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Regresó el engaño estadístico del kirchnerismo para negar lo evidente

El viceministro de Economía insiste en que “la inflación está bajando”.

Sergio Massa predio AFA
Sergio Massa (Archivo)
Descacharreo

Las patologías del poder contagian. Tal vez no sea evidencia suficiente, pero las últimas declaraciones del viceministro de Economía consolidan una base sólida para esa teoría. Su jefe, Sergio Massa, padece un cuadro crónico de fullería, propensión a la trampa o a la astucia para para el engaño. Lo admitió con una sonrisa cómplice cuando la propia Cristina Kirchner lo hizo notar en público.

El ministro candidato exhibe esa condición como una cucarda. Gabriel Rubinstein, el responsable técnico de la política económica, integró el equipo de Roberto Lavagna. Lucía entonces como un amante del anonimato. Luego, en la actividad privada, se convirtió en un consultor reconocido por la precisión de los datos que fundamentaban sus análisis. Fue un desmitificador sistemático del relato económico kirchnerista.

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Y lo cierto es que Gabriel Rubinstein devino en un opositor político furibundo de este gobierno nacional. Ya designado por Sergio Massa, quedó en la historia chica de la política el espectacular recule de sus tuits cuestionando la honradez de Cristina Kirchner. Uno de ellos incluía una foto de la vice cavando con una pala. Cabe recordar que el texto decía: “¿Haciendo jardinería? No, consultando el saldo”.

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Terminó pidiendo disculpas por el “agravio” y destacó la “generosidad” de haberlo aceptado en el gabinete. Semejante doblez no desentona, por supuesto, con el ahora ministro y candidato que prometía “meter presos a los corruptos” del kirchnerismo y “barrer a los ñoquis de la Cámpora”. Rubinstein parece haberse contagiado ahora el mal de la fullería. En este caso, de la fullería estadística para trampear los datos de la inflación.

Lo cual lo emparenta con las prácticas kirchneristas que con tanta enjundia refutó desde el llano. Néstor y Cristina intervinieron el Indec para que mintieran sobre la inflación. Hernán Lorenzino, un ignoto ministro de aquellos tiempos, llegó a confesar en cámara que se quería ir de la nota, porque una periodista extranjera le preguntaba sobre el tema. “En este país es complejo hablar de la inflación”, se justificó.

El índice de precios al consumidor era tan bajo que distorsionó otras mediciones oficiales hasta el ridículo. Entre ellas, la de la pobreza. Cristina Kirchner llegó a afirmar en 2015 ante la Fao –la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación– que en Argentina la pobreza estaba “por debajo del 5% y la indigencia en 1,27%”. La medición alternativa de la Universidad Católica era cinco veces mayor.

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El ministro de entonces, Axel Kicillof, ya había suspendido la divulgación de los datos por “estigmatizantes”, según su argumento. Por insostenibles, debió decir. Molesto con los indicadores del Indec, Rubinstein fabricó ahora uno propio, con otra metodología que nunca se transparentó del todo. Compara peras con manzanas para decir que la suba real de los precios sería menor que la del Indec.

Ayer ratificó una afirmación anterior, tomando sólo parámetros semanales, para señalar que, pasado ya el efecto de la devaluación del 22% del tipo de cambio oficial en agosto, “la inflación está bajando”. El dólar oficial está congelado desde entonces en 350 pesos. El traslado inmediato a precios terminó licuando la corrección cambiaria y empinando la inflación. La corrida al dólar libre disparó la brecha con el tipo de cambio oficial del 109 al 170%.

Y desató otra ola de remarcaciones que contradice el optimismo del ministro. El trasfondo es la megaemisión de pesos sin respaldo para financiar el plan platita de Massa, y la desconfianza que genera. No se necesita ninguna pericia técnica para advertir cómo esa irresponsabilidad golpea el poder de compra de las familias. Igual, van algunos datos relevados por el Centro de Almaceneros de Córdoba, de probado rigor estadístico, en los últimos 14 días.

Galletitas saladas 47%, fideos secos 44%, aceite de girasol 34%, queso cremoso 28%, harina 22%, yerba 16%, pollo 14% de suba desde el 3 de octubre… y sigue la lista. Niveles que recuerdan los peores momentos de nuestra fecunda historia inflacionaria. Gabriel Rubinstein deberá extremar, en adelante, la perversión con la que tortura los datos para que declaren lo que demandan sus deseos y los intereses políticos de su jefe.

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