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La contrariedad para Cristina Kirchner si Alberto Fernández pidiera licencia

¿Qué haría la vicepresidenta si, por algún imprevisto, debiera asumir el Poder Ejecutivo?

alberto fernández cristina kirchner
Alberto Fernández - Cristina Kirchner
Descacharreo

Un estado de posible zozobra nunca antes contemplado ha comenzado a merodear a Cristina Kirchner y al kirchnerismo. No tiene relación ni con la cruzada contra la Corte Suprema ni con el horizonte turbio que se divisa en alguna de las causas por corrupción. La razón está en la llamada que la vicepresidenta hizo de apuro a Bali, Indonesia, cuando se enteró de que Alberto Fernández había sufrido un trastorno de salud.

Esa comunicación tuvo dos caras. La preocupación genuina de la dama por el incidente presidencial. También, la amenaza potencial de que el episodio pudiera obligar a modificar la estrategia política que viene desarrollando Cristina Kirchner. La cual consiste en distanciarse de un Gobierno nacional de cuya arquitectura política fue fundadora para ataviarse con un ropaje casi opositor.

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Recorrido que inició durante el primer año de gestión de Alberto, profundizó por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y ratificó en un raid que incluyó el “operativo clamor” de los actos de Pilar y La Plata. ¿Qué ocurriría si el Presidente vuelve a tener un percance en su salud? ¿Qué haría la vicepresidenta si, en algún momento, los médicos sugirieran al paciente un tiempo de descanso?

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Una licencia, por ejemplo. Salvando los tiempos, las circunstancias y los protagonistas, surgen analogías inevitables. En septiembre de 1975 Isabel Perón inició una licencia de poco más de un mes. Estaba abrumada por la crisis y el estrés que la causaba. El Poder Ejecutivo quedó en manos de Italo Lúder. Titular del Senado. A la postre candidato que en 1983 fue vencido por Raúl Alfonsín.

Alberto superó el inconveniente de salud durante la gira. La endoscopía del pasado sábado no arrojó novedades. Admitió que está sometido a los problemas infinitos de la Argentina y a las presiones. ¿Una alusión a los desafíos de Cristina y de La Cámpora? El Presidente no acostumbra ser un paciente obediente. Lo es únicamente en el tiempo que le dura el miedo. Volverá a hacerse estudios sobre la gastritis erosiva, según los consejos del médico personal.

Aquellos previsibles descuidos presidenciales hacen fruncir el ceño al kirchnerismo. Remontan además a situaciones que no son lejanas. Cristina también temió el abismo cuando en agosto detonó la renuncia del ex ministro Martín Guzmán y colocó al Gobierno casi fuera de control. Con la estampida del dólar. La debilidad objetiva de Alberto la colocó por momentos en la escena imaginaria de tener que hacerse cargo del Poder Ejecutivo. Pánico.

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Pareciera que los estados de fragilidad, al menos en la salvaje interna oficialista, habrían pasado a ser un activo político presidencial. Tal impresión puede afianzarse después de las conversaciones que mantuvo con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. La búlgara remarcó que “es muy importante” que la Argentina mantenga el rumbo “como lo ha hecho exitosamente durante los últimos meses”.

Asimismo, la titular del organismo internacional mencionó “la disciplina” que el ministro Sergio Massa y su equipo han demostrado. El ajuste que causó el portazo de Máximo Kirchner como jefe del bloque oficialista. Y la rebeldía de otros. El Presidente se encargó de darle otra vuelta a esa tuerca. Afirmó que “no es el propósito modificar el programa con el FMI” y que nuestro país “debe ordenarse”.

Los destinatarios fueron, sin duda, sus adversarios internos. De nuevo la fortaleza de su debilidad: ¿Qué haría Cristina Kirchner con esa realidad si, por algún imprevisto, debiera asumir el Poder Ejecutivo? ¿Cómo manipularía ese corsé con el discurso crítico y cómodo que suele hacer flamear en sus actos con el pensamiento colocado en 2023? Por ahora, sólo hay silencio en el Instituto Patria.

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