La epidemia de dengue en la Argentina es histórica. El virus genera sobre todo cefaleas, fiebre alta, dolor de cuerpo y náuseas, entre otros síntomas que suelen perdurar, en promedio, unos 10 días. Pero, ¿qué sucede cuando el paciente se recupera? ¿Es posible que queden secuelas por un cuadro de dengue?
En la mayoría de los casos, la recuperación es sin secuelas. Sin embargo, los especialistas consultados por LA NACION señalan que hay algunos casos en que los síntomas y consecuencias de la enfermedad pueden prolongarse más allá de la duración del cuadro viral. Por ejemplo, si bien son infrecuentes, pueden existir algunas complicaciones oculares, neurológicas o algunas alteraciones hepáticas, entre otras.
A su vez, una primera infección con uno de los cuatro serotipos del virus del dengue protege contra el mismo serotipo y genotipo viral. De otro modo, una segunda infección por otro serotipo, o el mismo serotipo con alguna variación genética, puede elevar el riesgo de padecer una forma grave de la enfermedad (antes conocida como hemorrágica).
Esa complicación puede ser fatal sin la consulta a tiempo de parte del paciente y la identificación adecuada de la etapa en que se encuentra la infección, aunque en la mayoría de los casos, la recuperación de esos cuadros también es sin secuelas.
“En algunos pacientes con dengue, se suele observar un aumento de las transaminasas o proteínas que cumplen funciones del hígado. Generalmente, esto suele aparecer luego de la etapa febril de la enfermedad, promediando la segunda semana. Por lo general no es algo significativo y no altera la función del órgano en la mayor parte de los pacientes, aunque en algunos casos cuando se elevan en forma pronunciada, en más de 1000 unidades en general, esto constituye un signo de alarma o de riesgo de tener enfermedad grave, por lo cual esos pacientes suelen ser hospitalizados. Esta alteración en el hepatograma, lo que se puede llamar una hepatitis, suele durar varios días luego de que la enfermedad viral está resuelta”, detalla Ramiro Heredia, médico clínico del Hospital de Clínicas.
El especialista agrega que el decaimiento es muy frecuente en enfermedades virales agudas y el dengue no es una excepción. Indica que es frecuente en la etapa aguda y posaguda, aunque no más que en otras enfermedades virales. “No estamos hablando de este virus como hablábamos en su momento del coronavirus, en el cual los síntomas posagudos afectaban a muchos pacientes y aprendimos mucho con el paso del tiempo”, indica Heredia.
Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires, señala que durante los cuadros de dengue la probabilidad de tener alguna complicación neurológica es del 5 al 15%, y son más frecuentes en los serotipos 1 y 3. Esas complicaciones podrían continuar luego de la enfermedad.
“La encefalopatía o encefalitis es el síndrome neurológico más común (0,5-6%), y su prevalencia es mayor en los niños y los adolescentes. Las complicaciones pueden ocurrir en el momento agudo de la enfermedad, por el virus o los problemas vasculares que genera, pero también luego en la convalecencia. Yo he atendido pacientes con el síndrome de Guillán Barré post Dengue. Los síndromes neurológicos durante la fase de convalecencia (encefalomielitis aguda diseminada, cerebelitis, opsoclonía-mioclonía, mononeuritis, polirradiculoneuritis y plexitis) parecen ser inmunomediados (cuando hay una alteración del sistema inmunológico y el desarrollo de una inflamación crónica sistémica). Por ejemplo, la mielitis puede suceder durante la infección aguda por el virus del dengue y también por un mecanismo inmunomediado en la fase de convalecencia. Mialgias, miositis, rabdomiólisis y parálisis hipopotasémica son otros ejemplos de disfunción muscular asociada al virus del dengue. Mientras que la incidencia de ictus o ACV es del 0,26%, y puede ser isquémico o hemorrágico”, explica Andersson.
Germán Bianchi, médico oftalmólogo, jefe de trasplante de córnea de la Clínica Nano, resalta que el dengue podría llegar a dañar la visión, aunque no es frecuente que suceda.
“Muchos pacientes reportaron dolor retroocular (detrás del ojo) que, si bien es un síntoma inespecífico de las infecciones virales, es parte de la expresión sistémica que ocasiona el virus al desarrollar una alteración circulatoria”, describe Bianchi.
Las manifestaciones oftalmológicas relacionadas con el dengue son, por ejemplo, las hemorragias subconjuntivales. “En esos casos se observan ojos muy rojos, por derrames de sangre localizados. Si bien resulta llamativo, no es doloroso y, en general, no es grave. Estas hemorragias se reabsorben solas en siete a 10 días y los ojos vuelven a su coloración habitual”, asegura el especialista. Otras consecuencias posibles son la queratitis y escleritis, dos patologías diferentes que aparecen en el contexto de enfermedades inflamatorias generales, como el dengue.
Otra secuela posible es la uveítis, una inflamación específicamente intraocular, que suele afectar la parte de adelante del ojo y ocasionar hemorragias subconjuntivales, queratitis y escleritis, pero también afectar a la parte intermedia del ojo y ocasionar dolor. “A veces, puede ocurrir un aumento brusco de la presión ocular (glaucoma agudo), que esa sí es una situación altamente riesgosa para la visión. Además, la uveítis puede ser de la parte de atrás del ojo, del fondo del globo ocular. En este caso, se puede alterar la retina (retinitis) y también el nervio óptico (neuritis)”.
Por último, Bianchi advierte que el dengue podría generar maculopatías. “La mácula está dentro del ojo. Es una estructura de la retina central. Si bien la alteración de la mácula puede ocurrir en el contexto de la uveítis, también puede suceder en un proceso de dengue que no tenga mayores manifestaciones oftalmológicas, con afectación de la visión que puede ser severa, pero indolora. Aparece, incluso, semanas después de la resolución del cuadro general. En caso de aparecer alguna secuela visual, el paciente debe tener un diagnóstico y tratamiento oftalmológico personalizado”, concluye Bianchi.