Luego de que se implementaran las nuevas restricciones de parte del Gobierno, la gente se pregunta, ¿Cómo podemos seguir viviendo así y cuánto tiempo más podemos hacerlo? No solo a nivel político, sino humanitario. En ese sentido, es pertinente preguntarse también, ¿Cómo podemos vivir, en el peor momento de la pandemia, con una curva de contagios que se disparó, solo en la última semana un 40% y con un número de muertos diarios de más de 700 personas?
¿Cuánto tiempo más podremos vivir así, mientras las vacunas siguen llegando a cuenta gotas y sin un reconocimiento cabal de los graves errores que cometieron? ¿Cómo y cuánto tiempo más podemos vivir con un Presidente que, dos días antes de los nuevos anuncios, le dice por radio a un periodista “a fase uno no vamos a volver”? Y resulta que después cuando se analiza, en detalle, el decreto y parece una fotocopia exacta de la fase uno.
Porque es el mismo paquete, solo que decidido 430 días después y con una cuarentena eterna de por medio. Con un manifiesto deterioro de la palabra presidencial. Con una caída de la economía récord de más del 10%, con casi 160 mil puestos de trabajo perdidos, con 20 millones de pobres. Con 90 mil locales cerrados y 41 mil pequeñas y medianas empresas quebradas solo si se contempla el año 2020.
¿Cómo podemos vivir así si no hay una dirección clara ni consenso para enfrentar la pandemia, si no hay un rumbo económico definido? Porque Guzmán quería un aumento de tarifas cercano al 20% y Cristina a cero. Entonces, el Presidente saldó la discusión en un 9%. “Y que no se hable más”, dijo ayer. ¿No se hable más? Porque el resultado será una bomba de tiempo que hará estallar la economía general o producirá una crisis energética de manual.
Ni hablar de lo que es la flamante prohibición de exportar carne. ¿Es necesario que recordemos que ya se hizo en 2006 y generó una pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo? Lo peor del caso es que no se puede confirmar a quién se le ocurrió la brillante idea de suspender las exportaciones, si a Cristina o a Alberto Fernández. En medio del desastre general, ¿Qué importancia tiene si, al final del día, es a la gente de a pie a quien le fastidian la vida?
No se puede seguir viviendo así. No durante más tiempo. No mientras los talibanes de Cristina Kirchner, en el peor momento de la pandemia, presionan para voltear a un jefe de fiscales ejemplar, como Eduardo Casal, y así instalar otro, dispuesto a perseguir a dirigentes de la oposición, empresarios, medios y periodistas. Mientras tanto, en el Gobierno nacional parecen siempre redoblar la apuesta.
Sin embargo, el problema es que, como si se tratara de un ludópata, el kirchnerismo hace la apuesta en el casino de la incertidumbre diaria con la vida de la gente. Es decir, el Gobierno nacional sigue jugando con la vida de los argentinos y de forma cada vez más autoritaria. La apuesta la hace el oficialismo, pero a la cuenta la paga el pueblo con cada vez más muertes y un mayor deterioro de la economía y de la calidad de vida.
