“Apareció una guerra que nos trastocó todo y generó una inflación en el mundo que también nos toca a nosotros”, señaló el Presidente Alberto Fernández. Una de las características del actual Gobierno es la admiración por las dictaduras como Rusia, Irán, Cuba y Venezuela. También el consiguiente repudio a las democracias occidentales “imperialistas”.
Eso ha producido episodios bizarros como la oferta de Alberto Fernández a Putin de abrirle las puertas para que ingrese, por medio de Argentina, a América Latina. O también el invento de que “le paró el carro al premier británico”, poco tiempo atrás. O el delirante episodio del avión iraní, con bandera venezolana de conveniencia, que aún sigue estacionado en un rincón del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza.
Desde el comienzo de la brutal agresión del dictador del Kremlin a Ucrania, el Presidente y su ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, han buscado todo tipo de eufemismos para no repudiar esta acción de ocupación militar sin precedente en este siglo. La última que figura en el epígrafe es que “la guerra apareció” como si hubiera sido fruto de un acto fortuito.
Las tropas de ocupación rusas han violado miles de mujeres, asesinado niños, mandado al exilio a más de 7 millones de civiles e internado en los gulags rusos a más de un millón. La aviación, la cohetería y la artillería han bombardeado escuelas, hospitales, guarderías infantiles, centros comerciales y también, arruinado millones de viviendas.
Respecto a la inflación, no tendría que mentir más Alberto Fernández. Y es que, en este mes de julio, nuestros vecinos tendrán todos menos del uno por ciento de inflación. Usted y sus políticas equivocadas hunden en la miseria a millones de argentinos y nos “regalaran” más del 7% de inflación en un solo mes. Vamos hacia una inflación en alimentos de más del 100% anual y ningún país europeo superará el 8%.
Ellos carecen de gas y a nosotros nos sobra, pero no lo utilizamos porque en más de dos años de su Gobierno no fue capaz de construir un gasoducto, ni una planta de gas licuado. Está dispuesto a pagarle a los turistas extranjeros más de 300 pesos por cada dólar, mientras a los productores agropecuarios les paga menos de 90 pesos por cada dólar y se queja, porque guardan el fruto de su trabajo.
Como si esto fuera poco, las fabricas suspenden turnos o cierran líneas de producción por ausencia de insumos, el mercado negro avanza, el país se derrumba. Los precios vuelan y los salarios y jubilaciones se arrastran. Esto no se arregla mintiendo sino gobernando. ¿Es mucho pedir?
