Sin pensarlo dos veces, Gustavo Díaz clavó los frenos del interno 46 en la esquina de avenida Jujuy y Magallanes, acompañó a la abuela hasta la vereda, le hizo señas a un taxi y le explicó la situación al taxista. Además, dejó el viaje abonado para que la mujer pueda llegar a su destino.
La historia no tardó en hacerse viral a través de las redes sociales. “La señora iba a la Iglesia, y se acercó para contarme que se había pasado. Me pareció que correspondía que hiciera eso” cuenta ahora el héroe de esta historia, con una tonada santiagueña inconfundible. “Hace 22 años dejé mi provincia, pero nunca se me fue ni se me irá la esta forma de hablar”, explica con la voz pausada y las “ese” bien marcadas.
Gustavo llegó a Tucumán de la mano del DT Enzo Trossero, para ser jugador de San Martín. Su carrera como futbolista lo llevó luego a otras ciudades como Rosario y Córdoba, hasta que una lesión precipitó su retiro. “Por suerte un amigo que me hice estando en Ciudadela me ofreció trabajo en la línea 6, y acepté de inmediato”, cuenta en diálogo con eltucumano.com, antes de dejar un mensaje final: “La juventud nuestra está muy mal, estas pequeñas acciones tienen que trascender, todos tenemos que ser conscientes que podemos hacer cosas para tener un mundo mejor”.
