Ayer no será un día más en la historia moderna de Argentina. En todo el país se vivió una jornada atípica para lo que vienen siendo días marcados por la cuarentena y el coronavirus. Y es que la gente salió de forma numerosa en las principales ciudades del país para protestar por lo que sienten una alteración de la vida que va más allá de la pandemia del COVID-19. La razón por la que salieron a las calles es para pedir por la libertad.
Antes, por videoconferencia, el Presidente participó de los virtuales festejos por el Día de la Independencia. Allí, brindó un discurso polémico que generó cierta indignación cuando se refirió a los “odiadores seriales” en referencia a quienes se muestran muy críticos con sus políticas pero, sobre todo, con sus modales, con la forma de referirse al otro cuando éste no comparte la visión que su gobierno tiene sobre el mundo.
Por eso es que en horas de la tarde miles de personas desafiaron la posibilidad de poder contagiarse y salieron al encuentro sin tener demasiado cuidado a la hora de manifestarse. Y esto se dio incluso en lugares donde el virus circula de forma comunitaria, tal es el caso del AMBA. Y es que la gente se mostró fastidiada con la coacción de la libertad de movimiento, pero también se expresó en contra de otras cuestiones.
Una parte importante del malestar se lo llevó sin dudas la intención de intervenir y expropiar la empresa Vicentin. Una decisión que genera internas dentro de la misma coalición gobernante porque se trata de la confiscación del patrimonio de un grupo de socios que jamás imaginaron una circunstancia como esta. Se trata de la posibilidad de perder una empresa en manos de un Estado que se aprovecha de la circunstancia de pesar financiero que atraviesa Vicentin.
Por eso la gente protestó, porque no quiere ver que lo de la cerealera sea un caso testigo de muchos otros que puedan ocurrir después. Y es que serán varias las empresas que verán la luz de la post cuarentena sumidos en la oscuridad de una economía colapsada por malos manejos pasados y por la profundización de los males presentes. El agotamiento de la gente es visible también cuando la injusticia se refleja a diario.
Y es que el observar cómo cada uno de los funcionarios que cometieron actos de corrupción van saliendo de la cárcel uno por uno, termina siendo una provocación para una sociedad que está encerrada a causa de la pandemia. Pero también a causa de la inseguridad que ganó las calles del país ante la negligente postura de cada gobierno va adoptando. A todo esto la gente le dijo basta y decidió salir en pos de manifestarse de forma pacífica.
Mucho se perdió para que cumplidos 204 años de haber obtenido la independencia, todavía tenga que salir la gente a dar un grito de libertad. Restará comprobar en el mediano plazo si el eco de este grito llegará a oídos de los gobernantes para que de una vez por todas asuman la responsabilidad que cada cargo político implica. Que el pueblo no es ni tonto ni manso, y que se hará escuchar y respetar sin que haya virus que se lo impida.
