicalismo kirchnerista peronista, buena parte del peronismo y toda la izquierda. Ninguna novedad. Pero con el simple expediente de oponerse, huelguear y esperar que Milei no pueda, difícilmente algún partido pueda sacar partido de otro fracaso.
Conviene detenerse a considerar si no hubo un profundo cambio de atmósfera social, mucho más serio que el superficial de los discursos. Tal vez, tanta metida de pata de la política haya generado en una creciente porción de la gente de a pie la decisión de no dejarse seducir más por el macaneo tan gastado. Pero ojo, que la crisis no deja de golpear.