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Alberto Fernández sabe a la perfección el papel que tuvo Lázaro Báez para los Kirchner

Lázaro Báez no es cualquier amigo de los Kirchner. Es el hombre que pagó, construyó y custodió la tumba de Néstor Kirchner. ¿Qué acto de intimidad mayor que ese se puede concebir?

alberto fernández lázaro báez
Descacharreo

El Tribunal Oral Federal 2 acaba de describir con un nivel de detalle abrumador cómo funcionó el esquema que armó el matrimonio Kirchner para transferir fondos públicos hacia las empresas de Lázaro Báez y beneficiarse con esa montaña de dinero. Frente a esas pruebas que sostienen la condena a Cristina Kirchner, Alberto Fernández insiste con un argumento que podría resumirse en la frase.

“Una presidenta no puede saber qué obras públicas pagan y a quién contratan los ministros para que se hagan”. “Quiero que entiendan que una vez que el Presupuesto es aprobado, es responsabilidad de cada ministro. Cada ministro es autónomo. No consulta al Presidente sobre cómo gasta el dinero de su ministerio”, dijo Fernández el año pasado cuando declaró como testigo ante el TOF 2.

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El problema con ese argumento es que ese esquema de corrupción que describió la Justicia se apoya sobre un triángulo en el que ninguno de los tres vértices es arbitrario o reemplazable: Santa Cruz, la familia Kirchner y Lázaro Báez. Juntos, los tres componentes explican todo. Es posible que a Cristina Kirchner se le hayan escapado los detalles de una obra pública en alguna otra provincia.

Pero es imposible que eso haya sucedido con las obras viales en Santa Cruz, el lugar en donde ella vivió desde su juventud y al que volvía cada vez que podía cuando era presidenta. Santa Cruz es una provincia enorme pero prácticamente deshabitada, con algunas pocas rutas que conectan a un puñado de ciudades separadas entre sí por distancias inabarcables. Cualquiera puede corroborarlo hoy mismo abriendo el mapa que viene precargado en los teléfonos.

Negocios

¿Quién puede pensar que a Cristina Kirchner se le haya pasado por alto una obra vial en Santa Cruz en ese contexto? Con la participación de Lázaro Báez pasa algo similar. En Santa Cruz trabajan muy pocos empresarios privados y ese club se reduce más si se piensa en empresas de gran tamaño y si se consideran sólo a los que contrata el Estado para hacer obras públicas importantes para la zona.

Ese ecosistema santacruceño es comparable al de un municipio chico del conurbano bonaerense. ¿Cómo se puede pensar que Cristina Kirchner no se diera cuenta de que esas obras que ella misma veía las hacía casi siempre la misma empresa? Y más profundamente ¿Cómo podía desconocer que el dueño de esa empresa era Lázaro Báez? Báez era un empresario que no sólo fue socio de los Kirchner. Era un socio muy cercano.

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Cristina lo había visto tomando café incontables veces con su marido Néstor Kirchner, en una ciudad como la Río Gallegos de las décadas de 1980 o 1990, en la que no cruzarse con alguien era un desafío. Báez fue un hombre de la intimidad de los Kirchner: Cristina lo vio pasar de ser un empleado bancario a ser un multimillonario que giraba millones de euros a Suiza durante los gobiernos de su marido y de ella misma.

Báez no es, por otra parte, cualquier amigo de los Kirchner. Es el hombre que pagó, construyó y custodió la tumba de Néstor Kirchner. ¿Qué acto de intimidad mayor que ese se puede concebir? Ninguna de esas preguntas es desconocida para el Presidente, que también pasó algunas noches durmiendo en la cama que solía ocupar Máximo Kirchner en el Calafate y que pudo desayunar medialunas en la cocina santacruceña de quien hoy es su vicepresidenta. Fernández conoce exactamente la importancia que tiene Báez para la familia Kirchner.

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