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La disputa por los votos obliga a los referentes del oficialismo y la oposición a endurecer sus discursos

Para las PASO, las distintas líneas ideológicas que existen puertas adentro de los espacios políticos confrontarán entre sí. Ante un evetual balotaje, necesitarán del diálogo. El desafío de resolver el dilema de las tres campañas en una

larreta, bullrich y cfk
Las elecciones internas son una muestra gratis de cómo se vive la polarización en la Argentina. (Foto: Reuters/TN)
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“Igual nosotros, más allá de algunos reacomodamientos discursivos, vamos con nuestra convicción hasta el final. Y si la gente luego vota grieta, nosotros habremos sido honestos con nosotros mismos”, cuenta otra persona cercana al Jefe de Gobierno de la Ciudad.

En el oficialismo tienen dilemas similares, con la diferencia de que ellos son quienes están gobernando la nación. Con lo cual su discurso de campaña tensiona permanentemente con la realidad. “Ahí tenemos un lío. Esta semana entre la inflación y la luz (por los problemas energéticos) nos cascotearon de todos lados. La rama K de nuestro espacio nos obliga a cuidar al elector radicalizado y eso nos obliga a hablar de estupideces mientras la gente padece la realidad”, cuenta un integrante del Gobierno cercano al presidente. Y agrega: “Alberto toda la vida fue un moderado, pero ahora tiene que vestirse de extremista para contener la embestida de Cristina que es diaria y a través de sus voceros. Si quiere ir a una PASO contra ellos, necesita contentar a parte de sus electores y eso es una cagada (sic)”, reconoce el mismo funcionario explicando el entuerto en que se ven inmersos.

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Es que se trata de una campaña trifásica. O de tres campañas en una. Y la primera estación del recorrido son las PASO. Las elecciones internas son una muestra gratis de cómo se vive la polarización en la Argentina, puesto que llevan a confrontar entre sí a las distintas líneas ideológicas que existen puertas adentro de los espacios políticos. Zanjado ese paso, luego serán las elecciones generales que dependerán de las primarias, es obvio. Lo que intento decir es que se vislumbran dos Argentinas diferentes de acuerdo con cómo termine la pulseada primaria entre grieta y diálogo. Lo que sin dudas ocurrirá, en caso de llegar a la tercera estación del recorrido (el balotaje) es que se abrirá entonces la etapa del diálogo. El nivel de disgregación del voto argentino es tal que todo hace prever que nadie tendrá mayorías claras, razón por la cual sentarse a la mesa con el otro pasará de ser una necesidad a ser una obligación.

En este primer envío vamos a poner el foco en la primera estación del recorrido: las PASO. Los dos principales espacios políticos de la Argentina tienen allí un “problemón”.

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El Frente de Todos atraviesa desde 2021 una crisis interna fruto de las profundas diferencias que existen entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. (Foto: Reuters/Tomas Cuesta)
El Frente de Todos atraviesa desde 2021 una crisis interna fruto de las profundas diferencias que existen entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. (Foto: Reuters/Tomas Cuesta)

En la oposición, se ve con mucha claridad. Los discursos de Horacio Rodríguez Larreta y de Patricia Bullrich son muy diferentes y apuntan a dos segmentos antagónicos del electorado. Larreta es “diálogo y consenso”. Patricia Bullrich es “la fuerza del cambio”. Él cree que la Argentina necesita de políticas de largo plazo para promover el desarrollo y que para ello es indispensable consensuar con quien piensa distinto para garantizar así por un lado un caudal de apoyo importante y por el otro, trascendencia en el tiempo de cuestiones elementales sin importar quien gobierne. Ella cree que en la Argentina hay un sector político culpable de la crisis y que con aquel no hay nada que dialogar. Ambos son dirigentes del PRO. Como si fuera poco, tratándose de una alianza política de la cual también forman parte la UCR, la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano, la interna no acaba con Larreta y Bullrich, sino que supone también -al menos por ahora- confrontar con Gerardo Morales, Elisa Carrió, Facundo Manes y Miguel Pichetto. Quiero ser honesto: nada indica que todos lleguen a las PASO.

Concentrémonos en la interna del PRO. La primera estación de la campaña trifásica tiene un interrogante elemental. ¿Qué pasa con el votante de Patricia Bullrich si ella pierde la interna con Larreta? ¿Qué pasa con el votante de Larreta si Bullrich gana las PASO? Aquí aparece un dato clave: el factor Milei. Los principales encuestadores de opinión pública del país consideran que el votante de Bullrich no quiere a Larreta y que no estaría dispuesto a votarlo existiendo la chance de votar a Milei. Al mismo tiempo, suelen decir que el votante “duro” de Larreta es fiel al partido y estaría dispuesto a votar a Bullrich priorizando la institucionalidad.

