Vacunación Dengue

El kirchnerismo utiliza nuevamente a la treta de enmascarar sus fracasos con prejuicios ideológicos

El estreno de estos días es el “dólar Qatar”, una etiqueta con la que se intenta presentar otro manotazo a la clase media como si fuera una medida “progresista” y acotada que solo afecta a “los ricos” que viajan al exótico destino del Mundial.

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El ministro de Economía, Sergio Massa
Vacunación Dengue

Hay una estrategia a la que el Gobierno recurre una y otra vez: enmascarar los hechos con ocurrencias dialécticas generalmente teñidas de prejuicios, ideologismo, simplificación y falacia. El estreno de estos días es el “dólar Qatar”, una etiqueta con la que se intenta presentar otro manotazo a la clase media como si fuera una medida “progresista” y acotada que solo afecta a “los ricos” que viajan al exótico destino del Mundial.

Detrás de ese artilugio lingüístico que han logrado instalar desde el poder, se esconden un nuevo cepo y otro impuestazo que no solo castigan al que intenta viajar, sino también al que sueña con una semana de vacaciones en San Clemente. Lo que intenta disimularse es otro parche regresivo que, en una economía dolarizada como la nuestra, afectará a todos los eslabones del comercio y la producción, con mayor impacto sobre el bolsillo de la maltrecha y angustiada clase media.

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Vale la pena reparar en la manipulación del lenguaje y discutir los eufemismos del discurso oficial. Detrás de muchos de ellos se esconden medidas que provocan un inmenso daño a la confianza, la previsibilidad y la estabilidad, todos valores que se les ha amputado a la economía y a la institucionalidad en la Argentina. Hay un intento, además, de disfrazar la inoperancia gubernamental con una épica “justiciera”.

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Y para eso se avivan resentimientos y antinomias, como si la economía no naufragara por su impericia, sino por el “egoísmo” y la “voracidad” de los que se quieren ir a Qatar. Es una línea argumental que el kirchnerismo ha acentuado hasta rozar o transgredir las fronteras del grotesco. Hay que recordar, por caso, la estigmatización de “los runners” durante la pandemia, las imputaciones a “los que viajan a Miami”.

Lo cierto es que la idea es culpar siempre a otros, instalar la creencia de que unos “se la quedan” a expensas de los que sufren y agitar así una atmósfera de revanchismo. En definitiva, es una forma de eludir responsabilidades sin honestidad intelectual, fogoneando las fracturas sociales y alimentando distorsiones económicas que producen más pobreza, más exclusión y menos empleo.

Detrás de ese ropaje dialéctico hay una economía cada vez más tóxica, trabada por cepos, regulaciones, impuestos disparatados y desalientos de todo tipo. Creer que el llamado “dólar Qatar” solo afecta a los que van al Mundial es como suponer que una guerra solo impacta en la vida de los generales. Medidas de ese tipo deterioran aún más la previsibilidad indispensable para atraer inversiones, generar oportunidades, potenciar circuitos virtuosos de producción y desarrollo.

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¿Cuántos empleos se perderán en la industria que se mueve alrededor del turismo internacional? Le llaman “dólar Qatar” a lo que en realidad es un “dólar polirrubro” que desencadena, como todo manotazo, múltiples efectos colaterales. La economía ha llegado a tal extremo de asfixia que tal vez hagan falta restricciones dolorosas en la administración de divisas. Pero al menos debería explicarse la situación con franqueza.

Es decir, asumir las cosas como son, y no revestir las medidas de emergencia como si fueran una “redistribución de ingresos” o una cuestión de equidad. Desmantelar esas manipulaciones tal vez sea un punto de partida para recuperar cierto grado de confianza en el manejo de la cosa pública. Creer que viajar al exterior es un lujo de ricos es, por otra parte, ignorar datos muy básicos de la cultura y el comportamiento social.

Es ignorar, también, aspectos elementales de los reflejos que tienen hoy el consumidor, el ahorrista y el trabajador argentinos. Es, como si fuera poco, una idea desconectada de los efectos de la pandemia, que ha trastocado en muchos sentidos la visión del corto y el largo plazo. ¿Hay un esfuerzo del Gobierno por comprender la complejidad de la sociedad contemporánea, o solo se maneja con categorías y esquemas derivados de viejos prejuicios?

La idea que asocia viajes con lujo es tan anacrónica como absurda. Pero ¿Hay que justificar un viaje por necesidad, por estudio o por trabajo? ¿Si es por mero placer está mal? ¿Debe ser penalizado? ¿No es solidario el que se va a tomar sol al Caribe con el producto de su propio esfuerzo? Que el Gobierno nos arrastre a formular estas preguntas es un indicador de las graves confusiones que han asaltado al poder.

La interconexión con el mundo y el acceso de las clases medias al mercado del turismo internacional es uno de los grandes avances de la democratización global. El “dólar Qatar”, como la maraña de cepos y retenciones, le cierra las puertas del mundo a la clase media trabajadora, no a los millonarios. En ese segmento, viajar se ha convertido en una opción frente a la imposibilidad de acceder a otros “lujos”, como la vivienda, el ahorro o la inversión.

Mientras tanto, a nadie se le ocurre crear el “dólar funcionario” ni ajustar por ningún lado los gastos del Estado. El ranking de viajes al exterior de los ministros nacionales muestra que en esos niveles no rigen los cepos ni las restricciones. ¿Cuál es el ejemplo y cuál el sacrificio de un Estado que insiste en meterle la mano en el bolsillo a la clase media? Se intenta maquillar la realidad con eslóganes y manipulaciones dialécticas.

Pero los hechos se terminan imponiendo: la Argentina del “dólar Qatar”, el “dólar Coldplay”, los “aportes solidarios”, y tantos otros inventos, produce menos trabajo genuino, más pobreza y más jóvenes que se van para no volver. Para el Gobierno, esa migración de talentos y esperanzas quizá se llame de otro modo: ¿Redistribución poblacional? Siempre habrá nuevos eufemismos para encubrir los fracasos.

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