Vacunación Dengue

La desorientación de Alberto Fernández es absoluta

Cuando se camina por la cornisa, un paso en falso puede hacernos caer al vacío. Esperemos que este paso no sea el próximo y que en algún momento la política se decida a hacer un país en serio.

alberto fernandez
Alberto Fernández
Vacunación Dengue

Aún no nos hemos recuperado de la cuarentena. Y es que una cifra que bordea los cientos de miles de personas sufrieron la desocupación, la pérdida de sus empresas o emprendimientos y vieron además como sus sueños se desvanecían entre la irracionalidad y la soberbia de quienes nos gobiernan.

Las escuelas cerradas durante prácticamente un año y medio, los jóvenes que a partir del 2020 solo ven en el emigrar el único futuro posible y la pobreza que avanzó hasta niveles insoportables. Incluso la economía aún no ha recuperado lo perdido: el “rebote” que se narra como un éxito está dejando sabor a poco.

Fumigación y Limpieza

Las empresas que se fueron ya no desean regresar, la emisión descontrolada que nos posiciona hoy como el tercer país con mayor inflación del mundo y un estancamiento que está prácticamente asegurado. La semana que se fue para ya no volver fue la última antes del comienzo de las clases.

Movilidad Urbana

Miles de chicos no han regresado aún a las escuelas y otros tantos seguramente jamás lo harán. Muchos presos que se liberaron arbitrariamente tampoco regresarán a sus cárceles. Sin embargo, la peor consecuencia que parece haber emanado de la cuarentena ha sido que la gente ha dejado de tener esperanzas.

La economía asfixiada, una sociedad que no da más y un sinfín de desatinos que nos han dejado al margen del mundo civilizado. Incluso en dos años de gobierno el Presidente Alberto Fernández nada ha hecho para encaminar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, sino hasta que no se pudo esperar más, los vencimientos se veían en el horizonte.

Pero no así los dólares necesarios para hacer frente a ellos. A pesar de todo lo que pueda decirse, en la semana que concluyó para ya jamás retornar, tuvo lugar un hecho verdaderamente insólito. El Presidente de la Nación en el marco de lo que fue un acto para anunciar el incremento en el presupuesto destinado a la investigación, dijo textualmente algo increíble.

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“¿Nos detuvimos en la pandemia? Nadie se detuvo en la pandemia. No se detuvieron los científicos, no se detuvo la obra pública, no se detuvo la construcción de colegios, no se detuvo absolutamente nada de lo que era poner de pie a la Argentina”. Sí, señor Presidente, nos hemos detenido en la pandemia, y de manera drástica.

La economía se cayó a pedazos, las muertes nunca detuvieron su cuenta, las vacunas tardaron en llegar (incluso las primeras que arribaron fueron a los brazos equivocados) y se nos limitaron nuestras libertades más elementales, mientras se nos mantenía encerrados sin demasiada explicación que lo justifique.

Empecinados en cargarnos de miedo y desolación cuando en paralelo las fiestas en Olivos eran parte de la rutina oficial. El Presidente niega lo evidente y sus desatinos no se detienen. Hoy el mundo repudia el avance de Rusia sobre territorio ucraniano mientras también recuerda las palabras de Alberto Fernández a Vladimir Putin algunos días atrás.

“Queremos que Argentina sea la puerta de entrada de Rusia a América Latina”. Tampoco el mundo olvida el momento en el que la comitiva argentina en su paso por China explicaba nuestra supuesta devoción hacia el Partido Comunista Chino y a Mao, responsables éstos del asesinato de millones de personas.

En lo que fue la porción de la historia más sangrienta de la China comunista y probablemente de la humanidad toda. Aún nadie del gobierno argentino ha pedido disculpas por semejante accionar. Hoy el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania nos abre varios interrogantes. El precio de la energía es uno de los grandes talones de Aquiles que deberá enfrentar nuestro país.

Este año se estimaba importar gas por 4.000 millones de dólares. Probablemente este número quede pequeño si el conflicto escala en tiempo y magnitud. Sobre todo, considerando lo acontecido en la semana que se esfumó. El petróleo que llegó a rozar los 106 dólares y que no parece haber encontrado su techo también es una piedra adicional.

Un obstáculo en la ya de por sí más que complicada economía argentina. El encarecimiento de la energía para nuestro país es algo sumamente peligroso. Esto se debe al hecho de que tenemos un gran déficit energético, el mercado interno sufre un atraso tarifario colosal y por sobre todo, no tenemos dólares.

El aumento del precio de los granos y sus derivados probablemente nos den un pequeño alivio entre tanta adversidad. Pero seguramente esto no compense el incremento que sufriremos en los valores de nuestras importaciones de energía, pero probablemente atenúe parte del problema.

Esperemos que el gobierno entienda que es un buen momento para aniquilar las retenciones a las exportaciones y dar un giro de 180 grados en nuestra nefasta política cambiaria. Por último, el fortalecimiento del dólar en el mundo será otro dato a observar. La huida de capitales desde países emergentes hacia rincones más seguros es un problema.

Porque hará que la volatilidad en la Argentina sume una dosis de nerviosismo adicional. Ucrania está siendo invadida. Su moneda se devaluó esta semana un 6%. El peso aquí se devaluó el 25% cuando el actual Presidente ganó las elecciones PASO allá por agosto de 2019. En cuatro meses la devaluación del peso equipara a lo que el inicio de la guerra generó en la moneda ucraniana.

Está claro que Argentina, incluso en los peores escenarios, se encuentra completamente alejada del mundo. Cuando se camina por la cornisa, un paso en falso puede hacernos caer al vacío. Esperemos que este paso no sea el próximo y que en algún momento la política se decida a hacer un país en serio.

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