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Si extendemos el análisis a la UCR llegamos a la conclusión, fruto de la charla con distintos encuestadores “serios”, que el votante radical encuentra en Bullrich un límite. A ella la votan; a Milei, no.

Los números hoy -punto más, punto menos- son: Larreta 11%, Bullrich 8%, Milei 14, Morales 2%, Manes 3%. Pasemos entonces el escenario por el filtro de las encuestas. Ahí se entienden varias cosas. Primero, la decisión del Jefe de Gobierno de estrechar lazos con la UCR (con el ala Morales/Lousteau) entendiendo que, de ser él el candidato final, los radicales estarían dispuestos a votarlo. Al mismo tiempo, la decisión de Bullrich de buscar un acuerdo formal o informal con Milei.

“Patricia necesita tenerlo adentro. Él tiene que entender que hoy es el momento de ella, que su turno será en 2027. Y, sobre todo, pensar en la provincia de Buenos Aires, donde Milei te puede tirar todo a la mierda (sic) y así tener a Kicillof por 4 años más”.

En el oficialismo, las posturas radicalizadas confluyen a un solo sector: el Kirchnerismo. (Foto: La Cámpora)
En el oficialismo, las posturas radicalizadas confluyen a un solo sector: el Kirchnerismo. (Foto: La Cámpora)

¿Qué pasa del otro lado del mostrador? El Frente de Todos atraviesa desde 2021 una crisis interna fruto de las profundas diferencias que existen entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La diferencia es que, en el oficialismo, las posturas radicalizadas confluyen a un solo sector: el Kirchnerismo. No hay “un Milei” acá. En la alianza política oficial, a diferencia de lo que ocurre en la oposición, la tendencia de radicalizar el discurso es más grosera, puesto que quien manda es la jefa de la facción más extrema. Por eso, la estrategia de Alberto Fernández de salir a pegarle al establishment, especialmente a los medios de comunicación y a la Corte Suprema de Justicia, dos actores con los que, históricamente, quien hoy es presidente tuvo muy buenas relaciones. “Es eso o que se lo coma Cristina”, reconoce un integrante de la mesa chica de Fernández. Y agrega: “Para las PASO no le queda otra que putear y putear (sic). Después vendrá el tiempo de volver a ser el de siempre. Si no mirá lo que le pasa al pobre Larreta (sic). Tiene que halconizarse (sic) para que no se lo coma Patricia”.

¿Cómo están los números del Frente de Todos según los principales encuestadores? Punto más, punto menos, Cristina lidera con 18%; Alberto y Massa, abajo con 6% cada uno. La estrategia es cantada, ¿no? Ir por esos 18 es la cuestión. Cosa que hoy parece imposible tanto para el Presidente como para el ministro de Economía. El kirchnerismo duro -por ahora- la tiene fácil de cara a las PASO. Tan fácil que se dan el gusto de hacer jogo bonito y -aun desde la radicalidad- apoyar la estrategia de “Wado” de ir a pescar el voto moderado. “En un escenario de PASO, el Kirchnerismo la tiene regalada. Alberto no existe. Por eso podemos darnos el lujo de mostrar sin miedo las excelentes relaciones que Wado cosecha en el círculo rojo”, comenta un dirigente que habla habitualmente con la vicepresidenta. Y dice más: “Tanto paño hay hoy para nosotros dentro de frente que podemos destinar tiempo y recursos en ya ir pensando en el momento de los acuerdos, que viene más adelante. Para eso está Wado”.

La tendencia es clara en ambas orillas de la grieta. El denominador común de cara a las primarias parecería ser la polarización. Unos más, otros menos. Hasta Larreta, que es hoy quien sostiene la bandera del diálogo, aun con esa impronta se ve forzado a poner un límite (el kirchnerismo) para bajar la intensidad del combate con el ala dura del votante macrista, más afín al discurso de Bullrich.

Hay quienes dicen que “en la Argentina se vuelve de todo”. La pregunta es si esa premisa es infinita y eterna. Es decir, si se puede decir del otro cualquier barbaridad y dos meses después pedirle diálogo y acuerdo. Para ser llano y claro: “putearlo” y casi inmediatamente invitarlo a cenar a casa.

El 2023 parece ser el año en que esa costumbre será puesta a prueba.

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