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Cristina Kirchner aspira a convertirse en “verdugo” de quién asuma el poder el 10 de diciembre

En el kirchnerismo aspiran a que quien pretenda gobernar los destinos del país no lo vaya a poder hacer si la vicepresidenta sigue “proscripta” y su condena es confirmada por la Cámara, bajo la amenaza de la anarquía popular.

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Cristina Kirchner
Descacharreo

Cristina Kirchner y Alberto Fernández se encuentran en bancarrota moral. En esta trama de poder se esconde lo que la vicepresidenta viene preparando para quien resulte electo como presidente a partir del 10 de diciembre de 2023. Ella volvió a hablar, esta vez en el III Foro Mundial de Derechos Humanos; lo hizo en tono de campaña, jugueteando con una posible candidatura. Aburrió y repitió sus argumentos dejando sabor a poco.

Cristina Kirchner tuvo varias oportunidades para demostrar que pudo ser una gran estadista y mejorar los destinos de la nación. Lamentablemente, para todos, fracasó estrepitosamente y se ha convertido en la principal responsable del desastre que es hoy la Argentina. El caos que dejará esté gobierno, con independencia de quién sea el ganador, es de una gravedad tal que no saldremos, solo con sangre sudor y lágrimas, como en su momento dijo Winston Churchill.

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Romper con todo con tal de quedar bien con el propio electorado, en este contexto dramático de la economía nacional, es una opción que ya se empieza a escuchar cada vez con más fuerza en el círculo íntimo de Cristina Kirchner, con la intención de salvar, al menos, los votos de los más fieles y conservar la mayor cantidad de bancas posibles. Hoy ya no estamos en la misma situación que en mayo de 2019.

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Cuando ella anunció por Twitter que el candidato a presidente sería Alberto Fernández, con quien actualmente no tiene diálogo. Lo anterior nos lleva a un escenario de ruptura de su frente interno que la dejaría sin un aspirante competitivo para lo que parece ya una derrota contundente en las próximas elecciones, fortaleciendo de antemano la figura de quien sea que resulte electo en el próximo turno electoral, y debilitándola en la misma medida.

Por cierto, una consecuencia temida que se sumaría a los problemas que Cristina Kirchner tiene con la Justicia. De concretarse, lo anterior dejaría huérfana a la vicepresidenta de poder a futuro. Lo cierto es que resulta necesario para poder entender su interés en dejar sembrada desde ahora la falta de legitimidad del próximo gobierno ante la fantasía de lo que llama su propia proscripción.

Para ser más claros aún, una fuerte derrota electoral solo podría ser suavizada, para los más duros cristinistas, por una deslegitimación del nuevo gobierno y la anarquía social. “La maldición de Cristina” para el próximo gobierno es muy peligrosa para nuestras instituciones. Consiste en el siguiente razonamiento falaz: Cristina Kirchner ha sido proscripta por el Partido Judicial, los medios hegemónicos y el poder de la derecha, ergo todo el proceso electoral que se va a desarrollar está viciado y es ilegal.

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A los ya habituales disparates de Oscar Parrilli se sumaron, en la misma línea, los de Carlos Zannini, “Wado” De Pedro y otros más, quienes intentan instalar la delirante idea de que antes del 24 de junio próximo, fecha máxima para la presentación de las listas oficiales, se debe resolver la absolución de Cristina Kirchner. Lo cierto es que se trata de una forma de poner precio a la paz social.

Esto es así por la sencilla razón de que quien pretenda gobernar los destinos del país no lo va a poder hacer si ella sigue proscripta y su condena es confirmada por la Cámara, bajo la amenaza de la anarquía popular. Es una forma de trueque donde se intenta intercambiar paz social por absolución. Estos dichos son tan graves como irresponsables. Se han convertido en los nuevos sicarios del progresismo populista.

La fuerte pelea de Cristina Kirchner con Alberto Fernández no es ni más ni menos que un síntoma de su debilitamiento político, al mismo tiempo que ve cómo su espacio político se evapora día tras día. Los abandonos y cambios de bando comienzan a ser una opción viable entre quienes, hasta hace muy poco, era algo impensado. Son los síntomas del ocaso político que se avecina, otra razón más que justifica, en términos del cristinismo feroz, “la maldición de Cristina”.

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