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“¿Quién me va a tomar con 58 años?”

La incertidumbre se mezcla con la desesperanza e impacta directo en las caras de los trabajadores de la cadena de supermercados Emilio Luque.
Descacharreo

Cristina Taberna tiene 58 años. Tenía la ilusión de jubilarse a los 60, después de de casi tres décadas de trabajo en la cadena de supermercados de Emilio Luque. Pero los planes se complicaron y hoy no sabe cómo seguir. Piensa, mientras avanza el conflicto y se buscan soluciones, en “poner algo en su casa”, en hacer cosas dulces para vender. Es madre soltera y hace dos meses que no le pagan. 

A Cristina, la tristeza se le siente en la voz. No está nerviosa. No está inquieta. Está profundamente triste, apagada, preocupada. Es que trabajó durante 27 años en la cadena de supermercados de Emilio Luque y cuenta con resignación que la situación en el súper es insostenible. Para colmo, se enteraron de que hace 18 meses que la patronal no realiza los aportes jubilatorios correspondientes. 

“Ya se ha burlado de nosotros”, lamenta la mujer a la que, pese a contar con 39 años de aportes por haber trabajado toda su vida en el comercio (los últimos 27 en Luque),  la certeza de una pronta jubilación se le convirtió en incertidumbre. “He estado viendo lo de la jubilación anticipada, pero es imposible sacar un turno en ANSES”, comenta preocupada la trabajadora, que es madre soltera de un joven de 23 años que, pese a haber dejado curriculums “en todo Tucumán”, aún no ha tenido suerte. “¿Quién me va a tomar con 58 años? Nadie. Me van a decir ’ya estás vieja’”, anticipa. Entonces, comienza a analizar opciones. Hacer cosas dulces y salir a venderlas es una alternativa. “Me la paso llorando”, expone Cristina.

Ella no cree demasiado en las negociaciones que Luque mantendría con una firma de Jujuy y con otras por una posible venta de la cadena. “Se me hace que no se concreta porque él quiere vender con el paquete, que somos nosotros”, desliza la mujer. Además, se acuerda del pasado, de la lealtad hacia el empresario, de los turnos interminables. “Regalarle 27 años a esta persona… He dado la vida en este trabajo. Éramos incondicionales”, cuenta. “Él nos hacía trabajar día y noche, feriados, no había dia de descanso”, agrega. Sin embargo, la situación se regularizó cuando entró el gremio a la empresa. 

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También adelanta que no quieren indemnizaciones recortadas ni en cuotas y que ese es otro punto que les preocupa. “Si les debe a los bancos, a acreedores grandes de Buenos Aires, la Coca… Si les ha hecho a ellos, ¿no nos va a hacer a nosotros que somos una pulguita?”, explica.

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Su situación no es su única preocupción. También le duelen sus compañeros. “¿Sabés con qué han ido hoy? Con lo poquito que tenían. No tenían ni para pagarse el desayuno”, comentó. Las mujeres más grandes, previsoras, llevaron un termo, unas tacitas y compartieron algo caliente. “Seguimos siendo humanos, Dios quiera que uno nunca pierda eso”, agrega sobre el compañerismo que los sostiene ante las circunstancias. Por eso, está preocupada, porque también están los compañeros que empezaron con ella o un poco después, pero que ya peinan canas y que la van a tener difícil para conseguir un nuevo trabajo. “El que menos lleva en la empresa, lleva 10 años”, observa.

Cristina espera las novedades del miércoles, de la conciliación y de las actividades en las sucursales. “Mañana no voy a ir, me duelen los huesos, tengo osteoporosis y reuma en la mano”, adelanta. Mientras tanto, en vez de la jubilación, piensa en cómo enfrentar el día a día tras 39 años de aporte y 27 años en Luque.

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