Como presidente de la Celac, una mini OEA con pretensiones de maxi OEA y donde no están ni Brasil ni Estados Unidos, se le dio por desafiar a Biden. Lanzó la idea de una contracumbre a la cumbre que Estados Unidos organiza en Los Angeles para mejorar las relaciones con América Latina y cerrarle el paso o tratar de cerrarle el paso a la creciente presencia china en la región, apalancada sobre todo en los nuevos gobiernos de izquierda.
En realidad, hay más de una izquierda. Una es la histórica castro-chavista, que viene con la historia del partido Comunista y la guerra fría, y se irradia al Caribe vía el petróleo de Caracas. Suma a otra vieja franja que supo ser liberadora, la de Ortega en Nicaragua: un falso heredero del sandinismo. Es profundamente antinorteamericana y la pelea contra la OEA es su mito aglutinante.
En ese marco, cabe mencionar a otra izquierda, heterodoxa, que agrupa entre otras a la peruana del ex maestro rural Castillo y a la boliviana de Evo Morales, que está unida al indigenismo y se destaca por su economía ordenada. La de Chile expresa la reivindicación de los pueblos originales, el PC, banderas de género, ecologismo y mucho énfasis en condenar el legado neoliberal.
Alberto Fernández recibió acá a Chris Dodd, amigo y enviado de Biden y un patriarca de los demócratas. Biden le encomendó salvar la Cumbre, boicoteada por el mexicano López Obrador y Bolsonaro. Sin ellos, sería un fiasco. Más porque Colombia, la cuarta economía de la región, y el aliado históricamente más fuerte de Estados Unidos, eligió ayer domingo presidente con grandes chances en segunda vuelta para Petro, el candidato de izquierda.
Antes de verse con Alberto Fernández, Dodd visitó a López Obrador y fracasó: le repitió que no viajará a Los Angeles por la ausencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua. México es antiamericano labios hacia afuera: siempre termina arreglando. Pero Bolsonaro, que en octubre se juega la reelección ante un fortalecido Lula, cambió de idea y anunció que irá. Fernández, en cambio, duda.
El embajador Jorge Argüello es uno de los que intentan convencer al Presidente de la Nación de que vaya. Todos se sorprendieron con la contracumbre, que reveló Télam y atribuyó a un acuerdo del canciller Santiago Cafiero con su par de México, Marcelo Ebrard. El gobierno mexicano, de enorme influencia sobre Alberto Fernández, lo descartó. Acá, hubo media desmentida.
En Tucumán, el jefe de gabinete Juan Manzur y ministros como Eduardo “Wado” De Pedro se preguntaban de dónde había salido semejante idea. Alberto Fernández parece tentado con sentirse una especie de mini Néstor Kirchner, que en el año 2005 armó una contracumbre aquí con Hugo Chávez y cuyos beneficios para el país nunca quedaron demostrados fuera de la oratoria.
La realidad es que la Argentina no fue más soberana, ni más rica ni la política aprendió a resolver ningún problema social sino más bien a aumentarlos. ¿O es que no lo estamos viendo? Lo peor del caso es creer que porque Estados Unidos tiene la guardia baja podemos prepotearlo. El riesgo es que no sólo no nos tomen o no nos sigan tomando en serio, sino que además no nos salga gratis.