Luego de lo que fueron las expresiones de Cristina Kirchner sobre la deuda argentina con el FMI que causó la baja del valor de bonos argentinos, una conclusión quedó latente en el mundo de la política. Y es que la vicepresidenta utilizó el 25 de marzo como el día que eligió Cristina para “asumir el Gobierno”. Es decir, se hizo un acto a su medida, se hizo llamar ‘Presidenta’ por la locutora oficial, y se hizo cargo del Gobierno declarando el default.
Y es que cuando dijo: “No tenemos plata. No podemos pagar”, dejó en claro que la Argentina no tiene un peso partido al medio para hacerse cargo de la deuda. Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Por qué Cristina tomó la decisión de asumir? Porque se hartó de su delegado, es decir, Alberto Fernández. Se cansó de la inoperancia; porque lo vio débil, angustiado, cansado y agobiado.
De hecho, sobre este asunto, no hay grieta, no hay opinión, son hechos, datos. Y es que tanto kirchneristas como opositores llegan a la misma conclusión: el Gobierno es malo. La gente vive peor y la gestión no funciona. En ese sentido, ¿Quién vio esto?, ¿Qué está haciendo Cristina? Tomando las riendas antes de que sea tarde; intentar salvar el Gobierno antes de que se hunda, porque si se hunde el Gobierno se hunde ella, Kicillof, Máximo y La Cámpora.
Además, lo que está pasando acá es que el peronismo tomó consciencia de que el Presidente no funciona. ¿Cómo funciona el peronismo? Como un tiburón: ve sangre y ataca. Olfatea debilidad y ataca. No soporta el miedo, el temor y la duda. El famoso trasvasamiento generacional del que hablaba un tal Perón; no alcanza con la Anses, el Pami, YPF, Aerolíneas. La Cámpora se está preparando para hacerse cargo de todo.
Es por eso que empieza a revelarse que el problema del Gobierno no es solo el Covid-19, sino su estructura y su funcionamiento. El presidente Fernández, autor material de la criatura, no exhibe herramientas para componer las averías. Cristina Kirchner, creadora intelectual del proyecto, empieza a pensar en otros futuros. En ese sentido, comienza a preparar el terreno para la candidatura de su hijo, Máximo Kirchner para la presidencia en el 2023.
Tal como lo anunciamos en Tucumán Despierta. Por si quedaba alguna duda sobre el avance de Cristina en las decisiones del gobierno nacional, los condicionamientos que públicamente intentó imponer la vicepresidenta en las negociaciones con el FMI, mientras Martín Guzmán realizaba gestiones en Washington, pusieron de manifiesto que el cristinismo sigue copando progresivamente las distintas áreas de la administración de Alberto Fernández.
Mientras tanto, el Gobierno nacional sigue jugando con la salud de la sociedad mediante la improvisación. Y es que la decisión de postergar la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus a aquellas personas que ya recibieron la primera no habla más que de la inoperancia de una administración que va improvisando sobre la marcha y todo lo hace mal. ¿Hasta cuándo la sociedad argentina tendrá que seguir tolerando semejante inoperancia?
