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El círculo rojo pretende rescatar a Alberto Fernández del abismo

De espaldas a la sociedad, empresarios, gremialistas habrían pactado las condiciones económicas con las que se enfrentará el 2022. Los sindicalistas habrían aceptado que los salarios no crezcan más que la inflación prevista para este año.

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Descacharreo

El ejecutivo de una multinacional top de la Argentina está todavía atrapado en el asombro. Inició días atrás una ronda de llamados entre empresarios nacionales para invitarlos a una reunión que se hará mañana en el Ministerio de Economía, pero su convocatoria fracasó. Cuando llega enero, pensó, los dueños argentinos se toman su avión privado para veranear en otro país. En cambio, tuvo mayor convocatoria entre sus colegas de compañías extranjeras.

Hay motivos para trabajar cuando otros descansan. El país camina tembloroso por una delgada línea que lo separa del abismo, algo que puede repercutir negativamente en sus negocios. Es el mejor contexto para sellar uniones impensadas. En ese marco, el resultado del intercambio de mensajes de Wathsapp y llamadas telefónicas entre empresarios derivó en un acuerdo que quedó marcado en la agenda de Martín Guzmán.

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Martín Guzmán

El ministro almorzó ayer a las 13 con una composición heterogénea compuesta por Daniel Herrero (Toyota), Laura Barnator (Unilever) y Antonio Aracre (Syngenta), entre otros directivos de compañías extranjeras. Sergio Kaufman (Accenture) está fuera del país y le dejó una silla libre a Gabriela Renaudo (Visa). También participará la crema del mundo sindical. Estuvieron el secretario general de la CGT, Héctor Daer; Antonio Caló (jefe de la Unión Obrera Metalúrgica), Andrés Rodríguez (UPCN) y Jorge Sola (Seguros).

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Se trató de una versión concentrada del círculo rojo, con el que Guzmán y Alberto Fernández vienen tejiendo hilos desde hace semanas. Allí analizaron quiénes habían sido los ganadores y los perdedores de 2021. Y siguió esta semana, con reuniones por los acuerdos de precios. Antes de ayer, por caso, Guzmán recibió a varios empresarios de productos de consumo masivo y alimentos para consensuar una canasta de 1300 productos. También estuvo allí el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.

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El presidente del Banco Central, Miguel Pesce

Todos tienen un gran punto de acuerdo: la Argentina tiene que acordar con el FMI y cada uno tiene que poner lo suyo para facilitar que lo prometido, se cumpla. En los intercambios con Guzmán comenzó a crecer otra raíz. Los empresarios le plantean al ministro la necesidad de bajar los requerimientos patronales para blanquear personal. En la tranquilidad de las reuniones reservadas, nadie discute que el empleo en negro es la norma de muchas industrias.

El fin del encuentro de ayer, más que nunca, fue anclar expectativas. Para eso fueron los dueños del capital y del trabajo, los dos elementos de la producción según la lógica peronista. Tuvieron que prometer lo que menos les gusta: no habrá despidos, subas desmesuradas de precios ni pedidos de recomposición salarial por encima de lo que acuerden. El almuerzo con Guzmán fue la continuación de la discutida reunión que el presidente Alberto Fernández y el ministro tuvieron ayer con los gobernadores afines.

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Aunque más silencioso y hasta manejado en secreto, el encuentro sindical-empresario de ayer buscó una gestualidad mayor: mostrarle a EE. UU., acaso el socio más duro del FMI, la señal de que muchas empresas de ese origen que trabajan en el país acompañan al tándem Fernández-Guzmán. La embajada suele estar atenta a esos detalles y la diplomacia norteamericana tiene la tradición de escuchar la voz de sus compañías esparcidas en el mundo, aunque hay cosas que exceden al sector privado.

Algunos de los autores intelectuales del encuentro se entusiasman en verlo como una especie de consejo de coyuntura para que el FMI entienda que hay acuerdos transversales. Parten de una mirada compartida con el ministro: creen que no les conviene un ajuste radical que achique el tamaño del Estado rápidamente y profundice el estancamiento de la economía. Todo lo contrario.

Hay empresarios dispuestos a firmar la receta peronista de la normalización fiscal, que implica aumentar salarios menos que la inflación. Una suba de precios que el año pasado superó el 50% les parece una base potable para avanzar en esa dirección. Se trata de ajustar sin que casi nadie se dé cuenta. Los empresarios lo ven como una manera razonable de normalizar las cuentas públicas en el marco de las restricciones políticas que impone Cristina Kirchner.

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Cristina Kirchner en el último acto en la Plaza de Mayo. (Franco Fafasuli)

El próximo encuentro será, también, la continuación de otras dos reuniones que ya se hicieron en Olivos con Alberto Fernández. En una de ellas, que ocurrió en noviembre pasado, había solo representantes de empresas multinacionales. Todo para construir una trabajosa posición en común que permita encontrar un camino a la mayor urgencia económica argentina, que preocupa a Alberto Fernández y enfurece a Cristina Kirchner.

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