Empeñado en incentivar los estereotipos y prejuicios para exacerbar y sacar provecho de la fragmentación social, el kirchnerismo ahora quiere convertir a los carpinchos en una fuerza de choque. Como si ya tuviera ganada la lucha contra el delito, la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, se ha ocupado de los carpinchos. Y salió a decir que, en realidad, esos animales integran una especie de ejército vengador contra los desarrolladores y los habitantes de los countries.
Esto se debe a que, desde la perspectiva de la funcionaria nacional, son ellos justamente los que dañaron la naturaleza y destruyeron el ecosistema para construir sus casas y jardines. En definitiva, lo que no pudieron los jueces lo vienen a hacer los carpinchos, en una especie de “justicia natural”. Y cualquier daño que provoquen estos roedores bien merecido lo tienen los vecinos de Nordelta.
El razonamiento es peligroso porque, en el fondo, celebra un supuesto acto de “justicia por mano propia”. Si está bien que los roedores vengan a recuperar sus tierras y “a cobrarse una factura” como acto justiciero, ¿Está bien que hagan lo mismo otros grupos organizados? En la cabeza de la ministra de Seguridad, la idea resulta al menos inquietante. Sabina Frederic ha escrito, en realidad, un nuevo capítulo del “manual de prejuicios kirchneristas”.
El Gobierno nacional ya había estigmatizado a los runners, a los que viajan a Miami, a los porteños, a los “padres organizados”, a los que hicieron banderazos, a los “miserables” de los empresarios y a “los piqueteros de la abundancia”, entre tantos otros. ¿Cómo se iban a olvidar de los habitantes de Nordelta? ¿Cómo no iban a alentar a los carpinchos para que salgan a atacar?
Si nuevos ejércitos de roedores aparecen en otros countries o barrios que el kirchnerismo supone refractarios a sus consignas, habrá que mirar a Frederic. Después de todo, ya tiene una coartada: ¿Cómo podría controlar a los carpinchos si no ha podido con la delincuencia? Además de fogonear tensiones y agudizar el resentimiento social, la ministra ha apelado a otro clásico del poder, el guitarreo y la improvisación.
Habló de “daño ambiental” sin aportar argumentos ni fundamentos ni pruebas que sostengan esa imputación. Si supone que esos desarrollos inmobiliarios se concretaron en violación de las normas vigentes o sin haber aprobado los rigurosos estudios de impacto ambiental que exige la legislación, debería denunciarlo. Antes de celebrar “la venganza de los carpinchos”, tal vez debería preguntarse por qué cada vez más gente se va a vivir a barrios cerrados.
Por supuesto que la migración a ese tipo de urbanizaciones tiene múltiples razones. ¿Pero no influirá la inseguridad que Sabina Frederic no ha podido mitigar? ¿Los “nordeltas” no son, en parte, una consecuencia de la degradación de la vida en las ciudades? El crecimiento de la vigilancia privada ¿no es una secuela del fracaso y de la ausencia del Estado? Hacerse estas preguntas sería hacerse cargo de los problemas que le competen.
