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El movimiento murió con su fundador

El resto lo conforma ahora el kirchnerismo que es un conjunto de deformaciones que utilizan su recuerdo para seducir votantes

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Descacharreo

En la semana que pasó para ya no volver, si algo quedó claro es que, así como la liturgia peronista entronizó el 17 de octubre como el nacimiento del peronismo, lo cierto es que ahora corre un serio riesgo de morir en este 2022 por culpa de Cristina Kirchner, su hijo Máximo y La Cámpora, es decir, el kirchnerismo. O como también lo denominan los analistas políticos, la izquierda posible.

Y es que el peronismo nació ese día, cuando los humildes dieron su alarido, “descamisados” como uniforme del esfuerzo, “mal educados”, según la versión de los elegantes. Hubo quien los definió con amor como “el subsuelo de la patria sublevado” y del otro lado surgió la bronca y los llamaron “el aluvión zoológico”. El tiempo pasa y las heridas no cicatrizan. Eran morochos con sangre de estas tierras junto a explotados de otras partes del mundo.

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Migrantes e inmigrantes, unidos por la bronca y el deseo de hacerse de una patria, de apropiarse de ella. Desde siempre hubo conquistadores que impusieron su visión de la vida y los hicieron súbditos. Clase baja, con algo de esclavos y bastante de dependientes. Los finos les imponían sus sofisticadas costumbres. Ellos no eran eso ni querían serlo. Por entonces, la anécdota cuenta que se decía que “después de Perón y Evita nunca más tuve que bajar la vista frente al patrón y al policía”.

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Habían recibido la dignidad de los iguales. Sin duda la expresión más definida de la conciencia nacional, pero no la única. Antes fueron los tiempos de Yrigoyen, con su liderazgo y sus silencios, el derecho al voto y también Alvear que para algunos expresaba una traición y para otros una síntesis. Existió una década sin votos, algunos la denominaron “infame”, en rigor el poder económico y el político aún no lograban coincidir, la democracia nos quedaba grande.

Un suceso como el tratado con Inglaterra y las guerras muestran diferentes miradas, surge por entonces un grupo de militares que termina generando un proceso electoral, el peronismo. Con sus logros y su folklore, en su paradigma de tango y poesía, Cátulo Castillo, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y en el cine Hugo del Carril y Leonardo Fabio dan imágen y testimonio de esa parte de la historia.

Juan Domingo Perón duró diez años en el poder, luego serán diez y ocho de proscripción, prohibieron mencionarlo, asesinaron en nombre de la libertad. Arturo Frondizi y Arturo Illia también serán derrocados por sucesivos golpes de Estado. En su retorno al país Perón expresa su voluntad pacificadora. El retorno de Perón tuvo todos los elementos para pacificar, desde su encuentro con sus viejos adversarios políticos hasta su posición acuerdista.

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Mezclar la violencia de su primera presidencia termina siendo tan absurdo como reivindicar los golpes de Estado o los bombardeos a la Plaza de Mayo. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero, en definitiva, lo cierto es que el peronismo murió con su fundador, el resto son deformaciones que utilizan su recuerdo para seducir votantes. En ese marco, surgió el infame kirchnerismo.

La izquierda se hizo peronista por necesidad de inserción en lo popular. En esta época, la sociedad pudo contemplar cómo el peronismo fue traicionado por los Kirchner al degradarlo en izquierda. Era una expresión de la patria, más allá de negociados y revoluciones. Hoy son los que generaron en estos años la pobreza, la miseria y fugaron capitales, pero nos vienen con el cuento del “populismo”.

O más patético aún, “pobrismo”, no sea que tengan que hacerse cargo de la miseria que engendró su codicia. Así como se puede trazar un parangón con el ascenso y caída del imperio griego, con el Peronismo pasa algo similar. Y es que en su primera etapa con Juan Domingo Perón en plenitud se construyó un movimiento cuya base se sostenía con la organización del trabajo.

Pero también en la conformación de convenios colectivos, la formación de entidades corporativas que permitieran una fácil resolución de los problemas y una economía basada en la planificación cuya finalidad fue la de industrializar el país, dejándole una herencia formidable al desarrollismo frondizista. Pero todo eso se perdió, tal y como quedó claro en todos estos años de kirchnerismo.

En la actualidad sin Perón, los ya decadentes miembros de su fuerza política, se vieron y se ven envueltos en hechos de deplorables actitudes, connotados hechos de corrupción, utilización del Estado para beneficios personales y falta de apego a la Constitución y sus leyes, el mal manejo de lo público y de la economía, no logrando aumentar el empleo, disminuir la pobreza, capitalizar el salario de los trabajadores, descender los programas sociales y eliminar el hambre.

El pueblo se los hizo saber en las últimas elecciones y principalmente los que están por debajo de la línea de pobreza. Aquellos que son moneda de cambio desde hace décadas por parte de la dirigencia política que sólo ve su ombligo y sus ambiciones, o como decía Perón: “Que los muchachos vienen con un gallito bajo el brazo y solamente les interesa resolver sus intereses y los de sus gallitos, pero no les interesa resolver los problemas del Pueblo”.

Cristina Kirchner perdió hace tiempo la brújula de lo que piensa el Pueblo, mientras se refugia entre sus más íntimos jamás podrá comprender al Pueblo y es por ello que pierde y seguirá perdiendo, aunque realice cambios bruscos de Gabinete, obligándolo a Alberto Fernández a modificar el organigrama del Poder Ejecutivo Nacional. Incluyendo entre tantos movimientos a Aníbal Fernández nuevamente en el Ministerio de Seguridad.

Órgano éste que no supo conducir y por donde aumentó considerablemente el delito organizado como el narcotráfico, instalando con su mala gestión a “Los Monos” como la principal banda de traficantes de estupefacientes en Rosario, con posibilidad de constituirse -sino se hace nada al respecto- como el Cartel de Sinaloa en la Argentina. Otra vez el kirchnerismo llevándonos a caminos oscuros y sin salida.

Existiendo en la periferia cercana a esta coalición una inmensa pobreza, un hambre latente, personas sin trabajo en aumento y lo peor, niveles de educación paupérrimos y decadentes que llevan al ¿Pueblo? a tener un desenlace catastrófico en las próximas décadas. El país está en una zona gris, cercana a la franja negra, y si no se hace algo para sacarlo de allí y colocarlo cerca de la franja blanca, nos veremos incorporados como una Nación “bananera”.

Una que sólo quiere jugar en la Tercera Categoría en el Mundo y no volver a colocarse como uno de los países potencia. Es por eso necesario que en la semana que se esfumó para ya no retornar, los peronistas entiendan que es hora de recuperar un proyecto común, forjado entre adversarios que se respeten y no como ahora, entre enemigos que se denuncian. Por suerte el oficialismo perdió su mayoría en las elecciones del año pasado y está obligado a dialogar y a negociar.

Nos debatimos entre dos fracasos, el presente y el pasado. Necesitamos un proyecto común que nos devuelva la esperanza individual y la dignidad colectiva. Ese es el único camino, no hay margen para oportunismos porque demasiados habitan en la desesperanza. La política es diálogo y propuesta, ambos son posibles, necesarios, imprescindibles. Hoy se confronta sobre quién administrará la miseria.

Es por ello que debemos lograr que la verdadera política enfrente el tema de fondo que es cómo salir de ella, cómo recuperar aquel país digno de ser vivido que hace ya cuarenta y cinco años abandonamos. Hay una sola salida y es forjar un proyecto común. Uno que necesariamente tendrá que contar con el peronismo. Pero que será imposible mientras siga secuestrado por Cristina y el kirchnerismo.

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