Vacunación Dengue

Se acabó el Congreso que funcionaba como una escribanía “K”

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Congreso de la Nación Argentina
Vacunación Dengue

En la semana que pasó, quedó claro que el Gobierno no puede impedir que la dura realidad lo alcance, le fije límites y le imponga agenda. A pesar de las bombas de humo y los dibujos, le llegó la hora de enfrentar los problemas no solucionados (y agravados) durante dos años. En ese sentido, no hay alfombra que alcance para taparlos ni almanaque que consiga postergarlos.

En ese marco, cuestiones como la reforma judicial imposible o el traslado inviable de la Capital Federal, de Alberto Fernández ambos; los fuegos artificiales de La Cámpora, y la pintura presupuestaria de Martín Guzmán, chocan contra tres elementos duros de modificar, el nuevo mapa político que dejaron las elecciones, la hiperdevaluación de la palabra presidencial y las urgencias económicas.

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El traumático trámite parlamentario por el que atravesó desde el comienzo el proyecto de presupuesto 2022 refleja con nitidez los problemas (viejos y nuevos) que afronta el Gobierno. Al mismo tiempo, podría servir de anticipo de lo que le espera con el cada vez más complicado (y distante) acuerdo con el Fondo Monetario internacional. Las dificultades están tanto adentro como afuera de la coalición gobernante. La oposición habita en todos lados.

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Máximo Kirchner

El toma y daca con el que la bancada de diputados oficialistas agravó los defectos congénitos que ya traía el cálculo de recursos y gastos llevado por el equipo de Guzmán al Congreso expresa esa realidad que al Gobierno parece costarle tanto abordar como reconocer. Para dimensionar la magnitud de los cambios introducidos por el bloque del FDT vale decir que aumentó en un 50% el número de artículos de la iniciativa.

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Y con ello subió el gasto en 180.000 millones de pesos sin sustento en los ingresos. Como si al Estado no le faltaran recursos ya antes de que se improvisara semejante engendro. Ante un oficialismo sin votos suficientes y un proyecto con inconsistencias evidentes en múltiples rubros, la nueva composición de la Cámara de Diputados expuso la debilidad oficialista para imponer sus criterios.

Pero también para seguir demorando el sinceramiento de la situación y para continuar maquillando números y urgencias. La fragmentación de los bloques y subbloques opositores, que sumaron economistas profesionales con voz y peso propios a los que ya estaban llevó a una disección del proyecto de presupuesto como pocas veces se ha visto. En apenas unas horas lo dejaron al desnudo y lo obligaron a revisar la táctica para tratar de lograr su aprobación.

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presupuesto 2022

El presupuesto resalta mucho más que la nueva realidad política que debe enfrentar el oficialismo. También subraya el sistema de toma decisiones y la forma de abordar los problemas. Por un lado, está la dificultad para sincerar variables y consensuar políticas dentro del FDT debido a los distintos intereses, concepciones político-ideológicas y mandatos que conviven en su seno.

Por el otro, emerge el pensamiento mágico que ofrece soluciones imaginarias o la adhesión a la cronoterapia para que el paso del tiempo solucione lo que nadie quiere, sabe o puede resolver. La dificultad o la imposibilidad de explicar una parte sustancial de los ingresos fiscales previstos es el mejor ejemplo de aquella forma de administrar el optimismo desmedido sobre un crecimiento improbable se le suma el probable ocultamiento de nuevas exacciones a los contribuyentes.

Para colmo, quedó claro que las inconsistencias del presupuesto se agravan en medio de la bruma cada vez más espesa que envuelve a las negociaciones con el FMI. A los condicionamientos que explicitó el organismo se le vino a sumar el hermetismo que impuso Guzmán con la venia presidencial. El secretismo no tendría por única (y más certera) explicación la decisión de evitar filtraciones para facilitar las dificilísimas negociaciones.

Y es que esa sería la excusa a la imposibilidad de explicitar decisiones con costo político se añadiría la intención de Alberto Fernández de empezar a convertir a Martín Guzmán en un eventual fusible por si las cosas no salen bien. Demasiada fragilidad y demasiada problemática irresuelta para tratar de avanzar sin protección por campo minado. El optimismo que refleja el presupuesto no tiene en cuenta siquiera contingencias previsibles.

Ahora bien, después de haber atravesado la semana, cabe realizarse una pregunta: ¿Dónde estamos parados después de las legislativas 2021? En primer lugar, con las limitaciones de este tiempo histórico, la oposición parece reunir las condiciones básicas para un cambio de paradigma. Más allá de las disidencias, inevitables en una alianza suficientemente amplia como para enfrentar esa máquina deglutidora de diferencias que es el peronismo.

Y es que Juntos por el Cambio ha logrado mantenerse unido y lleva tres elecciones por encima del 40%, piso histórico que les garantizó a los muchachos tres décadas de hegemonía. Sin embargo, queda por verse si esta unidad logra mantenerse durante los tremebundos años que restan hasta 2023 y si los que están juntos lo están por el cambio o por una continuidad económicamente ya inviable e incapaz de rescatar al país de su decadencia.

En esto el peronismo lleva clara ventaja. Por décadas ha sabido representar a la parte del país que vota por ellos. Del otro lado, más allá del enorme mérito de Cambiemos en haber llegado al poder, terminado un mandato, mantenerse unido después de la derrota y establecer un piso electoral respetable, queda por demostrarse que Juntos por el Cambio sea capaz de representar sin complejos a la Argentina republicana.

sergio massa
Sergio Massa

En cuanto al cambio cultural, se está produciendo. El fracaso estrepitoso del populismo, el estatismo, el proteccionismo y el industrialismo está moviendo el péndulo de la historia en la dirección opuesta. Hace pocos años, proponer un país de clase media, hablar de equilibrio fiscal, cultura del trabajo, productividad y competitividad, reivindicar la libertad o la importancia del sector privado provocaba el rechazo electoral y el insulto público.

Ya no es así, y aunque la batalla cultural permanece abierta, lo logrado no es poco. Finalmente, la cuestión más ardua, queda por saberse si la sociedad argentina está madura para un cambio de paradigma sin pasar antes por una explosión. Dirán que la implosión que experimentamos hoy es tan dramática como una explosión. Hay algo a considerar por más que la situación esté lamentablemente destinada a agravarse en manos de este gobierno de incompetentes.

Y es que no está dicho que la experiencia subjetiva resultante sea suficiente para sepultar las concepciones retrógradas que la provocan y que casi todo el mundo ha abandonado, menos el reino medieval de Argentina. ¿Podremos escapar de la decadencia sin pasar otra vez por un estallido? Nadie lo sabe. El porvenir permanece abierto. Pensar un fin de ciclo implica considerar sus condiciones necesarias.

De cómo sean gestionadas por la oposición depende otro elemento decisivo, si en caso de producirse será este un fin de ciclo kirchnerista, solamente, o terminará también con el peronismo como eje hegemónico alrededor del cual gira el país entero. Lo cierto es que, al menos de momento, el Congreso dejó de ser una escribanía del oficialismo y, quizás, la semana que se fue, sea testigo del comienzo del fin del populismo de una buena vez por todas en la Argentina.

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