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El Cinismo y el Fracaso Sanitario en su Máxima Expresión

alberto fernández restricciones 1
Descacharreo

Cuando Alberto Fernández dijo en la noche de ayer que Argentina se encuentra atravesando el peor momento de la pandemia parecía referirse en realidad a su propia administración. Y es que es inentendible cómo es posible que en más de un año desde la llegada del virus a nuestro país, día a día se superen récords de contagios y de muertes. Para colmo, al Presidente no se le logra caer una idea ni a garrotazos.

En ese marco, el decreto de un nuevo confinamiento no hace más que confirmar la mediocridad y falta de eficiencia de parte de un Gobierno nacional cuya profundización de la pandemia es absoluta responsabilidad suya. Se trata de un verdadero desastre sanitario de parte de la administración de Alberto Fernández, quien colocó a la Argentina primera en el mundo en lo que hace a muertes por cada millón de habitantes.

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Como si esto fuera poco, la cantidad de empresas y comercios cerrados empeora semana a semana. Y es que, pese a que el nivel de actividad es mayor que meses atrás, cuando regían duras cuarentenas por el COVID-19, el cierre de oficinas y locales comerciales en Argentina se ha profundizado en el primer trimestre de 2021, ante la perspectiva de más restricciones en el segundo año de pandemia y la incertidumbre por la situación económica del país.

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Y esa posibilidad se hizo realidad desde la noche de ayer. De hecho, en las principales áreas comerciales de la ciudad de Buenos Aires, la cantidad de locales vacíos subió un 65,6% al comparar el segundo bimestre de este año con el primero de 2020, antes de que se implementaran las primeras medidas de cuarentena, según la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC). Y sorprendió el aumento de 26,2 % respecto del primer bimestre de este año.

En tanto, el cierre de oficinas clase A (de alta categoría) trepó al 14,9 % en el primer trimestre el año, unos 6 puntos por encima del promedio habitual prepandemia, y un 15 % respecto del último trimestre de 2020, cuando las restricciones ya se habían aliviado, según la empresa global de servicios inmobiliarios corporativos Cushman & Wakefield (C&W). Esto habla de la pérdida de empleos a diestra y siniestra.

Al mismo tiempo, el gasto público se desmadró y la emisión monetaria está por las nubes, lo cual no hace más que profundizar el clientelismo político a tener de rehén a quienes viven de changas y que el confinamiento no hace más que recortarles esta posibilidad. Esto no es casualidad en medio de un año electoral en el que el kirchnerismo apuesta a ganar como sea y sin importarle nada más que eso.

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A 17 meses de la aparición del virus, y con la ventaja de contar con el espejo del futuro del hemisferio norte adelantándonos los hechos, aún no aparece una mínima autocrítica oficial por el fracaso de una estrategia nacional sanitaria con escasos resultados, que cansó innecesariamente a la sociedad con la llamada “cuarentena más larga del mundo” con todos los perjuicios económicos que generó la misma.

Hay datos que ya no se pueden soslayar. Argentina, que nunca testeó lo suficiente, actualmente, según los datos de la Comisión de Estadísticas de las Naciones Unidas, realiza 276.618 test cada un millón de habitantes, mientras que en Chile y Uruguay esa cifra asciende a 729.168 y 582.775 respectivamente. En nuestro país no se vacuna al ritmo de otros países de la región y no se cumplió ni de cerca el plan anunciado por Alberto Fernández.

Cabe recordar que en diciembre dijo que a fines de marzo íbamos a tener a 14 millones de vacunados con dos dosis, estamos a fines de mayo y solo 2.104.000 argentinos lo están de esa manera. También esta semana se conoció, a través del sitio especializado Our World in Data, una de las referencias más serias a la hora de establecer indicadores para analizar la marcha de la pandemia, que Argentina en los últimos días tuvo el promedio más alto de contagios diarios.

Después de la India, Brasil y Estados Unidos. Este mismo sitio ubica quinto a la Argentina, detrás de Seychelles, Maldivas, Baréin y Uruguay, en un ranking donde se toma la incidencia de casos positivos frente a la cantidad de la población, con una tasa de casi 500 infectados por millón de habitantes. En medio de este escenario crítico, faltan explicaciones sobre la frustrada compra de vacunas, que no solo resultó un notable fiasco de gestión.

Sino que fue un compendio de irresponsabilidades y decisiones con motivos supuestamente políticos por encima de los criterios sanitarios basados en razones que los argentinos merecemos conocer, todo esto sin olvidar la enorme deshonestidad que cometieron los vacunados vip y de quienes facilitaron que lo sean, conformando la muestra más inmoral de abuso de poder que hemos conocido.

Desde que comenzó la pandemia, todos los gobiernos del mundo apelaron a algún tipo de “prohibición” como parte de las medidas para controlar la propagación del virus COVID-19 como dictar cuarentenas con distintos grados de alcance que afectaron el derecho a la libertad de circulación, al trabajo y a la educación presencial. El problema es que en nuestro país parece que sólo se puede implementar el regreso a la Fase 1 y nada más.

Mientras la sociedad sufre la falta de educación presencial, la imposibilidad de trabajar, de desarrollar una vida medianamente normal dentro de la ventana que existe entre las restricciones y el miedo al contagio, esta semana el oficialismo le da la espalda a esa realidad trabajando a full para aprobar la Ley de Ministerio Público que le permitiría ubicar un Procurador General propio, sin consenso político y con poderes plenos como jefe de todos los fiscales.

No debería sorprender, después de todo este gobierno es consecuente, nunca abandonó el objetivo de reformar la justicia ni lo hará siquiera con un país cercado por un virus que hasta ahora nos castigó con más de 72 mil muertes. Y en este contexto no podía faltar la impunidad de Cristina Kirchner y sus secuaces, el privilegio más obsceno de todos. Está claro que el discurso de anoche del Presidente no fue más que el cinismo en su máxima expresión.

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