Tal vez, el escándalo en torno al Consejo de la Magistratura esté ocultando una anormalidad estructural mucho más grave. El caso coloca en la superficie la intoxicación política del Poder Judicial. Y el empecinamiento del kirchnerismo por colonizarlo. Distrae, al mismo tiempo, las debilidades extremas de otro par de instituciones.
El Poder Ejecutivo devaluado, con un dispositivo de poder que se ha roto. El Congreso semi paralizado, donde se observan contradicciones difíciles de ser descifradas. El Senado dio media sanción al proyecto sobre la Magistratura que pergeñó Cristina Fernández. En Diputados, ni siquiera se han conformado las comisiones de base para continuar con aquel trámite.
Lo más probable es que con el presente panorama y las artimañas del kirchnerismo para desafiar el fallo de la Corte el funcionamiento de la Magistratura tienda a empeorar. Otra vez la cuestión judicial se ha convertido en un asunto excluyente de la agenda de la vicepresidenta. Cristina teme por el único juicio en desarrollo que la tiene imputada.
El de la obra pública en beneficio del empresario K Lázaro Báez. A fin de año debe concluir. No ha logrado frenarlo, aunque tiene presentados recursos que la Corte difícilmente resuelva antes que se conozca la sentencia. La vice fue sobreseída en otras tres causas antes de la realización de los juicios orales.
Todas fueron apeladas y están a consideración de la Cámara de Casación. Un detalle que no ignora: la totalidad de aquellos beneficios la obtuvo antes de la doble derrota electoral. Los vientos han cambiado de rumbo. Cristina Kirchner parece privilegiar ahora la táctica sobre la estrategia.
¿Qué significa? Está en una fase de resistencia contra los cambios en el Poder Judicial que pudieran complicarla. Lo del Consejo de la Magistratura es una muestra. Reflotar la ampliación de los miembros de la Corte sería otra. Fantasmas. Ella misma y sus acólitos, sin embargo, no declinan el corazón de sus pensamientos.