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Se acabó el doble comando: las consecuencias del “golpe de Estado blando” de Cristina Kirchner

Tras la renuncia de Guzmán se concretó un desplazamiento efectivo de Alberto Fernández.

cristina kirchner alberto fernández
Cristina Kirchner - Alberto Fernández
Descacharreo

Cuando hace casi tres años Cristina Kirchner “designó” a Alberto Fernández como candidato a Presidente de la República se esperaba que -si ganaban- existiría un “doble comando” en la gestión. Hoy vemos que los hechos superaron ampliamente la expectativa. Con la renuncia de Guzmán y la designación de Sergio Massa como superministro existe un desplazamiento efectivo del Presidente del Poder Ejecutivo.

En medio de la crisis judicial, Cristina Kirchner fuerza las instituciones y “crea” dos nuevos cargos: un Ministro de Economía a cargo del Ejecutivo y un Presidente a cargo de cumplimentar meramente los requisitos formales. El resultado lo vemos cada día, un desastre de inconsistencias, procrastinación y falta de un verdadero plan de gobierno. En cualquier otra circunstancia este gambito hubiera dado lugar, por lo menos, a un juicio político.

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Pero la audacia y la impunidad de la Vicepresidenta de poner a la democracia argentina al borde de un precipicio ha generado una suerte de “parálisis en la oposición” que no se anima a respirar fuerte ante el temor de que cualquier evento profundice aún más la tremenda crisis que vivimos. En los hechos, entonces, Sergio Massa está a cargo del Poder Ejecutivo Nacional desde el Ministerio de Economía.

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Ahora bien, tampoco puede comandar a un gobierno cuya verdadera conductora sigue, como hace años, empeñada en dominar al Poder Judicial que, por fuerza de las circunstancias, se ha convertido en el resguardo de la República. En su extenso descargo del martes 23, ratificó lo que venimos exponiendo. Ella quiere imponer su poder político como respuesta a los contundentes cargos penales que presentaron los fiscales en la Causa Vialidad.

El resultado de esto solo puede agudizar el desquicio del gobierno. Combatir, difamar y desautorizar a uno de los poderes del Estado pone en riesgo a la República. A este gravísimo desorden institucional se suman otras postales del desquicio en que se ha convertido la Argentina. El Ministro convoca a un diálogo abierto y sincero con la oposición cuando el mismo y desde todos los pliegues del Gobierno se ataca al Poder Judicial.

El Ministro sugiere una reducción del gasto público pero los gobernadores y los sindicatos le avisan que ellos no pueden dejar de recibir los recursos que ha comprometido el gobierno nacional. El Presidente circula por las provincias, asiste a actos insignificantes, toma distancia de todas y cada una de las áreas de gobierno, alguna de las cuales quedan “desamparadas”, como ha ocurrido con los incendios en el Delta de Buenos Aires.

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¿Cuánto puede durar esta suerte de “golpe blando” que ha tergiversado el mandato de las elecciones presidenciales de 2019? ¿Cuál será el próximo movimiento del Presidente de la República quien no reclama para sí los poderes que le han arrebatado? ¿El proceso eleccionario podrá desarrollarse normalmente? Lamentablemente, en el marco desquiciado de nuestra Argentina, ninguna de estas preguntas nos lleva a respuestas tranquilizadoras.

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